Ese día de 2008, tres años antes de su muerte, Raúl Ruiz volvió al departamento donde vivió con sus padres, en Huelén 115, y le dijo a su mujer, la cineasta y montajista de sus películas, Valeria Sarmiento, lo que estaba por venir.

-Está difícil terminar esta película. Se van a necesitar unas sordas y plata para que salga a la luz -fue su diagnóstico tras ver las imágenes en blanco y negro de su primer largometraje, El tango del viudo (1967).

Filmada en esa misma casa cuando él tenía 27 años, Ruiz guardó la película en siete rollos de 35 milímetros que más de alguien creyó perdidos, pero que se conservaban en una bodega oscura del cine Normandie.

Ruiz revisó las imágenes con la ilusión de concluir el largometraje, entusiasmado porque acababa de rescatar y restaurar el corto La maleta (1963). Pero la misión era imposible de concretar. El tango del viudo tenía varios personajes, pero estaba absolutamente muda porque no tuvo dinero para montarla ni doblarla. Tampoco había guion que diera luces de la historia que 41 años antes se había propuesto contar.

Ruiz partió a Europa y no volvió a ver el material, porque se concentró en otras películas hasta que la neumonía posterior a un cáncer hepático se lo llevó a la tumba el 19 de agosto de 2011. Pero en 2017, fue su viuda, Valeria, quien se encontró con El tango del viudo. Revisando los diarios de su marido, leyó las pocas líneas que existen sobre dicho largometraje: "Será el mañana quien se ocupe de hacer sonar esta película que hoy se guarda muda". Eran las únicas señales sobre una trama que para Valeria era un completo enigma, ya que con Raúl se habían conocido después, cuando él filmó Tres tristes tigres en 1968.

"La historia gira en torno a un hombre cuya mujer se le aparece como un fantasma. El fantasma lo sigue por todas partes, debajo de la cama, debajo de las mesas... a fuerza de frecuentar al fantasma, el hombre comienza a parecerse a él, de modo que va afeminándose cada vez más, en un espiral en el que descubrimos que nunca estuvo casado, y que se trata simplemente de un desdoblamiento de personalidad y un juego esquizofrénico", leyó Valeria en las anotaciones de Ruiz.

El tango del viudo -según un artículo de la revista Ecran de la época- estaba inspirado en un poema que Pablo Neruda hizo a fines de los años 20 para Josie Bliss, una amante indígena que tuvo en Birmania y cuya presencia y ausencia en su vida hicieron que el vate la invocara con iguales dosis de nostalgia y de olvido.

Valeria no había visto la hora y 20 minutos de esa filmación que Raúl había dejado atrás sabiendo que sería muy difícil volver tras sus pasos. Pero mientras terminaban en 2017 La telenovela errante junto a la productora Poetastros -que conforman la actriz Chamila Rodríguez y el cineasta Galut Alarcón-, las palabras que le había dicho Ruiz ese día de 2008 en Huelén comenzaron a rondarla también como un fantasma.

"Lo que hice fue seguir lo que yo creía que Raúl habría imaginado si se encontraba frente al reto de terminar el filme", reconoce hoy Valeria desde París.

-Necesito que rescaten los rollos y que comiencen el trabajo de descifrar los diálogos con la ayuda de personas sordas para saber de qué se trata -les pidió a Chamila y a Galut en 2017. Pero cuando éstos fueron a rescatar los rollos para poder desentrañar el misterio, éste sólo se agrandó. En el sótano del Normandie esperaban encontrar siete rollos, pero sólo había seis. Y además el último de ellos estaba marcado con la palabra IDIOTA.

-Nos obsesionamos durante un año buscando el rollo que faltaba, porque el que decía que era el uno y estaba marcado como El tango del viudo, al pasarlo tenía una película a color nada que ver. Preguntamos en todos lados pero ni rastro. Finalmente Valeria fue concreta: "Avancemos con lo que hay", nos dijo -recuerda Chamila.

Chamila y Galut vieron el material y se sintieron fascinados, pero a la vez empantanados. Maravillados con las imágenes de un Santiago bohemio ya inexistente, donde las personas de todas clases sociales vestían elegante en las calles del centro, donde se ve la fachada de Il Bosco y la casa de Huelén intacta, no lograban identificar hacia dónde iba la historia que Ruiz había filmado.

-Las imágenes, además de estar mudas, eran abstractas e incoherentes. El material era evanescente y muy difícil de asir -dice Chamila.

-Además el rollo número 7, el que decía IDIOTA, lo hacía aún más pesadillesco porque tenía pedacitos de escenas que ya habías visto en los demás, pero que entre medio tenían un elemento nuevo que te dejaba descolocado. El tango del viudo te llevaba a un nivel de inconsciencia y experiencia sensorial que no podías racionalizar -agrega Galut.

Chamila y Galut quedaron aún más sorprendidos cuando en medio del material inconexo, caótico y dadaísta, apareció un cameo del propio Ruiz. Lozano aún, sonríe mientras camina por la Alameda de los años 60 y filma a un grupo de actores que hoy en su mayoría están muertos como él.

Los únicos actores sobrevivientes de esa cinta son Delfina Guzmán, Shenda Román y Luis Alarcón, quien hace el papel del amigo del viudo en el largometraje. Galut, que es hijo de Luis Alarcón, recurrió a su padre para saber más sobre el filme. Pero éste, casi en los 90 años, apenas se acordaba de lo que se trataba o del personaje que había encarnado.

-Lo único que atesoraba era la experiencia de filmar con su amigo Raúl. Que habían comido sopa de remolacha, que tomaron damajuanas de tinto y pipeño mientras rodaban y que habían zapateado -cuenta su hijo.

Investigando la época, Poetastros llegó a saber algunas otras cosas: para rodar El tango del viudo, Ruiz se había tomado la casa de sus padres durante una semana mientras estos estaban de vacaciones. Y había invitado a los amigos que se había hecho anteriormente en el TUC (Teatro de la Universidad de Concepción) para que la protagonizaran.

Pero había un detalle que hacía aún más arduo descifrar las imágenes. La intención del cineasta fue que Delfina, Shenda y Luis interpretaran la historia "a lo penquista". Es decir, que actuaran sin actuar. Razón por la cual los personajes apenas modulan en la filmación.

-Raúl venía del mundo del teatro en 1967. Acababa de hacer la obra Dúo. Pero en el TUC habían sido revolucionarios en la forma de ejercerlo. Mientras el público estaba acostumbrado a un teatro muy acartonado, donde el gesto se alternaba a la perfección con el gesto y la palabra muy bien dicha, ellos consideraron que esta forma era muy poco realista y generaron su propio método: no impostarían la voz ni declamarían los textos, sino que hablarían en chileno, rápido y en un volumen cotidiano. Su teatro era tan íntimo y privado que ponía incómodo al espectador y en El tango del viudo está esa manera: es como si los actores susurraran en lugar de actuar -explica Galut.

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-El hecho de estar enfrentados a un mundo de silencio total, de mudez, donde el único mecanismo que teníamos para traer el sonido que sale de ese silencio era gente que no escucha, me hizo encender la cámara -cuenta Galut, para explicar por qué comenzó a filmar el proceso de reconstruir el sonido de El tango del viudo.

A ese trabajo documental lo llamó Raúl Ruiz desde el silencio. Allí se ve a Delfina Guzmán, Shenda Román y Luis Alarcón frente al proyector con las imágenes en blanco y negro. No entienden ni una palabra de lo que habían dicho en aquella filmación.

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Delfina Guzmán, Luis Alarcón y Shenda Román viendo el largometraje en el que participaron hace medio siglo. Foto: Matías Baeza

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-Raúl filmaba con una rapidez increíble y con una imaginación desbordante, pero además ya tengo 91 y mi memoria es como la mierda -se excusa hoy Delfina.

Para Shenda -ahora al teléfono- el asunto es simple: en ese entonces "Raúl era un geniecito menor que nosotras" y no importaba qué les pidiera, porque ellas iban a todas con él.

-Era un período maravilloso. Nos habían echado de la Universidad de Concepción y nos habíamos venido a Santiago a hacer arte para todo el mundo, no para unos pocos. Con esa fuerza y capacidad de crear es que debimos llegar a filmar. Recuerdo que Raúl no usaba guion, sino que te pasaba pequeños papelitos. Y con una botella al hombro te explicaba tan bien lo que tenías que hacer que todo era muy natural. Con dos chauchas en el bolsillo hicimos todo; así era en ese tiempo: todo se hacía a lo amigo -cuenta Shenda. Pero de su personaje o de la historia, ni luces. No se acuerda de nada más.

-Se van a necesitar unas sordas y plata para poder sacarla a la luz -le había dicho Raúl a Valeria. Y es así como a esta historia terminarían integrándose el año pasado tres mujeres que se convertirían en verdaderas heroínas para el equipo. Porque Carolina Mujica (55), Carmen Gloria Uribe (47) y Carmen Figueroa (46) lograrían leer los labios de los actores de El tango del viudo.

-Es como si hubiésemos estado predestinadas a rescatar una película que se creía perdida- dice Carmen Gloria, con la ayuda de una intérprete de lengua de señas.

A Carmen Gloria le emociona haber participado de esta misión, tanto como sentir la vibración del punk cuando pone su mano sobre el parlante donde suena The Clash o INXS. Junto a sus compañeras, coinciden en que sacar a la luz "El tango del viudo" fue una hazaña total.

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Para Chamila y Galut, encontrarlas a ellas -expertas en lecturas de labio facial, señas y expresión corporal- también fue una odisea. Debieron hacer un casting de sordos, pero ni siquiera cuando llegaron a una pareja que trabajaba interpretando videos para la PDI lograron que se atrevieran a tomar esta misión.

-Investigamos mucho. Preguntamos en agrupaciones de sordos, llegamos a unos de Concepción pero no resultó. Estábamos desesperados, hasta pensé en conseguirse un software que leyera labios, cuenta Galut.

Un día se acordaron de que el documentalista José Luis Torres Leiva había hecho Ver y escuchar (2013), donde sordos y ciegos intercambian sus vivencias sobre la luz y el silencio. Lo llamaron y él les recomendó a Carolina Mujica, la primera mujer sorda en sumarse al equipo. Pero cuando se juntó con Chamila y le mostraron algunas imágenes de El tango del viudo, ella hizo el mismo gesto que hacían todos frente al material mudo: se tomó la cabeza con las manos.

Carolina trabaja hace 23 años en Senadis (Servicio Nacional de la Discapacidad) y había hecho antes lectura labial. Pero ni interpretar la declaración de un sordo preso, confirmar el garabato de un futbolista a su entrenador o rellenar el audio cortado de un discurso de Gladys Marín en Rusia -que un canal le pidió descifrar para hacer un documental-, había sido tan difícil como ponerles voz a los actores de Ruiz.

Carolina lo cuenta con lengua de señas. Dice que se llevó las imágenes para la casa, para estudiarlas, pero que pronto llegó a la conclusión de que no podría sola.

-Conozco a dos personas que son las mejores -le dijo a Chamila. Así llegaron Carmen Gloria Uribe y Carmen Figueroa, hija del ex director de la Fundación Neruda, Juan Agustín Figueroa.

Trabajaron tres meses en el Centro Cultural de Ñuñoa. Pero ni juntarse tres veces a la semana era suficiente; a veces, dicen, estaban cinco horas y apenas lograran descifrar una palabra. Las tres optaron por llevarse las imágenes a la casa y siguieron estudiando allí el material. En un WhatsApp que crearon con el nombre "Lectura labial", se iban compartiendo los hallazgos. Pero no siempre coincidían, y entonces tenían que volver a ver la película otra vez: en cámara lenta, en cámara rápida. Hasta estar seguras.

-Esto fue igual como si alguien lanzara una bolsa con miles de piezas de rompecabezas al suelo. Tuvimos que buscar una a una las piezas e ir armándolo de a poquito. Una misión imposible -dice Carolina.

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Las tres lograron recuperar el 80% de los diálogos de El tango del viudo, porque tienen un denominador común que no todos los sordos poseen. Además de hablar perfecto en lengua de señas, todas crecieron en familias que desde niñas las formaron para desenvolverse autónomamente, y cuyos padres procuraron modular muy bien para comunicarse con ellas.

-La lectura labial no es fácil. Requiere mucha práctica y si a ti no te estimulan desde chica a contactarte con oyentes o a leer y estudiar para tener comprensión lectora, no se puede lograr. Yo diría que sólo el 0,5% de los sordos lo sabe hacer realmente bien -dice Carolina.

Las experiencias de las tres, en ese sentido, fueron buenas. Carmen siempre fue a colegios de oyentes y la mandaban a hacer las compras, para luego sentarse a la mesa donde todos los que llegaban a comer tenían el deber de modular y no taparse la boca mientras hablaban para que ella pudiera leer los labios. Y Carmen Gloria cuenta que a falta de buenos colegios para sordos en esa época en Chile, sus padres la pusieron en un internado en Buenos Aires con especialidad oralista cuando ella tenía apenas dos años.

-Nunca me mostraron la lengua de señas como una opción. Estaba prohibido. Yo tenía que practicar sobre todo la lectura labial, modular, manejar la respiración y la pronunciación. Día y noche me enseñaban a pedir lo que quería de esta manera. Luego me fui a vivir a Punta Arenas y entré en una escuela oyente. Recién en Santiago conocí a personas sordas. Era algo que me hacía mucha falta: mirarnos, usar las señas, compartir experiencias -dice Carmen Gloria.

A Carolina también pensaron llevarla a Argentina. Pero era muy apegada a su abuelo. Y él, más que su padre, que la sobreprotegía en demasía, fue el que se aseguró de que estudiara en un colegio carísimo (La Purísima) enfocado en lo oralista, y el que le recordó siempre que su discapacidad no era una limitante.

-Mientras mi papá me cuidaba y trataba de que me hablaran poquito porque era sorda, y la empleada me daba las cosas sin siquiera pedirlas, mi abuelo me empoderaba -dice Carolina, quien se emparejó varias veces, se separó y tuvo una hija oyente al igual que su compañero actual. Se encarga de capacitar en inclusión a los funcionarios públicos a través de Senadis.

Carmen Gloria es diseñadora de modas, y trabaja empoderando a mujeres sordas en igualdad de derechos y formas de prevenir la violencia de género a través de la fundación Nellie Zabel. Carmen, por su parte, es la más matea de todas: luego de estudiar licenciatura en Historia y Estética en la UC, su padre la mandó a hacer un magíster en España. Al volver estudió Pedagogía y se convirtió en viajera: en su refrigerador están los magnetos que ha traído del sudeste asiático, de Sudáfrica, de países latinoamericanos. Hoy hace clases de historia para oyentes y sordos en un centro de formación técnica y en dos universidades. Riendo confiesa que sus alumnos saben que no pueden copiar porque ella sabe leer los labios y porque además durante las pruebas usa lentes de sol.

-Una cara o una boca que se mueve, todo el curso un 1.0 -les dice.

Las tres son lectoras, tienen televisores grandes para practicar la lectura de labios y son muy expresivas. Miran directo a los ojos: desde la vista captan la información y sus cabezas la procesan en velocidad crucero. Todas usan audífonos que les permiten entender algunos sonidos ambientales, que potencian sus escasos restos auditivos. En la casa de Carmen, una luz roja en su living se enciende cada vez que tocan el timbre.

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Luis Alarcón, parte del reparto de El tango del viudo. Foto: Gentileza de Poetastros

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Pero aún con toda esa experiencia a cuestas, descifrar El tango del viudo era un desafío de proporciones. Chamila y Galut dicen que fueron muy valientes. Porque al no haber guion y con actores actuando "a lo penquista", en imágenes inconexas y sin orden narrativo, el esfuerzo de concentración que ellas tenían que hacer era aún mayor. Terminaban exhaustas.

-Yo me acuerdo que la primera vez que vimos la película, las tres mirábamos la tele y luego entre nosotras y no podíamos creerlo. A los actores no se les entendía nada. Además, la película era demasiado loca -cuenta Carmen Gloria.

Debieron repetirse la película una y otra vez. Además de leer los labios se concentraron en leer la expresión corporal y facial de los actores.

-Delfina, por ejemplo, hablaba como cuica, con la boca muy fruncida. Y Lucho Alarcón apenas modulaba, era el más difícil. Pero además la película era muy fantasiosa y queríamos ser absolutamente fieles a lo que allí se decía: ¿en qué orden van las palabras?, ¿qué quiere decir el director con esta imagen? Teníamos que volver a ver los rollos, cambiar la frase de lugar para ver si calzaba, encontrar la palabra que faltaba. Uf, era muy cansador, pero cada hallazgo nos llenaba de felicidad -dice Carolina.

Junto con exponerse por horas a la pantalla, tuvieron que sumergirse en el universo de Ruiz. Mientras Carmen Gloria leyó sus diarios buscando alguna palabra suelta que la ayudara, Carmen se sumergió en la época en que se rodó la película, leyó sobre ese tiempo, estudió la forma en que las personas se vestían, los temas de los que se hablaban, y Carolina averiguó más sobre su biografía. Su padre era fanático del cineasta. Pero tampoco estaba vivo para ayudarla.

-Tuvimos que leer sobre los modismos, adquirir vocabulario de esa época. Porque, pesar de que todas sabíamos de la importancia y de la existencia del cineasta, era poca la familiaridad que teníamos con su filmografía: la mayoría del cine chileno no se subtitula, por lo tanto es inaccesible para la comunidad sorda -explica Carmen.

Aún así vieron Tres tristes tigres y fueron comprendiendo, poco a poco, al cineasta. Carolina confiesa que llegó a soñar con Ruiz. Que le rezaba.

-Sóplame, sóplame -le decía-, porque fue como investigar una lengua que no conocíamos. A veces hasta sentía que Ruiz se estaba burlándose de nosotros a propósito.

Los rezos parecen haber dado frutos. Porque una de esas tantas veces frente al proyector, lograron identificar que el viudo -el protagonista- tenía entre sus manos un libro de sicoanálisis y las tres se miraron como si se hubieran abiertos los cielos.

-Este tipo se está dando cuenta que se está volviendo loco -concluyeron todas al mismo tiempo.

-Desde entonces todo comenzó a fluir mejor -dice Galut.

Valeria Sarmiento, enterada del hallazgo de estas mujeres, recurrió nuevamente a los cuadernos de Ruiz. Leyendo sobre su intención de dar a una película una estructura en espiral, logró conectar el enigma de con los espejos que a su esposo tanto le gustaban. Espejos que hacen que el espectador pase una y otra vez por escenas mostradas anteriormente, pero en una experiencia sensorial que entrega nuevos significados.

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El texto reconstruido por las mujeres sordas fue leído en una especie de radioteatro que Galut incluyó en el documental Ruiz desde el silencio para saber cómo se oía. Y también fue el que trabajó Omar Saavedra con Valeria Sarmiento para construir el guion final de El tango del viudo, que fue grabado por actores como Néstor Cantillana, Sergio Hernández y Marcela Golzio, entre otros. Con la ayuda del Fondo Patrimonial Audiovisual 2018 se investigó, guionizó, montó y recuperó la voz de esta película, pero el Estado no entregó recursos este 2019 para terminar la postproducción y poder estrenarse en 2020.

Pero más allá de eso, Carmen Gloria, Carolina y Carmen se miran y aún se sorprenden de haber logrado su misión.

-Siempre se ve a las personas con discapacidad como inferiores o pobrecitos. Pero acá es al revés: nosotros logramos el protagonismo, cambiamos un paradigma. Esta película no se habría rescatado sin los sordos. Y gracias a nuestro trabajo, hicimos un aporte invaluable a la sociedad. Lo que los oyentes no podían captar, nosotros sí lo hicimos. Rescatamos un patrimonio y demostramos que la discapacidad no es una limitación, sino todo lo contrario -cuenta Carmen, con los ojos encendidos de emoción.

Chamila, Galut y Valeria lo saben y por eso hoy sólo quieren devolverles la mano. Cuentan que cuando estrenen El tango del viudo no sólo la subtitularán, sino que harán una versión para sordos.

Lo promete Chamila: "La música es de Jorge Arriagada y fue hecha con serruchos; está hermosa. Lo mínimo que podemos hacer es que la comunidad sorda acceda al material que gracias a ellas hoy todos podremos escuchar y ver y que reinaugura la cinematografía de Ruiz".