Hace dos años hice el mismo ejercicio que Karol Cariola en su última entrevista en revista Paula, "Si yo fuera hombre". Hace dos años se podía ser feminista y aun imaginar a un hombre sexy. Las cosas han cambiado, y a la diputada le tocó difícil, porque la consigna de pensarse varón no es muy atractiva en tiempos en que estos son los sospechosos. Seguramente de ahí el resultado: una verruga podría ser más interesante que su prototipo, digo, porque al menos una verruga tiene más capas. Es lo que pasa cuando el pensamiento debe ir, antes que creando, esquivando trampas fatales, como quien anda en un campo minado (y a la vez debe verse relajado).
De una entrevista, especialmente a alguien que trabaja en política, no se espera que diga la verdad de lo que se siente, sino que una versión pública. Pero toda mentira dice una verdad: la mentira que se escoge, es una verdad. Y la de la diputada es que de lo masculino se puede hablar a tropezones, con rabia, con culpa, con los dientes apretados; al menos en un nivel. Me explico. Las respuestas en relación a políticas públicas son clarísimas: apuntan a la igualdad de derecho, salarios, crianza, anticoncepción. Hasta ahí se trata de cambiar el mundo, para que cambien entonces las relaciones y roles de género. Más bien, el atolladero se produce, donde, por el contrario, la apuesta es cambiar a las personas, específicamente, el imaginario de los sexos, apostando a que cambie el mundo. Eso que podría llamar la política del deseo. Frente a esas preguntas, da la impresión que la diputada o está toreando con una idea que se le cruza y debe eludir, o sencillamente hay un espacio en blanco.
Ricardo, su hombre soñado, se saldría del chat de amigos que comparten pornografía, sería bisexual, y no se sometería a la dictadura del fútbol, sino que practicaría el patinaje. Nunca sería infiel, de pocas parejas, no caería en el error de proteger a una mujer cuando no se lo han pedido. Un macho acorde a las reivindicaciones actuales, donde ya no se toleran, con justa razón, las expresiones brutales de lo masculino. Pero más allá de eso, la imagen que queda huele a pobreza erótica y mental. Y quizás como los tiempos que corren, los goces de Ricardo son solitarios, prefiere el deporte de a uno que el equipo, lo mismo puede decirse de su sexualidad. Lo bisexual no le otorga complejidad alguna, sólo nos enteramos de su escaso interés por las relaciones. Cosa que, por cierto, estudios confirman: la tendencia es hacia la desexualización del placer.
El futuro está abierto para las mujeres, lleno de imágenes luminosas y creativas. Será por eso que cada vez son más visibles mujeres potentes y atractivas. Pero no sé si en la utopía hay imágenes interesantes de los hombres -al menos de los heterosexuales- del futuro. Hay imágenes correctas, pero no libidinales. Imágenes como el macho de la diputada: escuálido, sin contradicciones, y fundamentalmente un macho solo. Digo esto balbuceante, porque no sé si acaso corresponde a las mujeres pensar en ello, o será trabajo masculino hacer un ejercicio distinto al deber clásico de probar ser un hombre a través de mostraciones de potencia (a veces violentas, a veces ridículas). Y hacer el ejercicio de inventarse. Sé al menos que la criminalización de lo masculino, así como la histórica criminalización de la pobreza, es una estrategia de control social que tiene como efecto, o bien la realización del crimen acusado de antemano, o el abandono en la desesperanza total.
Lo sexual es político. En eso estamos, revisando la cultura de la cocina y la cama. ¿Pero será que estamos olvidando que lo político también es sexual? Es decir, que las utopías deben estar hechas de deseos compartidos.
La imaginación es política porque se trata de crear otros mundos, y si el de Ricardo es gris, quizá sea porque, aunque parezca diverso, es solitario y normativo. ¿Será que olvidamos que hay hombres que amamos, hombres interesantes, que protegen y a quienes protegemos de vuelta?
Termino con el ombligo del sueño de Karol. Si fuera hombre le daría vergüenza tener voz de pito. Lo que sale de adentro de Ricardo, no puede tener la misma vibración que la de ella. Las leyes de la fascinación tienen geometrías rígidas, escribe René Girard. Para la sexualidad que sea, homo, hetero, bi, no binaria, como quiera que la posmodernidad y su afán por nombrar disponga, si no hay alteridad, si el otro no es otro, no hay deseo.
*Sicoanalista y escritora.