Cuando eran las cinco y cuarto de la tarde, entre la multitud apareció Catalina Duarte.
Los fotógrafos María Paz Morales y Óscar Seguel habían llegado quince minutos antes. Y la esperaban en el lugar acordado: frente a la iglesia San Francisco, en la Alameda, en el centro de Santiago. Era el viernes 25 de octubre. Una semana antes había explotado la crisis social y política que aún tiene remecido a Chile; y ese día, ese viernes, se había convocado a una manifestación masiva que prometía ser la más grande de las últimas décadas.
María Paz y Óscar, que son matrimonio, estaban allí no sólo para apoyar las demandas ciudadanas. También, y sobre todo, por un asunto laboral. Querían fotografiar a una bailarina de ballet en esta manifestación que intuían histórica. Era un hito para su proyecto "Danza en la urbe", que busca lo que indica su nombre: sacar a estos bailarines de las academias y los teatros para ponerlos en contextos callejeros, a la vista de cualquier persona, y retratarlos en esa experiencia.
Para esta ocasión, para ese viernes, la bailarina elegida era Catalina Duarte. Que emergió de la multitud, a las cinco y cuarto de la tarde, vestida de rojo.
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Ambos fotógrafos ya la conocían. Un mes y medio antes la habían fotografiado haciendo pasos de ballet en un recorrido que partió en la Plaza de Armas y terminó en el GAM. Dos semanas después, la habían citado de nuevo para que en un taller de fotografía la retrataran en la Maestranza de San Bernardo.
A los dos fotógrafos les gustó Catalina Duarte -quien es parte del cuerpo de baile del Teatro Municipal- porque la vieron como una bailarina versátil, arriesgada, que se adapta a cualquier desafío. Pese a que, cuando no baila, es una mujer muy tímida y muy callada. Un pollito, como la define Óscar Seguel.
Cuando la llamaron el miércoles 23 de octubre para ofrecerle hacer una intervención de ballet en la marcha del viernes, ella aceptó enseguida. Dicen los fotógrafos que su veloz respuesta no fue algo raro, porque ella está convencida de que lo que hoy están pidiendo los ciudadanos es justo. Y porque lo que ellos le proponían era una posibilidad de protestar a su manera; con lo que mejor sabe hacer.
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Los tres caminaron por la Alameda rumbo a Plaza Italia. Pero era tanta gente, que a la altura del Centro de Extensión de la UC no pudieron avanzar más. Se les ponía complicada la tarea: no veían un espacio libre donde trabajar. Decidieron entonces retroceder.
Llegaron hasta la esquina con Santa Rosa y se metieron por esa avenida. Avanzaron apenas media cuadra y vieron el escenario perfecto para la foto: en la calle, ordenados en hilera, estaban tres vehículos de la policía. El guanaco al medio y un carro antidisturbios a cada costado. La locación ideal.
Catalina Duarte estaba lista. Usaba una malla y una falda de ballet. Sólo le faltaban los pies: se sacó rápido las zapatillas deportivas y se calzó sus puntas. Luego, siguió las precisas indicaciones de Óscar: tras correr tres metros, debía elevarse por el aire y hacer un grand jete, ese salto en que un bailarín abre sus piernas hasta lograr un ángulo de 180 grados y forma una perfecta línea paralela al suelo. En las manos debía llevar una bandera chilena.
Un, dos, tres, ¡ahora!, gritó Óscar. Y entonces el salto de Catalina fue capturado por las cámaras de los dos fotógrafos, situados a siete metros de ella. Ambos dicen que fue como si el tiempo se detuviera: los manifestantes se quedaron quietos mirando desde la vereda, y los carabineros lo mismo desde sus carros. La única que se movía en ese escenario congelado era la bailarina.
Todos allí, dicen los fotógrafos, estaban desconcertados con esta escena que incluyó tres saltos en apenas 40 segundos. Fue mágico, recuerdan ambos: un breve lapso de paz, un contraste entre la rudeza y la delicadeza.
Eran las seis de la tarde del viernes. Mientras los tres dejaban el lugar, el guanaco comenzó a moverse.
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Siguieron bajando por la Alameda. Llegaron hasta La Moneda, donde recién se habían enfrentado carabineros y manifestantes. Ese instante de calma no fue desaprovechado: Óscar y María Paz fotografiaron a Catalina con el palacio de gobierno y un carro lanzaguas a su espalda. La sesión duró medio minuto, donde todo a su alrededor nuevamente pareció congelarse.
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Crédito: Óscar Seguel[/caption]
Luego, todo el sector se llenó de lacrimógenas. Los dos fotógrafos y la bailarina -otra vez con zapatillas- corrieron en medio de los manifestantes. Huyeron por la calle Nataniel Cox y bajaron después por Alonso de Ovalle. Cuando volvieron a salir a la Alameda, a la altura de Ejército, ya había más calma.
Tomaron un par de fotografías más. En las últimas, Catalina aparece con el rostro cubierto con un pañuelo. El viento había traído hasta acá el gas de las lacrimógenas; y respirar no era fácil.
A las siete y media de la tarde, se despidieron. Catalina se fue caminando hasta su casa cerca de la Plaza de Armas. Los fotógrafos lo hicieron hasta su departamento cerca del metro Toesca.
Pero aún quedaban sorpresas.
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Esa noche, ambos fotógrafos revisaron sus fotos. De las 12 imágenes que eligieron, la más impresionante debe ser la que María Paz tomó en esos 40 segundos en la avenida Santa Rosa: el salto de Catalina frente a los vehículos policiales.
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Crédito: Óscar Seguel[/caption]
Las imágenes que Óscar tomó en esa locación, finalmente las borró. Porque el salto de Catalina, dice, no fue perfecto. Y él es un fotógrafo exigente en la técnica del ballet. María Paz, en cambio, conservó la suya porque le removía las emociones. Alentada por su marido -quien, pese al grand jete imperfecto, reconoció una muy buena foto-, la subió a su cuenta de Facebook.
Al día siguiente, todo explotó. La imagen terminaría siendo compartida en su Facebook casi 11 mil veces. En Twitter se convirtió rápidamente en trending topic. Y debe ser una de las fotografías de las manifestaciones más viralizadas en la web.
María Paz dice que le han llegado muchos mensajes por esa fotografía, incluso del extranjero. Que ha despertado sentimientos. Que inspirados en esa imagen, muchos han hecho dibujos y pintado acuarelas. Que otros le han escrito poemas a la bailarina. Y recuerda a una mujer que le escribió para contarle que había pasado estos días de crisis muy contenida, encerrada con sus hijos, pero que cuando vio la foto logró llorar.
Catalina Duarte ha mantenido el bajo perfil, pese a que su cuenta de Instagram saltó de 800 seguidores a 2.500. Se niega a dar entrevistas. Prefiere el silencio; y el baile, claro. Ella misma lo dijo en sus redes sociales cuando subió su ya famosa fotografía en la marcha: "No tengo el don de la palabra, por eso bailo".
*El trabajo completo de ésta y otras sesiones fotográficas en los Instagram @paz.pachy y @racso1965
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