La demoledora historia de Asunta, la niña china que fue asesinada por sus padres adoptivos: una abogada y un periodista
Asunta Basterra fue drogada y asfixiada hasta la muerte por la pareja, la misma que cuando tenía nueve meses de vida le prometió protegerla y un mejor futuro.
Su destino había cambiado positivamente de un momento a otro. O al menos, eso parecía.
Yong Fang era apenas una recién nacida cuando fue abandonada en un orfanato de la ciudad de Yongzhou, en la provincia de Hunan, en China.
Pasó nueve meses ahí, hasta que un adinerado matrimonio español pudo concretar los trámites para adoptarla, en junio de 2001.
Eran Rosario Porto y Alfonso Basterra, quienes cambiaron el nombre de la pequeña a Asunta.
La mujer era una prestigiosa abogada e hija de Francisco Porto Mella y María del Socorro Ortega Romero. Él había ejercido exitosamente la misma profesión que su hija y por décadas fue cónsul honorífico en Francia, mientras que ella era una experta en historia del arte.
Por otro lado, Basterra era un periodista que venía de una familia de clase media, originaria de Bilbao. Su papá era un trabajador industrial llamado Ramón Basterra Santos y su madre era una ama de casa.
La pareja había prometido cuidar y criar a Asunta con todas las comodidades de la clase alta: colegios de élite en España —algunos por los que pasó Rosario— , vacaciones y viajes de estudio.
Y la niña de ojos rasgados supo aprovechar esas facilidades desde sus primeros años de vida. Aprendía rápido en la escuela y los profesores destacaban su inteligencia.
De hecho, tocaba instrumentos musicales como piano y violín, bailaba ballet y sabía hablar francés, inglés y chino.
También, tenía un buen grupo de amigas y una relación muy cercana con su abuelo materno, quien en más de una ocasión manifestó que quería dejarle su herencia.
El futuro de la pequeña Asunta era tan prometedor como el presente que su madre adoptiva lucía en aquel entonces.
Sin embargo, ese compromiso de protegerla se fue oxidando con el tiempo, hasta un trágico punto sin retorno.
A sus 12 años, Asunta fue asesinada por Rosario y Alfonso: la drogaron y asfixiaron en una lujosa casa de campo.
Dicho crimen, efectuado el 22 de septiembre del 2013, todavía desencadena conmoción en los habitantes del país europeo y en quienes han conocido la historia de esta familia que terminó siendo disfuncional.
Una que prometía bienestar y cariño, pero que acabó con el cadáver de la menor arrojado en una cuneta.
El caso de Asunta Basterra, la niña que fue asesinada por sus padres adoptivos
Rosario y Alfonso se conocieron en 1990, cuando él tenía 26 y ella 21 años. Seis años después de iniciada su relación amorosa, decidieron casarse bajo separación de bienes en 1996.
La abogada, quien era especialista en Derecho Internacional de Familia, había terminado la media escolar en Reino Unido, consiguió su título profesional en la Universidad de Santiago de Compostela, hizo una especialización en Londres y completó un posgrado en París.
Su historial académico era un reluciente motivo de orgullo para la familia Porto. Y a ello se le sumó que en 1997 fue nombrada cónsul de Francia al igual que su padre, según informaciones rescatadas por Infobae.
Durante sus primeros dos años de matrimonio, la pareja entró en campaña para que Rosario quedara embarazada. No obstante, no lo lograban.
Fue ahí cuando sus progenitores le sugirieron que considerara la adopción.
Empezaron los trámites y en junio de 2001 pudieron viajar a China para buscar a la bebé de nueve meses, quien nació el 30 de septiembre del 2000 y a quien más tarde llamaron Asunta.
A medida que crecía, todo parecía marchar bien y se veían como una familia feliz, pero todo empeoró drásticamente tras una serie de tragedias.
En diciembre de 2011 murió la mamá de Rosario. Luego, falleció su padre en julio de 2012. Ambas muertes se dieron mientras dormían y ninguno tenía enfermedades. Después, el matrimonio se separó a inicios de 2013.
El motivo: Alfonso descubrió que su esposa tenía un romance a escondidas con un empresario llamado Manuel García Rendo, a quien conoció por motivos de trabajo.
Aquello desencadenó una intensa discusión en la pareja, la cual llevó a que él se fuese a quedar con su familia en Burgos.
Frente a este escenario, la niña de 12 años se quedó con Rosario en el mismo departamento en el que vivieron los tres, en el tercer piso de un edificio ubicado en uno de los barrios más exclusivos de Santiago de Compostela.
Unos meses después, en mayo de ese año, Alfonso se consiguió dinero con una pariente para arrendar un piso en las cercanías de ese sector.
Mientras tanto, Rosario enfrentaba fuertes complicaciones en su salud mental, le habían diagnosticado Lupus y se sentía abrumada por las responsabilidades derivadas de tener una hija menor de edad.
Su inestabilidad psicológica llevó a que en junio fuese internada en una clínica psiquiátrica, por lo que Alfonso le propuso encargarse de Asunta, pero con una condición: que finalizara su vínculo afectivo con García Rendo.
Porto aceptó sus términos y Basterra cuidó a la joven. Y una vez que ella fue dada de alta por los médicos, volvieron a retomar las actividades recreativas que hacían con su hija adoptiva.
Lo que él no sabía en ese momento, era que Rosario había dejado de cumplir con su palabra de alejarse del empresario con el que le era infiel.
La violenta irrupción de un enmascarado y altas dosis de fármacos para entorpecer
Así continuaron Rosario y Alfonso, manteniendo las apariencias de que tenían un vínculo sano entre sí y con Asunta, hasta que el 4 de julio ocurrió un traumático evento.
Esa noche, un hombre enmascarado y vestido con prendas negras entró en el departamento en el que vivían madre e hija, mientras ellas estaban durmiendo.
El misterioso sujeto se dirigió directamente hacia la pieza de la niña y trató de asfixiarla.
Según contaría Rosario más adelante, ella fue inmediatamente hacia su habitación, por lo que el delincuente se escapó sin dejar rastro.
En su versión, la abogada aseguró que él pudo entrar debido a que Asunta había dejado las llaves puestas por fuera, en la puerta de entrada.
Por ese periodo, Basterra y Porto también empezaron a comprar grandes cantidades de lorazepam, un fármaco que suele ser utilizado para aliviar la ansiedad y tratar el insomnio causado por esta o el estrés de una situación temporal, según detalla MedlinePlus.
Y junto con ello, comenzaron a suministrarle —sin un requerimiento médico— altas dosis de dicha sustancia a Asunta, hasta el punto en que una de sus profesoras de música declaró posteriormente en el juicio que “andaba en estado de sonambulismo”.
Solo durante ese mes, según datos rescatados por Infobae, compraron un total de 125 comprimidos.
Cuando los docentes empezaron a alertarse por la situación de la pequeña, se acercaron a ella para consultarle a qué se debían esos cambios inesperados en su comportamiento y energía.
La niña les contestó que era “engañada” por sus padres y que su mamá le daba “unos polvos blancos” que la hacían “dormir por días”.
Sorprendidos con su respuesta, citaron a Rosario y a Alfonso para preguntarles sobre la situación, pero ellos solo manifestaron que su hija estaba en medio de un tratamiento por alergia.
Como es de esperar, después se enteraron de que esto último era una mentira.
Ya a finales de ese mes, Rosario fue a la consulta de su psiquiatra, el doctor Ramiro Touriño, y le pidió que le recetara lorazepam, una petición a la que él —sin saber que ya tenía montones de comprimidos con Alfonso— accedió.
Asunta pasó la mayor parte de las semanas siguientes fuera del departamento.
Desde el 31 de julio hasta el 22 de agosto se fue de vacaciones a la casa de su madrina. Asimismo, desde el 28 de agosto hasta el 10 de septiembre estuvo con la mujer que la cuidó desde que era pequeña, Carmen Amarelle.
Y el 17 de septiembre, Alfonso fue nuevamente a comprar 50 cápsulas más del fármaco.
Tres días después, él mismo se encargó de quedarse con la niña mientras Rosario supuestamente salía con una amiga, un panorama que en realidad, era una escapada secreta con su amante.
El asesesinato de Asunta y el controvertido juicio contra sus padres
La tarde siguiente, el sábado 21 de septiembre, Asunta salió del departamento de tres pisos para reunirse con sus padres a almorzar una preparación que había cocinado Alfonso.
Tras comer, jugaron a las cartas. La escena era similar a la de los días en que disfrutaban juntos como familia, aunque con la diferencia de que en esta ocasión, su plato contenía una poderosa y altamente perjudicial dosis de la droga.
Después, según registraron las cámaras, Asunta se fue hacia el departamento pasadas las 17:21. Su madre la siguió a las 17:28. 10 minutos más tarde fue la última conexión a internet desde el celular de la niña.
A las 18:12, Rosario entró al garaje del edificio. A las 18:22, se vio cómo su auto iba en dirección a la casa de campo que había heredado de sus progenitores, ubicada en el municipio de Teo y a menos de 10 kilómetros de distancia de donde vivía.
Tanto ella como Asunta iban al interior del vehículo, mientras que más tarde, durante el juicio, se sugirió que Alfonso podría haber ido escondido en los asientos traseros.
Dicha residencia era de aproximadamente 400 metros cuadrados y estaba posicionada en un extenso terreno. Era tan imponente, que incluso tenía una cancha de tenis, una pileta y estaba rodeada por muros de carácter robusto.
Llegaron a las 18:31. Si bien, nunca se supo detalladamente cómo fueron los sucesos que ocurrieron dentro, los peritos sugirieron que el asesinato se concretó antes de las 20:00.
¿Cómo? La asfixiaron hasta que dejó de respirar, mientras ella estaba en un estado altamente alterado por las fuertes dosis de fármacos que le dieron, sin que tuviera conocimiento.
Los investigadores determinaron que, cerca de las 21:00, Rosario puso su cadáver dentro del auto. El cuerpo de Asunta estaba atado tanto en las manos como en los pies.
Poco después, salió en el vehículo de la casa de campo y se topó con un vecino, quien aseguró que a simple vista parecía ir sola. Se saludaron y Porto se fue de ahí.
Luego, el cadáver fue dejado en una cuneta, en las cercanías de la parroquia San Simón de Ons de Cacheiras, en donde más tarde sería encontrado por unos transeúntes a las 1:30, quienes alertarían a la Guardia Civil.
Posterior a dejar el cuerpo, las cámaras de un banco cercano al departamento de Alfonso lo mostraron varias veces, mientras hacía decenas de llamadas por teléfono.
A las 22:31, los padres adoptivos de Asunta fueron a denunciar que no encontraban a su hija.
Después de que los transeúntes alertaron a la policía, los agentes rápidamente empezaron a sospechar de los padres: sus relatos se contradecían y les llamaba la atención que cuando denunciaron que no la encontraban, asumían implícitamente que Asunta estaba muerta.
El 24 de septiembre, tras la incineración del cuerpo de la niña, los detectives detuvieron a Rosario. Un día más tarde arrestaron a Alfonso.
Ya en noviembre de ese año, la policía formuló que él fue el encargado de drogarla con las altas dosis de fármacos, para que así Rosario pudiese asfixiarla hasta la muerte.
Bajo esa presunción, el juicio inició en octubre de 2015 y tuvo una duración de 23 días, en los que declararon más de 80 testigos y más de 60 peritos.
Tras escuchar los relatos y analizar las pruebas, se determinó que Rosario Porto y Alfonso Basterra eran culpables del asesinato de Asunta Basterra, a quien habían recogido en un orfanato de China hace más de una década.
La condena para cada uno fue de 18 años de prisión.
Según el análisis del psiquiatra José Cabrera, los padres consideraban que la joven “sobraba en el binomio hombre - mujer”. De la misma manera, el psiquiatra que había atendido a la mujer dijo que ella una vez le confesó que su hija le “chupa la vida” y que ya no quería encargarse de ella.
Otros testimonios aseguraron que Alfonso maltrataba a Rosario, mientras que se determinó que ambos planearon en conjunto que él la drogara lentamente, para que así no tuviera fuerzas para el momento en que ella acabara con Asunta.
Además, hubo otros motivos que llevaron a que se sospechara de la pareja. El computador y el segundo celular de Alfonso desaparecieron apenas inició la investigación y luego fueron encontrados con datos borrados. También habían desaparecido las alfombras de la parte trasera del auto de Rosario, sobre las cuales se presumió que tenían rastros de vómito y orina de la menor.
Uno de los puntos más controvertidos del caso, fue que se encontraron muestras de semen en la polera que Asunta llevaba cuando murió. No obstante, esa pista fue descartada, debido a que los peritos creyeron que la evidencia se contaminó al ser analizada en un laboratorio, en el que se cortó la prenda con las mismas tijeras con las que se había cortado el preservativo de un hombre, quien era investigado por un abuso sexual y quien en el momento de la muerte de la niña se encontraba en Madrid.
A ello se le sumó que los investigadores dedujeron que los asesinos de Asunta habían mantenido alguna suerte de vínculo con ella antes del atentado, ya que el cadáver fue dejado en la cuneta con cuidado y no bruscamente.
Esas fueron algunas de las aristas que desencadenaron que Rosario y Alfonso fuesen considerados culpables.
Pero a pesar de que el juicio terminó con una sentencia de cárcel para los autores, hubo varios factores que no pudieron ser resueltos.
Rosario insistió en que era inocente, mientras que Alfonso lo negó y permaneció mayormente en silencio.
Un inocente texto, contenido explícito y un suicidio tras las rejas
Durante el caso, se conoció un sugerente texto que Asunta había escrito en su blog, meses antes de morir.
“Érase una vez una familia feliz; una mujer, un hombre y un hijo. Un día, la mujer fue asesinada. El hombre quiso tomar represalias de la persona que mató a su mujer (Anna), pero él también murió, porque intentó tomar represalias, pero el hombre malo mató a John, el marido. Su cuerpo está en el parque de la Alameda, su espíritu también”.
Algunos postularon, de forma interpretativa, que John podría haber sido Francisco y que Anna podría haber sido María, los abuelos maternos de Asunta que murieron repentinamente con solo unos meses de diferencia.
Junto con ello, nunca se supo por qué el amante de Rosario, aquel poderoso empresario, nunca fue citado a declarar en el tribunal.
Ese punto generó aún más dudas cuando se hiló que en un inicio terminaron su relación el 4 de julio (mismo día en que entró el sujeto enmascarado con el propósito de asfixiar a Asunta) y que el 20 de septiembre no aguantaron las ganas y volvieron a verse. El asesinato de la niña fue el 21 de ese mes y ese fue precisamente el método utilizado.
Tampoco se pudo verificar cómo Alfonso llegó y se fue de la casa de campo, mientras que al revisar el celular de la menor se encontraron fotos inusuales para una niña de 12 años: en algunas de ellas se le veía cansada, maquillada y posando con un corset.
Aquello despertó todavía más sospechas cuando se conoció que en los dispositivos de su padre adoptivo se halló una inmensa cantidad de pornografía que involucraba a mujeres asiáticas.
Durante su periodo tras las rejas, Rosario trató de suicidarse en dos oportunidades en 2017 y 2018, hasta que el 18 de noviembre de 2020 logró quitarse la vida en prisión a sus 51 años.
Por su parte, Alfonso saldrá en libertad plena en 2031, cuando tenga 67.
Si Asunta Basterra estuviese viva en la actualidad, tendría 23 recién cumplidos.
Hace unos años se estrenó una serie documental que relata estos acontecimientos, la cual se titula Lo que la verdad esconde: el caso Asunta (2017).
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.