La IA va tras el agua de Latinoamérica: el costo oculto de usar chatbots y por qué debería preocuparnos
Las grandes empresas que planean instalar centros de datos de Inteligencia Artificial en el sur global no miden cuánta agua requieren para funcionar. Esto podría poner en aprietos a países de Latinoamérica que se encuentran en sequía.
Son millones las personas que cada minuto están ocupando una herramienta de Inteligencia Artificial o haciéndole preguntas a chatbots, como ChatGPT. Y aunque muchos perciben que la IA es algo que no existe de forma tangible, la realidad es que sí tiene una forma física en el mundo real, y está amenazando la sustentabilidad del planeta.
Para hacer posible el uso de la IA, se requiere infraestructura, combustibles y manos de obra reales: los centros de datos, donde se almacena y procesa la información de esta tecnología, demandan demasiados recursos naturales para su funcionamiento.
A raíz de ello, desde hace un tiempo se abrió el debate de si la IA será el próximo gran pilar de la destrucción del mundo, pero no por una posible invasión de robots inteligentes, sino por el costo de electricidad y agua que requiere para funcionar.
Para hacerse una mejor idea, según The New York Times, “una consulta a ChatGPT requiere casi 10 veces más electricidad que una búsqueda normal en Google”.
Y ahora, como el agua es también un recurso indispensable en el funcionamiento de la tecnología y los chatbots, el medio Wired advirtió que se están instalando varios centros de datos en el sur global, es decir, países de Latinoamérica, África, Medio Oriente y el Caribe.
Esta es una situación preocupante para los países del hemisferio sur, pues el agua es escasa incluso para otras funciones vitales de la sociedad, por lo que la IA podría ser más un problema que una solución.
Cómo funcionan los centros de datos de la Inteligencia Artificial
Según explicó Wired, la “columna vertebral de la industria de la IA”, que son los centros de datos y las “nubes”, están hechos de “rocas, litio en salmuera, petróleo crudo, agua y, por supuesto, energía”.
Se trata de infraestructuras e instalaciones gigantes que deben soportar los colosales requisitos de energía, refrigeración y almacenamiento que requiere la Inteligencia Artificial.
Para ello, las instalaciones cuentan con hardwares de lujo: hay que imaginar salas llenas de GPU (como los componentes de un computador convencional), cables, circuitos y sistemas complejos de refrigeración por aire en racks que demandan mucha electricidad para poder mantener la temperatura ideal.
Según la Agencia Internacional de la Energía, el consumo mundial de electricidad de los centros de datos ronda los 460 teravatios-hora (TWh) y se espera que en 2026, la cifra llegue a 1.000 TWh.
Para hacerse una idea de la magnitud, el consumo total de electricidad en toda Francia en 2022 fue de 459 TWh.
De acuerdo a la información de Observer, las grandes empresas como Google, Meta, Microsoft, Amazon y OpenAI tienen sus centros de datos en Estados Unidos, Irlanda, Alemania, Luxemburgo, China, Japón, Australia y Brasil.
Sin embargo, ahora Wired ha advertido que hay planes para instalar estas plantas en varios países del sur global, incluido Latinoamérica.
El plan de instalar centros de datos de IA en América Latina
Querétaro, uno de los estados con mayor crecimiento económico en México, está en proceso de establecer 26 centros de datos. Incluso, algunos de ellos ya están operativos, según Marco Antonio Del Prete, secretario de Desarrollo Sustentable mexicano.
No obstante, la demanda energética de todas estas instalaciones será de 600 megawatts y representará “inversiones que superan los 10.000 millones de dólares en los próximos 10 años”.
Estas plantas necesitarán también contar con mucha agua para funcionar. Y con ello, los municipios cercanos a Querétaro que están enfrentando una profunda sequía, podrían verse afectados.
Por ejemplo, Colón, un municipio donde se instaló el primer campus de centro de datos a gran escala de Microsoft en México, tiene a sus principales presas de agua casi secas, los agricultores tienen problemas para regar sus cosechas y las familias solo pueden contar con agua embotellada que transportan desde otras zonas del país.
Y aunque recibir a las grandes empresas que invierten y aportan al desarrollo de las ciudades en el continente es una buena noticia, el problema es que “la mayoría de los operadores de centros de datos aún no monitorean su impacto en el uso de agua, las emisiones de carbono ni la gestión de desechos electrónicos”, se lee en una encuesta de Uptime Institute.
Hasta ahora, según el informe anual global de la organización, la mayoría de las grandes empresas solo monitorean y transparentan su consumo de electricidad, pero casi no rastrean el uso de agua, las emisiones de carbono o la eliminación de los desechos electrónicos.
Esto iría en contra de los discursos y prácticas de sostenibilidad que presumen tener.
“Si eso es cierto, el impacto climático de dos tercios de los centros de datos no está siendo controlado de manera efectiva”, escribieron desde Wired.
Otro país que podría verse afectado por la llegada de centros de datos a Latinoamérica sería Uruguay: Google aseguró que su futuro centro de datos en la capital, Montevideo, requiere 7.6 millones de litros de agua potable al día para poder funcionar.
No obstante, el país vive una sequía histórica desde hace tres años.
Ante esta situación, algunos gobiernos ya han comenzado a limitar a las nuevas instalaciones de centros de datos: por ejemplo, en Singapur, estas infraestructuras representaron el 7% de la demanda de electricidad del país en 2020, por lo que las autoridades comenzaron a imponer restricciones.
Pero el problema del consumo de recursos naturales de la IA sería peor en países en desarrollo.
Según la UNCTAD, agencia de la ONU para el comercio y el desarrollo, “los países en desarrollo se ven afectados de forma desproporcionada por los daños medioambientales”.
Es por esto que se hizo un llamado a cuestionar la sostenibilidad económica y medioambiental de las inversiones que proponen las empresas de IA, pues al menos en Latinoamérica, podrían terminar por destapar una grave crisis hídrica que se acrecienta cada vez más por el calentamiento global y el cambio climático.
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