La verdadera naturaleza de una foto
Estuvo recién en Chile, en un viaje de tres semanas. El fotógrafo José Benito Ruiz, que ha ganado múltiples premios por su trabajo gráfico de la naturaleza, es el primer embajador de la fotografía española en el mundo y actual presidente de la Federación Internacional de Fotógrafos de Naturaleza. "No tengo ego", aclara de entrada.
Sonríe radiante dentro de su metro noventa de altura. Rapado como budista, al fotógrafo español José Benito Ruiz (52) no se le nota cansancio tras las 14 horas de vuelo desde Europa a Santiago. Bajó del avión, pasó al hotel media hora y ya está listo.
Benito Ruiz es dueño de una poderosa capacidad de ver más allá: posee una observación precisa y preciosa que plasma en fotografías que le han dado fama internacional por más de tres décadas. Basta una vuelta por Google y aparecen increíbles tomas, como la de un murciélago desplegando sus alas bajo una rama con flores, o la de una colorida ave que reposa mientras su reflejo se dibuja en la superficie del agua, o la de un puma de Torres del Paine con su cabeza recortada por la luna llena.
Sus fotografías parecieran contar secretos de un mundo que no terminamos de conocer y que miradas como la de Benito ayudan a esclarecer. Lo mismo debieron pensar en Londres, hace tres décadas, al ver su trabajo. Él tenía 22 años y llegó a la capital inglesa con un cargamento de diapositivas de animales -de los que escasamente había registros en el Viejo Continente-, sumado a una magnífica desfachatez. Se fue a una cabina telefónica y, como jugando, se puso a llamar a las agencias de fotografía. No conocía a nadie ni nadie lo conocía.
"Llamé a la primera, Planet Earth Pictures. Una señora me dijo: '¿Usted ha hecho una cita?' Y yo, que no, que vengo con mi maleta desde España. Ella no lo podía creer y vino a buscarme a la cabina. Me llevó a sus oficinas, vieron mis fotos y dijo: 'Usted queda admitido en la agencia, nos gusta su material'. Pensé que eso había sido demasiado fácil. Le di gracias, pero quise ver al siguiente de la lista. Era la Oxford Scientific Films e igual que en la anterior me recogieron, me dieron de comer, vieron mis fotos y dijeron: 'Usted está admitido'. En España me hubieran dado una patada y echado del edificio", confiesa divertido.
Era 1988, el año que comenzaba un despegue que no ha parado hasta hoy.
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Foto: José Benito Ruiz | Chauen, Marruecos.[/caption]
Sin ego
La primera cámara se la regaló su abuelo a los 12 años y, cuatro más tarde, su padre se la renovó con una réflex. Benito aprendió de manera autodidacta el arte de dibujar con luz, que se sumó a la pasión de ver lo más cerca posible -como pocos lo han hecho- a los animales. En Alicante, su tierra natal, daba muestras de un tesón poco común para un joven: vigiló la guarida de un buitre quebrantahuesos por más de un mes para poder hacer la toma que deseaba: "Volví sin ninguna foto", rememora.
Lo que sí logró crear fue una innovadora técnica para la fotografía nocturna que le permitió ganar, por partida doble, el Wildlife Photographer of the Year en 1993. Este galardón se ha repetido en su historia otras cuatro ocasiones, sumándose a una decena de otros premios que lo catapultaron como referente a nivel internacional.
-Con tanto éxito y reconocimientos desde joven, ¿cómo manejas el ego?
-No tengo ego y es pretencioso decirlo. Ahora me han nombrado el primer embajador español de la fotografía. ¿Es un premio? No, es una responsabilidad, representas algo muy grande y hay que saber estar… ¿entonces ego? ¡Me hubiera metido a cantante! Hay que recordar siempre de dónde uno viene: de las fotos desenfocadas o cortadas que has sacado en la vida.
Luego de los primeros premios de 1993, fue llamado por la BBC para trabajar en la Unidad de Historia Natural. Fue el primer fotógrafo contratado y le dieron una asignación envidiable: retratar África. Eran tres mil kilómetros de viaje entre Zimbabwe, Botswana, Zambia, Namibia, Kenia, Tanzania y Sudáfrica.
"Se me abrió el mundo de la experiencia. Estaba viviendo en una burbuja, en una nuez, y el mundo está ahí afuera. Encontré de golpe mi primer gran viaje, una cultura y paisajes totalmente distintos: los masáis, sus tribus, las formas de hacer todo distinto. Cuando viajas a algún lugar en donde casi nadie te entiende, se hacen importantes el lenguaje corporal, la forma de comportarte… el caso es que los masáis me dejaron hacer lo que quisiera".
Desde entonces no paró y su recorrido por el mundo lo ha llevado a casi una treintena de naciones. Entre sus favoritas, hay dos extremos: Islandia y Namibia. "A la primera siempre voy en febrero, cuando las temperaturas son lo más bajas posibles y están las máximas nevadas. En invierno el cielo se ve muy despejado y frío, pero lo prefiero aún más con temporal. Me gustan los desiertos blancos. Y en Namibia, me encantan los desiertos amarillos".
Los gigantes rocosos que descansan en las costas de la isla sueca Farö es otro de los lugares que entran en su ranking de afectos.
Al igual que el cineasta Ingmar Bergman, quedó imantado por estas megaesculturas naturales hechas por un dios loco. No es raro verlo metido hasta las rodillas en el torrente gélido del mar Báltico con trípode y cámaras, luchando contra la corriente para encuadrar y capturar ese mundo singular que se revela sólo a sus ojos.
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Foto: José Benito Ruiz[/caption]
Educar para evolucionar
Benito Ruiz tiene agenda copada hasta marzo del 2021. Cada año da más de 50 conferencias, pero además ha publicado 19 libros, ha participado en documentales de naturaleza, ha generado una exposición que giró por todos los sitios públicos de España durante tres años -"100% Natural"- y puso en la web un completo y gratuito programa de educación llamado "Un Año de Fotografía", que ha sido bajado 7,5 millones de veces.
En su último viaje a Chile, en noviembre, un sábado en la mañana dio una charla en la Fundación Telefónica. La sala estaba llena, con más de 500 asistentes. Benito, durante más de una hora, contó historias y mostró las fotos de un viaje por Torres del Paine. Un lugar que él define como un paraíso.
La conferencia, organizada por Nat Photo -empresa de excursiones y cursos de fotografía radicada en Santiago-, pasaba del silencio respetuoso a llenarse de risas con las anécdotas del español, como por ejemplo cuando explicó los cuidados que hay que tener para que no te asalten y la posibilidad de usar el trípode como último recurso disuasorio. Sus relatos, inefablemente, tienen sabor a calle, tierra y viajes.
Aunque se formó a sí mismo, Benito cree que la educación es una herramienta para evolucionar más rápido y evitar las "fotos vacías", esas que no tienen mensaje ni intención. "Muchos me dicen: '¿qué se siente vivir de la fotografía?', pero se equivocan porque yo vivo en ella, no de ella. Es mi mundo. No la ordeño como a una vaca, yo vivo dentro de la fotografía, sé cómo late, sé lo que va a pasar", confiesa.
Durante cada viaje realiza actividades gratuitas: charlas liberadas o el acompañamiento de fotógrafos en terreno. En España, Benito no cobra por conversatorios que duren menos de dos horas y los traslados salen de su propio bolsillo.
-¿Es un apostolado? ¿Tu legado en vida?
-No. Es mi forma de entender la fotografía. Yo vivo gracias a ustedes, entonces tengan de mí lo que necesiten. El que tiene medios va a conseguir lo que quiera por aquí o por allá, el que no tiene medios o le haces un gesto o no lo va a conseguir nunca.
Naturaleza humana
-En tu blog citas al destacado fotógrafo Niall Benvie, que dice que cuando muera verá todas las fotos que nunca pudo sacar.
-¿Cuál es la imagen que te gustaría hacer antes de desaparecer?
-Me gustaría hacer una foto que trajera mucha alegría y esperanza, pero esto es muy fácil de decir y muy difícil de hacer. Sueño con esa foto porque yo vengo de la parte oscura… mi fotografía trascendental viene más del sufrimiento.
Se refiere al registro de más de 25 casos de personas que viven situaciones límites y que son parte de su libro Composición en fotografía. El lenguaje del arte. Allí, la naturaleza se muestra en dolores humanos que padecen, por ejemplo, una madre con alzheimer que es cuidada por su hija, mientras sus recuerdos se desvanecen; una chica que a los 14 años tiene dos dolorosas fibromialgias que sólo pueden ser aplacadas mediante un coma inducido de 72 horas cada semana; o el rostro de una mujer que pierde a su hijo de cinco años de manera trágica.
Para Benito Ruiz el contacto con la naturaleza humana ha sido tan importante como el trabajo efectuado dentro de un ecosistema virgen: "Yo voy a un paisaje y a mí lo primero que me sale es pedir perdón, porque siento que eso estaba ahí antes que nosotros. La conservación de la naturaleza es, entonces, reconocerle nuestro respeto. Esto me lo pide todo mi organismo. Es una posición más que política, anímica o espiritual. Bebes, comes y respiras de la naturaleza y hay que tenerle respeto a lo que te tiene vivo".
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