Intimidad modo pandemia: los riesgos del sexting en la era digital
La práctica de enviarse fotos eróticas por vía digital o “sexting” se ha hecho más común durante la pandemia, y ante esto los especialistas advierten de los riesgos inherentes y entregan recomendaciones para quienes aun así eligen incurrir en ello. De todos modos, advierten que enlas redes nunca existe una seguridad total. La educación y la protección legal son lo mejor que existe para cuidar el intercambio de contenido íntimo mediante mensajería.
A Fernanda (25) la pandemia la pilló en España, a miles de kilómetros de su pareja que la esperaba en Chile. No llevaban mucho tiempo separados pero el cierre de las fronteras interrumpió los planes del reencuentro. Ninguno había tenido una relación a distancia, no sabían cómo funcionaba pero estaban dispuestos a asumir el desafío. Hablaban a diario, se compartían imágenes de los lugares y las sensaciones frente al Covid-19. Tenían cubierta el área de comunicación, quizás incluso el emocional, pero la sexualidad a distancia era un terreno desconocido. En búsqueda de potenciar ese área fue como Fernanda conoció una nueva práctica sexual: el sexting.
El diccionario español de la RAE define el sexting como el “envío de imágenes o mensajes de texto con un contenido sexual explícito a través de un dispositivo electrónico, especialmente un teléfono móvil”. Eso es lo que hacía Fernanda, quien prefiere resguardar su verdadera identidad, con su pareja cuando intercambiaban mensajes eróticos y fotografías íntimas en la cuarentena.
Desde luego, Fernanda y su pareja no son un caso único. Esta ya era una práctica conocida, pero la crisis sanitaria aumentó significativamente el fenómeno a nivel mundial. Justin Lehmiller, doctor e investigador del Instituto Kinsey y autor de “Tell Me What You Want: The Science of Sexual Desire”, escribe que una de cada cinco personas (de una muestra de 1.200 personas) afirmó haber incorporado esta práctica a su vida sexual desde que empezó la pandemia. “Empezaron a utilizar el sexting como una forma de mantener el fuego en la pareja y el deseo sexual, y también de goce y de disfrute”, explica la sicóloga y sexóloga, Lucia Rodriguez.
En eso concuerda Fernanda, quien dice que para ese “fuego” prefiere las conversaciones y fotos íntimas antes que las llamadas o videos, aunque las ha realizado. Antes de la pandemia había intercambiado material íntimo virtual, siempre con sus parejas, pero durante la pandemia, dice que también era por necesidad.
Pero, por supuesto, una práctica así tiene riesgos inherentes. Y con su mayor incidencia, aumentaron también los delitos cibernéticos, donde las mujeres suelen ser víctimas de extorsión o distribución de sus fotografías sin su consentimiento. “Esto puede ser transformado en lo que es un cyberbullying, ciberacoso o la porno venganza. En el caso de los adolescentes, sucede que no informan de manera inmediata por sentimientos profundos de culpa, angustia, depresión y esto puede llevar a lo que es un suicidio como tal”, dice la detective de la Brigada Investigadora del Cibercrimen Metropolitano de la PDI Karla Balloqui.
Todo indica que el sexting llegó para quedarse, lo que hace urgente asumir el proceso de educación para una práctica responsable.
Una práctica en aumento
Comenzó como una broma en un grupo de amigos y terminó en una conversación sobre qué opinaban y si practicaban el sexting en sus vidas. Algunos contaron sus experiencias, del contenido que enviaban, de cómo protegían su identidad, si usaban efectos en las fotos o voces en los audios. Magdalena (27) había tenido una conversación erótica años atrás con un expololo, pero no había llegado más lejos. Ese día en la reunión el tema le quedó dando vueltas y habló con su entonces pareja con quien decidió probar esta práctica. “Creo que es una estimulación cognitiva interesante, la conversación o material audiovisual, o un mensaje erótico, es muy entretenido, me siento cómoda haciéndolo y obviamente teniendo los resguardos con la persona que lo hago”, cuenta Magdalena, quien también prefiere no revelar su verdadero nombre.
Magdalena dejó los límites claros desde un principio con su pareja, decidieron establecer el sexting como práctica en su relación, pero utilizando plataformas donde las fotografías no queden guardadas, o borrarlas si era en otro lado. “Creo que no se tiene que dar nada por hecho, todo tiene que ser muy conversado, decir ‘ya, esta conversación se borra’, ‘esta no se le muestra a nadie’ y así, no dar por hecho que la persona no se va a mostrar a alguien. Que quede explícito en la conversación las reglas del juego y el consentimiento”, dice Magdalena, y explica que es fundamental para una práctica segura y placentera.
En agosto de 2020 la Secretaría de Salud del estado de Jalisco-México, indicó que el sexting y las videollamadas aumentaron en un 38% durante el confinamiento. Esta cifra fue tomada de una encuesta a más de 1.700 personas entre 18 y 80 años. En el caso de Chile, si bien, no existen estudios ni cifras referentes al aumento de esta práctica, expertos señalan que es un hecho que con el confinamiento ha incrementado notablemente el uso de las plataformas para realizar sexting.
Karen Vergara, investigadora y consultora en género se ha encargado de analizar este fenómeno en el Proyecto Aurora de la ONG Amaranta que busca transformar el uso digital en un espacio seguro. Ella afirma que el sexting “está más cerca de nosotros de lo que usualmente se dice, y siento también que a medida que las tecnologías han ido avanzando en calidad de la imagen, definición de audio, del video, etc., esto ha ido aumentando precisamente por la rapidez, por la facilidad, por los tipos de conexión a internet que tenemos en la actualidad, y también por el contexto de pandemia”.
Vergara también colabora junto a Colectiva Mecha, agrupación que se encarga de investigar el cruce entre sexualidad y tecnología, además de difundir campañas informativas sobre el sexting. Ella considera que la práctica, con educación y tomando las precauciones necesarias, puede tener efectos positivos. “Ha permitido también hacer que muchas personas pierdan ciertos temores a mostrar su cuerpo, a hablar de su sexualidad libremente”, comenta.
Daniela Henríquez, directora de la Fundación Efecto Mariposa y charlista de convivencia digital, describe este fenómeno como una práctica beneficiosa para parejas adultas, “sobre todo quienes manejan relaciones a distancia, ya que les ayuda a tener un sentido de intimidad”, comenta. Sin embargo, la experta hace hincapié en la seguridad y agrega que “las personas que aplican sexting también deberían educarse con respecto de las políticas de privacidad y la educación respecto a la convivencia digital, gran parte de los casos que se vuelven negativos es porque no han utilizado aplicaciones seguras”.
La violencia digital
Mientras las relaciones personales se trasladan cada día más a la esfera digital, han aparecido distintos tipos de violencia digital como ataques online, cyberbullying, entre otros. Así también se comenzaron a vislumbrar manifestaciones de violencia de género.
Uno de los casos más paradigmáticos se remonta al año 2007, donde se difundió el video sin consentimiento de una adolescente de 14 años realizando prácticas sexuales con un joven de 17 años, quien compartió el material por internet y fue difundido por distintos portales. Como consecuencia, la chica fue expulsada del colegio y revictimizada. Usaron su imagen e incluso publicaron sus datos.
En el informe preliminar 2020 del Proyecto Aurora “Chile y la violencia de género en Internet: experiencia de mujeres cis, trans y no binaries”, entre quienes respondieron se señala que el 73,8% declaró haber sufrido violencia en espacios digitales. “Nos dimos cuenta que finalmente la pandemia acrecienta esta cifra y precisamente va muy ligado al aumento de todas las violencias, sobre todo de la violencia de género a nivel macro”, comenta Vergara.
Este mismo año, ONU Mujeres Chile, con ONG Amaranta y Fundación Datos Protegidos, confirmaron que el 31% de las niñas de entre 15 a 18 años sufrieron alguna experiencia de violencia digital durante el periodo de crisis de Covid-19. De este mismo rango etario el 51% acusa haber recibido fotografías de genitales sin haberlas pedido y el 47% dice haber recibido peticiones de tipo sexual o fotografías íntimas sin querer hacerlo.
En relación a estas cifras, la Brigada de Cibercrimen de la Policía de Investigaciones entrega datos comparativos sobre la gestión operativa durante los años 2019-2020. El documento demuestra que las amenazas - sextorsion, pornovenganza, cyberacoso- fue el tercer delito con mayores denuncias, pasando de 4° a 3° en el ranking (22 denuncias en 2019 y 29, en 2020).
Varios países ya han legislado sobre la divulgación no autorizada de imágenes, mientras otros continúan discutiendo la temática. En España se arriesga una pena de prisión; en Alemania se habla del derecho a la imagen basado en el consentimiento del fotografiado, y en Reino Unido se habla de conductas de revelación de secretos. En América Latina también se replica esta preocupación donde se han constituido organizaciones que cruzan fronteras como la Colectiva Mecha o la organización Ciberseguras, ambas consideradas ciberfeminismo en búsqueda de una protección conjunta de las mujeres a la violencia de género digital.
En Chile no existe aún una legislación que regule expresamente esta materia. El último avance fue a través de la Comisión de Mujer e Igualdad de Género del Senado el pasado 25 de enero, quienes aprobaron la Ley de Violencia Integral que busca sancionar todo tipo de violencia de género. La iniciativa incluye la sanción a quienes difundan imágenes o videos de mujeres sin su consentimiento.
Jessica Matus, directora de la ONG Datos Protegidos, señala que “las herramientas con que cuentan las víctimas no entregan protección a personas que se vean afectadas por alguna de las dinámicas abusivas que puedan ocurrir en esas interacciones”. Sin embargo, existen algunas disposiciones legales en materia penal en Chile que, explica Matus, “buscan proteger la intimidad de las personas y permiten velar por la integridad de aquellas que se hayan visto afectadas por una filmación o fotografía sin su consentimiento; aun así, el sexting es una figura distinta, supone la voluntad o consentimiento en la captura y envío de la imagen, pero en ningún caso su comunicación o difusión”. Las organizaciones concuerdan en que la manera de hacer de este un espacio lo más seguro posible por ahora es con educación y protección de las mismas personas.
La seguridad como prioridad
Actualmente el mundo pone ojo sobre la violencia digital. Existen distintas campañas para la protección, y así también sobre el acoso a las mujeres y recomendaciones para realizar esta práctica de forma segura. Colectiva Mecha, desde sus redes comparten algunos tips para acompañar a las personas que quieren realizar sexteo, empezando con la base de que esto debe realizarse en base a acuerdos y consentimiento.
Esto es lo que hace Magdalena, la joven mencionada anteriormente. Aun cuando tenga confianza en el otro, toma precauciones ante los posibles escenarios. “Primero es clave el consentimiento, jamás mandar una foto de la nada o si no está conversado”, dice la joven que conversó desde un principio con su pareja cómo serían las cosas en esta nueva esfera sexual y estableció sus límites de autocuidado. Otra de las recomendaciones que se proponen es el uso de los emojis como opción para cubrir el rostro o características físicas que puedan ayudar a identificarte (como tatuajes o cicatrices). Se recomienda utilizar herramientas digitales como ObscuraCam para difuminar elementos de alrededor.
Magdalena no usa emojis, pero evita que aparezca su cara, “también, uso plataformas o lugares que las fotos se vean una vez y se borren como Instagram. Evito que salgan mis tatuajes o algo que pueda identificarme y más que nada intento que no quede registro de la foto, si es por WhatsApp, me encargo de borrarla”, cuenta.
Esta también es otra de las recomendaciones, no almacenar las fotos. Lo ideal es intentar no almacenar el contenido visual en alguna nube (Google, Dropbox o Onedrive), es mejor si se borran de inmediato. Es lo que plantean desde Colectiva Mecha, donde sugieren que si uno quiere almacenar sus fotos, intentar que solo sea en tu dispositivo y con una capa de seguridad extra. Vergara señala que también hay que explorar bien las plataformas que se usan. “Hay algunas que permiten ir borrando los mensajes minuto a minuto” agrega.
Así es como Magdalena ha logrado explorar y disfrutar esta práctica. “Esto no es para todos, pero para mí es una buena experiencia”, agrega. Para las especialistas, Magdalena lleva un sexting lo más seguro posible en base a una educación previa, pero aun así es un terreno pantanoso.
El sexting seguro no existe
En la PDI, Karla Balloqui es tajante: “El sexting seguro no existe al 100%. Podemos entregar y tener conocimiento de ciertas recomendaciones para evitar llegar a estos otros delitos, pero el sexting seguro no existe”, dice.
La líder de Proyecto Aurora, Karen Vergara, concuerda con Balloqui; “en internet nada es totalmente infalible y eso hay que tenerlo en consideración. No existe un sexting totalmente seguro, pero podemos tomar precauciones y herramientas que nos permitan practicarlo de manera libre”, cuenta la especialista. Jessica Matus, abogada especialista en protección de datos, fundadora de la ONG Datos Protegidos y directora del área de Tecnologías del estudio FerradaNehme, cree que la solución más inmediata “es incorporar prácticas de seguridad y autocuidado digital en nuestros cotidianos, como algo transversal a los múltiples aspectos, dinámicas y espacios que componen nuestra vida. No son sólo consideraciones que nos ayudan a sextear de forma ‘más segura’, sino que se extiende a cualquiera de las actividades en que nos queramos desenvolver digitalmente”.
Vergara considera importante educar respecto al tema y lo lleva como proyecto personal; “el tema ni pasa por prohibir, sino que tratar que la experiencia sea lo más placentera, lo más cómoda y consensuada posible”, agrega. Todas concuerdan en que el sexting se incorporó a la vida de las personas, por lo que hay que informar para protegerse y disfrutar. “En nuestra vida no hay una distancia entre lo real y lo virtual, por ello también que la educación sexual debe integrar información y perspectivas sobre las tecnologías y cómo se vinculan con nuestra sexualidad”, finaliza Matus
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