Historia del “Carnicero de Rostov”, el peligroso asesino serial que aterrorizó a la Unión Soviética
Andréi Chikatilo fue declarado culpable de atentar contra 53 personas. Murió tras recibir un disparo en la nuca, más de una década después de su primer ataque. Su historia inspiró un puñado de aterradoras películas disponibles en el streaming.
Esta nota incluye partes de violencia explícita.
Diciembre, 1978. Una niña de 9 años estaba en una parada de autobús en la ciudad de Shajty, una localidad ubicada en el sudoeste del territorio de la Unión Soviética, pero que hoy es parte de Ucrania.
Mientras esperaba el transporte público, un desconocido de 42 años se le acercó con la supuesta intención de ofrecerle un chicle.
Ella recibió la goma de mascar y el hombre inició una conversación.
Su nombre era Andréi Chikatilo, aparentaba una actitud tímida y había trabajado como profesor en un colegio. Estaba casado y era padre de familia.
Dicho perfil, en ese entonces, no cuadraba con el de un delincuente para la mayoría de las personas.
Sin embargo, ese mismo día, Chikatilo llevó a la menor a una vivienda apartada que tenía en las afueras de la ciudad.
Ahí la asesinó crudamente y dio inicio una serie de crímenes seriales que años más tarde llevaron a que fuese apodado como “El carnicero de Rostov” o “El destripador rojo”.
Cuando fue arrestado y sometido a un interrogatorio con un psiquiatra tras negarse a cooperar con la investigación, Chikatilo reconoció haber sido el responsable de 56 muertes.
Las víctimas eran en su mayoría niños, adolescentes y mujeres, de entre 9 y 45 años, contra quienes efectuaba crueles ataques y abusos.
Y del número mencionado anteriormente, finalmente fue condenado por 53 ante la justicia.
Chikatilo recibió la pena máxima y la noche del 14 de febrero de 1994 fue ejecutado con un disparo en la nuca.
No obstante, la policía tardó más de una década en acusarlo formalmente por esos horribles atentados.
Antes —incluso previo a que asesinara a la niña del paradero— ya había recibido múltiples denuncias de abuso de parte de sus estudiantes en una escuela secundaria, mientras que también había sido detenido como sospechoso en 1984 y liberado poco después.
Los investigadores no creyeron que Chikatilo pudiese haber sido el autor de una sostenida masacre, pero el tiempo demostró que sus impresiones fueron erradas.
Andréi Chikatilo, la historia del “Carnicero de Rostov”
Nació el 16 de octubre de 1936 en Yablochnoye, en medio de una época en la que el dictador Iósif Stalin estaba en el poder y en el que la población soviética enfrentaba un escenario de hambruna.
Esto último se intensificó aún más cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en 1939.
Según han sugerido algunos historiadores, su madre le decía durante su infancia que su hermano mayor había sido secuestrado, para luego ser víctima de un episodio de canibalismo.
Aquello nunca pudo ser corroborado, pero sí se supo que los relatos de ese tipo y lo que escuchaba sobre la guerra le desencadenaron un intenso temor desde que era un niño.
De la misma manera, informes revisados por La Nación aseguran que supuestamente vio en una ocasión cómo un soldado alemán abusó de su mamá, durante la ocupación de las tropas nazis.
El padre de Chikatilo era un uniformado del Ejército Rojo y en 1949 regresó al hogar familiar. Había sido acusado de traicionar los intereses del gobierno.
Tales situaciones influenciaron a que desarrollara una personalidad más bien introspectiva y temerosa, según se narra en el libro The Killer Department (Pantheon, 1993) de Robert Cullen.
Su etapa escolar tampoco estuvo exenta de complicaciones: le costaba entablar amistades, sus compañeros se burlaban de él y en más de una oportunidad fue agredido por ellos.
Más adelante, cuando se afilió al Partido Comunista, también fue el blanco de otros militantes que lo humillaban constantemente.
Junto con ello, enfrentaba dificultades para tener relaciones sexuales, una arista de la que que se enteró gran parte del pueblo.
Con el propósito de olvidar esas traumáticas experiencias, se fue a Moscú en 1955 y rindió una prueba de admisión para entrar a estudiar derecho en la universidad, pero terminó siendo rechazado.
Tras esa amarga respuesta, optó por formarse académicamente en otras escuelas y cursos, en ámbitos tan variados como la literatura, la política y la ingeniería.
Ya en 1963 contaba con diversos conocimientos y estaba instalado en Rostov, en donde conoció a una amiga de su hermana con quien inició un romance.
La pareja se casó al poco tiempo de haberse conocido. Si bien, Chikatilo seguía enfrentando dificultades para tener relaciones sexuales, pudieron tener dos hijos y formar una familia que aparentaba ser cariñosa y unida.
A 8 años de su llegada a Rostov, obtuvo un puesto como profesor en una escuela secundaria, pero rápidamente se frustró con el comportamiento de sus alumnos, quienes se burlaban de él y lo apodaban “El ganso”.
Solo bastaron tres ciclos como docente para que fuese despedido en 1974, aunque no porque enseñara mal sus asignaturas, sino que más bien, porque recibió numerosas denuncias que lo acusaban de abusos.
A raíz de aquello, él y su familia se trasladaron a la localidad de Shajty, en donde consiguió empleo en un instituto de formación profesional y empezó a mantener una vivienda a escondidas, ubicada en las afueras.
Ese sería el lugar en el que posteriormente concretaría la mayoría de los asesinatos.
Asesinatos, canibalismo y la detención del “Destripador rojo”
El primero de ellos fue en contra de la niña de 9 años que esperaba en la parada de autobús.
Dos días después de que la pequeña desapareciera, su cadáver fue hallado en un río cercano con rastros de haber sido apuñalada, mientras que también le había sacado los ojos, un macabro acto que posteriormente replicó en otras de sus víctimas.
“Lo hacía porque creía que en los ojos se quedaba la imagen de la última persona a quien había visto la víctima”, explicó recientemente a Cadena SER el académico de criminología de la Universidad Rey Juan Carlos de España, Alberto Albacete, tras hacer una revisión del caso.
La segunda persona que murió a manos de Chikatilo fue una joven de 17 años que ejercía como prostituta, quien fue asesinada el 3 de septiembre de 1981.
Al igual que con la niña de 9 años, la encontró en una estación del transporte público —específicamente en una de trenes— y la llevó a un bosque en el que trató de tener relaciones sexuales con ella.
Cuando la instancia no salió como él deseaba, sacó un cuchillo que siempre llevaba con él, para luego darle múltiples puñaladas.
De esa manera, continuó cometiendo decenas de asesinatos en periodos saltados de tiempo. Todos bajo una modalidad parecida y hacia víctimas que generalmente estaban solas en estaciones de trenes o paradas de buses.
Uno de los puntos que más impactaron a las autoridades cuando descubrieron al responsable de esta masacre, es que Chikatilo tendía a mutilar órganos de los afectados y, en ciertos casos, incluso llegó a practicar el canibalismo.
Asimismo, cuando abandonó la docencia en 1979 y empezó a trabajar para una empresa que vendía materiales de construcción en Rostov, comenzó a viajar más, por lo que fue sumando nuevas víctimas en distintos lugares.
Cifras rescatadas por La Nación detallan que solo hasta 1984, llevaba un total de 24 muertes en su historial.
Ese mismo año fue detenido por un policía, quien vio cómo se acercó a varias jóvenes en una parada de bus.
Cuando los agentes revisaron las pertenencias que llevaba, vieron que en su maleta tenía un cuchillo, una soga y unas muestras de material pornográfico. Sin embargo, aquello no les llamó mayormente la atención y pensaron que Chikatilo no parecía ser un criminal, así que lo dejaron irse al poco tiempo.
Al año siguiente cometió otro atentado.
Según el libro de Cullen, las autoridades soviéticas no consideraban en ese momento la posibilidad de que existiese un asesino serial en su territorio, debido a que lo veían como un fenómeno propio de Estados Unidos y el mundo occidental.
Ese punto fue clave, ya que ni siquiera se permitía informar sobre estos brutales ataques en los periódicos.
Aún así, en noviembre de 1990 —casi un año antes de la caída de la URSS— un policía vio a Chikatilo salir de un bosque con sus zapatos embarrados y rastros de sangre en el rostro.
Le pareció sospechoso, por lo que le solicitó sus datos personales.
Al día siguiente se encontró otro cadáver de una niña en las cercanías de ese sector, por lo que rápidamente pensaron en él como un presunto culpable y fueron a arrestarlo.
Quedó en prisión preventiva.
En un inicio, Chikatilo se negó a cooperar con la investigación y a confesar sus crímenes, por lo que le pidieron a Alexander Bukhanovksy, un psiquiatra que había escrito un extenso perfil sobre él, que tratara de convencerlo.
Bajo ese objetivo, el especialista se reunió con el acusado y le leyó cada una de las más de 60 páginas que había desarrollado.
Cuando terminó de recitar el detallado archivo, Chikatilo se emocionó. Y según contó el psiquiatra en una entrevista con The Guardian en 1999, ese mismo día de 1990 reconoció su culpabilidad por los asesinatos de 56 mujeres y niños, además de manifestar su disposición a ayudar a encontrar el resto de los cadáveres.
Dos años más tarde, en abril de 1992, inició su juicio formal en los tribunales, instancia en la que fue posicionado en una especie de jaula para impedir que los familiares de los fallecidos se levantaran para agredirlo.
En su defensa, aseguró que no tenía intenciones de asesinar, pero que una fuerza interior lo hacía perder el control. Luego, insultó a quienes estaban ahí y hasta se bajó los pantalones.
Los peritos sugirieron que lo hizo para aparentar que enfrentaba problemas de salud mental, lo que podría haber reducido su pena y desembocar que fuese llevado a un psiquiátrico, pero aquello no le resultó y fue culpado por atentar contra un total de 53 personas.
El último sonido que escuchó Andréi Chikatilo, “El carnicero de Rostov”, fue el del tiro detrás de su cabeza en febrero de 1994.
La película Ciudadano X (1995) —disponible en HBO Max— está inspirada en su historia, además de otros filmes como Evilenko (2004) y El niño 44 (2015).
Según una crítica de cine publicada el año pasado en El País, esta última es la que presenta contenidos más explícitos, hasta el punto en que una reseña del New York Post la calificó como “una extraña mezcla entre Doctor Zhivago (1965) y El silencio de los corderos (1991).
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