Historia secreta del sietecolores, el ave que dio vida a Fiu en Santiago 2023
La diminuta ave está siempre moviéndose entre juncos y totoras de zonas húmedas, pues es altamente dependiente de su hábitat. Es uno de los pájaros más coloridos de Chile e incluso se le puede encontrar en otros países de la región.
Después de los Juegos Panamericanos, una de las figuras que quedará arraigada en la memoria de muchos es Fiu, la mascota oficial del evento deportivo y que está inspirada en el pájaro sietecolores.
A pesar de que había sido presentado hace tiempo, fue desde mediados de octubre, cuando partió la competencia, que el carismático personaje comenzó a acaparar más las miradas de grandes y pequeños. En cosa de días el fanatismo Fiu explotó a niveles impensados y los peluches, pines y otros objetos de recuerdo oficiales de Santiago 2023 comenzaron a agotarse con rapidez.
La “Fiumanía” continúa muy vigente hasta ahora. Recientemente se anunció que haría una gira por todo Chile y que también saldría una edición limitada de Navidad del peluche.
Antes de que se convirtiera en un símbolo de Santiago 2023, el sietecolores, el pájaro que hizo realidad a Fiu, no era tan conocido en el país. La realidad es que es una de las aves más coloridas de Chile y que tiene una amplia distribución en Sudamérica.
Qué caracteriza al pájaro sietecolores
El sietecolores, cuyo nombre científico es Tachuris rubrigastra, pertenece a la familia Tyrannidae, que incluye a más de 400 especies de aves paseriformes que habitan en América.
Al igual que se ha retratado con Fiu, el sietecolores es un ave de tonalidades muy intensas y atractivas: amarillo, verde, blanco, negro, azul y un poco de rojo son algunos de los matices que adornan su plumaje. Son precisamente esas tonalidades lo que le dan origen a su nombre.
Eso sí, las hembras podrían tener colores más suaves que los machos.
“Debe medir unos 10 centímetros, tiene las patitas largas y es súper inquieto”, cuenta a La Tercera César Muñoz, biólogo y miembro de la Red Observadora de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC). Su tamaño diminuto causa que fácilmente pase desapercibido, si es que no se presta atención a su canto. Es fornido, de alas cortas y ojos celestes.
A esta especie le encanta estar moviéndose entre juncos y totoras, plantas que crecen en zonas muy húmedas o con aguas bajas, tales como orillas de lagunas, ríos, tranques o humedales.
Según Muñoz, el sietecolores es un residente muy dependiente de ese hábitat. “No es que lo vayamos a encontrar en otras partes que no sean esos sistemas de humedales”, cuenta.
Eso también se debe a su alimentación. En su día a día este pájaro colorido se queda entre las totoras y juncos para cazar a sus presas, que principalmente consisten en insectos, larvas y pequeños invertebrados. También lo hace volando sobre el agua o dando pequeños saltos.
Aunque es más bien de carácter solitario, es bastante probable hallar varios ejemplares viviendo en una misma zona no tan extensa. “No se mueven en grupo, sino que comparten el territorio. Se toleran hasta cierto punto”, asegura Muñoz.
Entre septiembre y diciembre, durante la época de reproducción, tejen nidos con la ayuda de juncos secos, logrando una especie de taza con una base terminada en punta. El mismo nido, además, va amarrado a una rama de totora y a cierta distancia del agua. Pone de dos a tres huevos, y a partir de noviembre, es posible ver a los polluelos dando vueltas.
En esa época es más probable encontrar a los sietecolores emparejados. “Se pueden ver de a dos entre las totoras, a veces sale el macho a cantar para defender el territorio donde está el nido de sus pollos. Se ponen más territoriales si hay otros ejemplares cerca”, cuenta el experto.
Cuál es su distribución
Esta especie no solo se encuentra en Chile, sino que también en gran parte de Sudamérica: Perú, Bolivia, Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil.
“Los ambientes varían pero siempre están asociados a lo mismo: zonas húmedas o con agua. Hay algunos que viven en lagunas en altura, como en Bolivia y Perú, otros que están al nivel del mar”, dice el biólogo.
Su amplia presencia ha producido que se le conozca con distintos nombres en cada país. Tachurí, matraca, rey, papa-piri y junquero de colores, son algunas de las denominaciones que recibe en el resto de la región.
Se han identificado cuatro subespecies, de las cuales hay dos en Chile. La rubigastra es la más “típica”, dado que se extiende desde la región de Atacama hasta la de Aysén, aunque también se le ha registrado en Magallanes. La otra subespecie, llamada loaensis, es más pequeña de tamaño y se distribuye únicamente en la ribera del río Loa, región de Antofagasta.
“Hay un par de registros nuevos en zonas como Arica y en Colchane, pero se cree que son de la subespecie que hay en Bolivia y Perú y que han ido llegando”, añade Muñoz.
El riesgo que enfrenta el sietecolores
Actualmente esta especie no está bajo amenaza. De acuerdo a la lista de de la Unión Para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), el sietecolores está en la categoría de preocupación menor.
Sin embargo, existe un riesgo latente: la fragilidad en la que están los humedales, el refugio en el que se desenvuelve el sietecolores.
“Los humedales son afectados por la sequía, el uso de las napas de agua y también porque se drenan para proyectos inmobiliarios. Hay muchas zonas de humedales que son drenadas y destruidas para construir casas o parcelas”, plantea Muñoz.
Para el biólogo, la afectación de ese ecosistema es la “gran amenaza” de esta ave. “Puede que en algunos años más estemos diciendo que el sietecolores ya no es tan común porque su hábitat se ha reducido”.
Dónde ver a Fiu
Como durante la primavera y el verano el sietecolores está en reproducción o criando a sus polluelos, Muñoz dice que es “la mejor época para poder verlos en los humedales”.
“En noviembre van a empezar a salir los polluelos del nido y a volar con los pájaros, entonces van a estar mucho más activos buscando comida, alimentándose o defendiéndose, si se compara con principios de septiembre, cuando todavía estaban incubando”, dice el especialista. A fines del verano, la actividad comienza a bajar.
En el intento de avistar un sietecolores y otras especies, es primordial ser cuidadoso y no acercarse demasiado ni interferir en su hábitat, de modo que no lo afecte.
Uno de los puntos que sugiere Muñoz para observar a esta especie es el humedal de Batuco, en la comuna de Lampa. “Es uno de los mejores lugares, hay una pasarela que se mete entre las totoras y puedes ver a los siete colores saltando de un lado a otro”, sentencia.
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