Asociacion Esceptica de Chile
Izquierda a derecha: Daniel Sellés, Fernando Tala, Bernardo Kostich, Daniel Durán, Patricia Rivera, Luis Cárdenas y Claudio Daza. | Foto: Roberto Candia

La batalla de los escépticos

Dicen que luchan contra el engaño. Para que se imponga el pensamiento crítico. Hace ocho años crearon la Asociación Escéptica de Chile, y tienen claros a sus enemigos: desde homeópatas a tarotistas, y los agrupan en la que llaman la "Lista de charlatanes nacionales". Usan las redes sociales, informan y también provocan. ¿Cuál es la ruta de esta pandilla de escépticos nacionales?, ¿cómo llegaron a esta batalla?, ¿hay límite?


Diez hombres frente a la Catedral Metropolitana de Santiago, mientras la ciudad se derrite con el calor de mediodía. Es el viernes 4 de febrero de 2011. El primer detalle que delata la razón de por qué están aquí está impreso en sus poleras: 10:23. Números que hacen referencia al movimiento mundial que denuncia que la homeopatía no tiene efectos reales. El segundo detalle es lo que hacen a continuación: cada uno se toma un puñado de pastillas homeopáticas, frente a la mirada incrédula de quienes pasan por ahí. Ese mismo día, en 70 ciudades del mundo se realizaba el mismo acto, un "suicidio colectivo" para demostrar lo que ellos creen firmemente: que ese tipo de píldoras no provocan nada. Entre esos hombres que protestaban estaba Luis Cárdenas.

"La acción equivalía a comer caramelos de cinco mil o diez mil pesos", recuerda él sobre esta actividad que marcó el debut público de la Asociación Escéptica de Chile (AECH). Organización de la que Luis Cárdenas -ingeniero, 37 años- es hoy su presidente. Convencido, siete años después sigue sosteniendo que la homeopatía es un simple placebo; y se queja de que el Ministerio de Salud aún no responde al petitorio que entregaron ese mediodía de 2011, que pedía revisar los reglamentos para la práctica de ese método alternativo de tratamiento.

La AECH fue fundada en 2010 por iniciativa del sicólogo Crystian Sánchez, el abogado Fernando Frías y el diseñador Carlos Bayer, quienes se conocieron en foros de internet sobre escepticismo y decidieron hacer algo al respecto. Hoy cuentan con alrededor de 30 miembros. Todos profesionales -desde siquiatras e ingenieros hasta geólogos-, con edades que van entre los 24 y 60 años, y una clara predominancia de hombres: sólo un 20% son mujeres. Tienen referentes en Estados Unidos y Europa, como el Committee for Skeptical Inquiry y la Skeptics Society, que al igual que ellos promueven el pensamiento crítico y la ciencia. En su batalla autoimpuesta contra el engaño, precisan, usan todas las armas disponibles: participan en seminarios con científicos, organizan talleres para escolares, escriben cartas a la prensa, discuten en redes sociales, mantienen una página web que usualmente saca chispas. Porque ésta no es una lucha en calma.

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Fotos: Roberto Candia[/caption]

En su sitio web, por ejemplo, confeccionan una lista que llaman "charlatanes nacionales" (ver recuadro), donde incluyen a los que combaten: astrólogos, ufólogos, homeópatas, parasicólogos, numerólogos, videntes, síquicos, profetas, tarotistas, curanderos, brujos, chamanes, médiums, vendedores de talismanes o "cualquier promotor de una disciplina seudocientífica o basada en la superstición". También denuncian programas universitarios que enseñan materias como homeopatía y acupuntura, cursos de reiki, flores de Bach o reflexología. A esta lista la llaman "De la vergüenza". Estos escépticos no le hacen el quite a la provocación.

La sospecha

Siete de la tarde de un jueves de noviembre en la Gran Logia de Chile, centro de Santiago. Unas 30 personas esperan la charla del biólogo Rodrigo Medel. La mayoría son jóvenes, muchos universitarios, que escuchan durante hora y media a Medel, quien habla de Karl Popper, Thomas Kuhn, los matinales, la homeopatía. Luego, el científico enfrenta una ronda de preguntas -con largas introducciones, de varios minutos- sobre temas como la teoría de cuerdas, las implicancias éticas de la seudociencia o sus efectos en las políticas en salud pública.

Esta reunión es la número 37 que la AECH realiza para el público general, con la idea de fomentar el pensamiento crítico. Entre quienes asisten a esta jornada está el ingeniero civil electrónico Daniel Durán (41). Él llegó hace siete años a la asociación, después de un largo cuestionamiento como miembro de la Iglesia Evangélica Carismática, conocida por sus espectaculares ceremonias donde todos cantan y levantan las manos. "Veía todo eso, pero no lograba conectarme. Me llegué a sentir súper deprimido, porque veía que todos gozaban de esa interacción sublime y yo no. Me sentía excluido, como que Dios no me pescaba", recuerda. Entonces se dedicó a estudiar el origen teórico de la Iglesia, conversando con pastores y leyendo la Biblia. Ahí, dice, no encontró ninguna prueba de la existencia de Dios. "De a poco fui desencantándome con esto que no tiene asidero. Suavemente empecé a decir 'soy ateo, no creo en esto'". Se acababa un creyente y nacía un escéptico.

Su esposa, Lorna, sigue creyendo, "pero ya no asiste a ninguna iglesia", precisa Durán. Cuenta que para él es importante que sus dos hijos conozcan otras visiones del mundo y que por eso ninguno está bautizado: "Tenemos un acuerdo tácito con mi señora para que conozcan todas las versiones y después ellos decidan", cuenta.

Para convertirse en miembro de la AECH se necesita que dos integrantes apadrinen el ingreso. Patricia Rivera (44, directora audiovisual) cumplió ese requisito hace un mes. Llegó después de escuchar en el podcast de la organización, llamado "El poder de la duda", una entrevista al físico Cristián Huepe. Según ella, su proceso para llegar al grupo fue bastante natural: "Siempre por formación he tratado de fomentar el pensamiento crítico, de no sacar conclusiones a priori. De observar y cotejar evidencia. A mis amigos no les parece extraño que esté en un grupo escéptico, les parecería raro que no esté. Tiene que ver con mi forma de ser".

Los miembros deben pagar una cuota mensual de 10 mil pesos, o más si ellos quieren. El dinero lo ocupan para financiar sus actividades. Como las reuniones de los miembros cada quince días, o las que realizan martes por medio con simpatizantes de la AECH, que suman otra treintena de personas. Se reúnen en el barrio Lastarria a tomar cerveza y conversar sobre ciencia. "Para ser simpatizante basta con ir a estas reuniones. La idea es que nos conozcan y nosotros a ellos. Es como un pre-filtro en la práctica", dice Luis Cárdenas. "Se tocan distintos temas. En la última hablamos sobre enfermedades mentales", explica el biólogo Bernardo Kostich (29), miembro hace un año.

La AECH se preocupa de difundir la ciencia en niños. En los colegios entregan "el cubo de detección de falacias": un dodecaedro -cuerpo geométrico de doce caras- de cartón que los niños arman y que en sus lados trae consejos para identificar noticias falsas. "Sospecha de las noticias extravagantes", "no compartas ni reenvíes noticias falsas" o "siempre busca las fuentes de las noticias" son algunos de esos mensajes.

En abril participaron en la inauguración de "El año de los por qué" de Conicyt, realizado en Antofagasta. Allí, frente a escolares, Daniel Sellés (48, geólogo y doctor en Ciencias) habló sobre por qué creemos en cosas absurdas y las herramientas para evitarlo. Él sabe de qué se trata eso: cuenta que cuando estaba en el colegio se tragó muchas ideas falsas. "De adolescente creía que las pirámides tenían poderes energéticos o curativos. Uno no está acostumbrado a preguntar el porqué de las cosas, las acepta porque lo dice una autoridad o una publicidad".

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Fotos: Roberto Candia[/caption]

Activistas

Es frecuente que estos escépticos chilenos envíen cartas o columnas a medios de comunicación. Usan un tono bastante formal y hasta académico. Denuncian lo que consideran engaños, como un remedio natural que promete acabar con el resfrío en invierno o una supuesta recomendación de la Universidad de Harvard para disminuir la ingesta de leche. La misma semana en que se sorteaba un millonario pozo en un juego de azar, escribieron un texto para explicar que por estadística era prácticamente imposible llevarse el premio gordo.

Un lenguaje distinto, menos académico, utilizan en redes sociales como Facebook y Twitter. Ahí emplazan a las personas que, según ellos, fomentan una seudociencia. Un caso reciente es el debate con el diputado Sebastián Álvarez, de Evópoli, quien presentó un proyecto de ley para regularizar la medicina alternativa y que tuviera copago en las isapres y Fonasa. Miembros de la agrupación le pidieron en Facebook que entregara evidencia científica de que estas terapias tenían resultados. "Diputado, muestre un caso de una enfermedad grave que se resuelva con la cosmovisión milenaria. Uno solo", decía uno de los mensajes. El intercambio ha sido largo, y no han llegado a acuerdo.

"¿Cansado de ser católico?". Con esa frase -exhibida en su página web y en su Facebook-, la AECH invitó a una de sus últimas campañas: la de apostasía, instancia en que un bautizado puede renunciar oficialmente a la Iglesia Católica. Ya lo habían hecho el 2012, y ahora quería repetirlo. Dicen que el 8 de septiembre pasado, día acordado para la reunión, llegaron más de 50 personas a la estatua de Pedro de Valdivia, en la Plaza de Armas de Santiago, con todo lo que se requería para realizar ese trámite: un certificado de bautismo, un formulario donde expresaban el deseo de dejar la Iglesia y una fotocopia de su carnet. Con esos documentos, miembros de la organización fueron al Arzobispado. Sólo ahí se enteraron de que el proceso ya no podía hacerse colectivamente; que la única forma hoy es individual.

Juan Fernando Tala (34, egresado de Derecho) fue uno de los organizadores de esa actividad. Cuenta que llegó a la Aech como simpatizante el año pasado y es miembro desde abril. Eso, a pesar de una biografía bastante lejana a la de un escéptico. "Fui criado cristiano católico apostólico romano. Fui guía de catequesis, acólito, mi papá y mi mamá son militares y tengo una abuela maestra de reiki que se fue con Sixto Paz a las pirámides de Perú a esperar ovnis", cuenta. "Ese background me incentivó a leer harto; y de tanto leer Semanario de lo Insólito o la Conozca Más, uno empieza a preguntarse y a ocupar herramientas de pensamiento que resquebrajan lo que estás leyendo".

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Foto: Roberto Candia[/caption]

Su giro, explica, lo aplicó a todos los ámbitos de su vida. "Siempre fui el pesado de la conversación familiar, el que le dice a la prima hippie que la forma en que están los astros el día en que nació no tiene nada que ver con que no encuentre pololo".

Tala reconoce que esta lucha por evangelizar sobre la ciencia tiene sus costos: "La dictadura de las mayorías pesa harto en lo que te van a decir". Algo que Claudio Daza (25, licenciado de Medicina) define como agotador: "Hay gente que piensa que esto no vale la pena. Aunque para ti sea indiferente, el juicio que hagan de tus posturas es emocionalmente desgastador".

Luis Cárdenas explica que en estas peleas sus interlocutores los increpan. "'Eres un soberbio' es una respuesta casi inmediata", dice. Esto muchas veces pasa, explica, porque la postura escéptica puede ejercerse en todo ámbito y no tiene límite de acción, ni siquiera la fe. "En esos casos, una de las cosas que podemos hacer es explicarles que si ellos asumen tener la razón a partir de la fe, que al final es medio un antojo personal, también es soberbio. En cambio, no es soberbio pretender tener la razón entregando los antecedentes del caso".

-¿Los insultan mucho?

-Nos insultan siempre-, reconoce el presidente de AECH.

Por eso, han desarrollado técnicas para prosperar en debates donde tienen posturas impopulares. "La típica esdrújula que hace enojar a toda esta gente es: 'pruébalo'", cuenta Tala.

"Hay una diferencia entre ser escéptico y ser un activista escéptico, que es lo que hacemos nosotros", aclara Daza. Y explica que ese momento de inflexión que lleva a una persona a meterse en esta boca de lobo tiene que ver con algo personal, con un momento de frustración que los lleva a actuar así. Un momento como el que hizo a Daniel Durán dudar de la existencia de Dios. O a Daniel Sellés dejar de lado lo que creía en su adolescencia. O a Juan Fernando Tala hacer un cambio luego de conocer la historia de Mario Rodríguez, un español de 21 años que murió luego de abandonar el tratamiento médico de su leucemia para ocupar una terapia recomendada por un curandero. "En mi caso fue el estar metido en el área de la salud tratando con papás antivacunas y el Guardián de la salud (un periódico sobre medicina alternativa) entregando publicidad en las esquinas. El punto de inflexión es evitar que a la gente la engañen", explica Daza.

Daza dice esto al finalizar la reunión en la Gran Logia de Chile; y el grupo lo mira con aprobación. Todos ven esto como una especie de deber social. "Esto es como ser bombero, hay una ética de bien público", propone Cárdenas, y se larga: "Los bomberos capacitan a la gente para que no juegue con fósforos o les enseñan a apagar un amago de incendio. Nosotros les decimos: cuidado con la astrología, con las medicinas cuánticas o es mentira que alguien hable con los muertos, te están estafando. Somos bomberos de las ideas".

"Si en la sociedad, y sobre todo en las esferas gobernantes, permeara la cultura científica, si la gente entendiera el tipo de seudociencias que ofrecen los charlatanes y la ciencia gozara de un sitial privilegiado, nosotros no haríamos falta. Pero eso no ocurre, sino que al contrario", agrega el presidente de la AECH; y se despide apurado. En un bar lo esperan otros escépticos para seguir la batalla.

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Foto: Roberto Candia[/caption]

Charlatanes nacionales, según los escépticos

El presidente de la AECH, Luis Cárdenas, dice que la "lista de charlatanes nacionales" que está en el sitio web de la organización la hacen pensando en la acepción que la RAE da a esa palabra: quien dice cosas sin sustancia. "Nos hemos preocupado de que quienes aparecen en la lista sean chilenos y que los medios de comunicación les den difusión", explica. La lista es larga: 56 personas que los escépticos consideran propagadores de la seudociencia, desde tarotistas a vendedores de imanes. A cada uno se le detalla "un cargo" que justifica su inclusión. Entre los nombres más conocidos están los siguientes:

* Alberto Urquiza, ufólogo

* Alejandro Jodorowsky, instructor de tarot y sanador espiritual

* Álvaro Scaramelli, sanador místico

* Ángeles Lasso, astróloga

* Antonio Vodanovic, biomagnetista

* Hugo Zepeda, demoniólogo

* Ivette Vergara, propagadora de lo paranormal

* Jaime Hales, astrólogo y tarotista

* Juan Andrés Salfate, propagador de teorías de conspiración

* Katara, médium

* Marko Zaror, vendedor de talismanes

* Omar Gárate, vendedor de talismanes

* Paribeth, maestro espiritual

* Pedro Engel, tarotista y ancestrólogo

* Sergio Schilling, mentalista y síquico

* Zita Pessagno, astrólogo y tarotista

Varios de los nombrados no quisieron comentar el tema. Otros respondieron y después se retractaron. Algunos sí hablaron. El tarotista Jaime Hales dice: "Tienen todo el derecho a decir lo que quieran, si me sintiera insultado quizás me preocuparía, pero sinceramente no me interesa". El sicólogo Sergio Schilling comenta: "Me asesoré legalmente cuando me pusieron, pero mi abogado me recomendó que no presentara acciones"; y agrega que en estos años ha admitido que en algunas de sus apariciones televisivas realizó actos incomprobables científicamente, pero que aún así en la AECH se negaron a retirarlo del listado. El cantante Álvaro Scaramelli dice que no tenía idea de la existencia de la lista: "Me dedico a hacer terapias de imanes, reiki y biomagnetismo. Todos somos libres de pensar lo que queramos y no tengo rollos con lo que digan otras personas". Katara, la médium que saltó a la fama con Psíquicos de Chilevisión, señala: "¿Cómo vas a comprobar algo espiritual? No puedo ponerme a flotar en el aire, no es magia, no soy Houdini, es algo espiritual. Me da pena por ellos porque no creen ni en Dios". Alberto Urquiza, acusado en la AECH de ser ufólogo, comenta: "Soy panelista de televisión, investigador de fenómenos anómalos, terapeuta, maestro en biocuántica y me siento muy orgulloso de lo que hago. Si para ellos eso es charlatanería, yo por lo menos he ayudado a la gente, no sé qué es lo que han hecho ellos".

La lista, dicen desde la AECH, se elabora de forma sencilla. Los miembros ven en televisión o internet a alguien difundiendo seudociencia, y envían la denuncia. Personas ajenas a la organización también pueden mandar nombres, escribiendo un e-mail. "Que la lista esté en internet permite que alguien que no sabe del tema y quiere aprender, pueda encontrar información que le diga 'ojo, hay un engaño dando vueltas'", dice Cárdenas. Las únicas dos formas en que se puede salir de la lista son, según el presidente de la AECH, "pidiendo perdón y asumiendo el engaño cometido o demostrando empíricamente que es cierto lo que prometen. En ese caso, daríamos un paso al costado, porque si realmente pueden demostrar algo así, es mejor que vayan a la academia del Nobel, ya que estarían refutando siglos de ciencia". Hasta ahora, cuenta, nadie ha logrado abandonar la lista.

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