Los insectos se pasean por los libros de García Márquez
El entomólogo Aristóbulo López-Ávila llevó a cabo un inusual trabajo: censó los insectos que aparecen en toda la obra del Nobel colombiano. En total hay 392 menciones. Los más nombrados son moscardones y mosquitos. ¿Y las famosas mariposas amarillas? "Parecen ser el insecto más representativo de la obra de Gabo, pero no", aclara. Mucho más importantes, sostiene, son las hormigas coloradas.
En el último piso del Museo de Arte Moderno de Medellín se pasea un hombre con una camisa única. Es de tela celeste. Pero lo exclusivo no es eso, sino lo que está estampado sobre ella: decenas de diminutos insectos que, de tan perfectos, parecen tener vida. Hay mariposas, abejas, moscardones, libélulas, chinches, cucarachas, grillos. Que este hombre use esta camisa no es casualidad. Tampoco que esté aquí, en el festival que cada año reúne a una variopinta concurrencia en torno a la figura y las ideas de Gabriel García Márquez.
Este hombre tiene incluso nombre garciamarqueano: Aristóbulo.
Aristóbulo López-Ávila (72) es un entomólogo que pasó 40 años de su vida buscando insectos que sirvieran como pesticidas naturales para combatir plagas, sin tener que usar químicos. Estudió mucho, viajó haciendo asesorías al extranjero, hizo investigaciones largas, publicó libros científicos, presidió la Sociedad Colombiana de Entomología, fue académico en universidades. Pero no es eso lo que lo tiene aquí esta noche en que hace calor, pero también llueve. La razón que lo trajo desde Bogotá a Medellín, invitado especialmente por la fundación Gabo -organizadora del festival-, es que además de su trabajo oficial, este hombre emprendió por su cuenta una tarea titánica, un censo muy particular: revisó cada libro de García Márquez para ver cuántos y qué insectos se paseaban por sus páginas.
"Y tengo un resultado preciso. En toda la obra de García Márquez hay 392 menciones a insectos", dice satisfecho. Y lanza una carcajada sonora, que de paso le mueve su cabellera gris y desordenada que recuerda a la de Einstein.
"Yéndonos a la obra de Gabo, las mariposas amarillas son superadas por
las moscas, los moscardones y las hormigas".
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Nos juntamos a conversar dos días después en el Jardín Botánico de Medellín. Ya no lleva esa camisa única, sino una rosada bastante más clásica. El pelo cano sigue igual de arremolinado. Camina apoyado en un paraguas, porque hace un mes se golpeó duro una rodilla. Antes de hablar, Aristóbulo tiene la vista clavada en dos iguanas que trepan por el tronco de un árbol. Luego se fija en unos patos silvestres. También en unos pequeños bichos que caminan por el respaldo de la banca de madera donde se sienta.
-¿Cómo nace tu amor por los insectos?
-Conscientemente desde la universidad, cuando estudiaba Agronomía y llegué a la materia de entomología. Pero ya de niño jugaba con insectos en el jardín de mi casa. Recogía los escarabajos que estaban en el prado y los sometía a cirugías. Igual que Aureliano Babilonia, de Cien años de soledad, que de niño destripaba insectos.
-¿Por qué investigar los insectos en la obra de García Márquez?
-Cuando él se ganó el Nobel de Literatura en 1982, pensé que esto era una buena idea. Entonces empecé a releer toda su obra. Volví a mirar todos sus libros, sus novelas, sus más de 40 cuentos, una obra de teatro. Fue bastante extenso el trabajo y lo hice solo. Tomaba los libros y cualquier parte donde hubiera una referencia a un insecto, la marcaba.
-¿Cuánto tardaste?
-No lo hice con apuro. Empecé en el 83 y terminé apenas hace 4 ó 5 años. Hubo varias interrupciones, eso sí. A la primera persona que le pedí las ilustraciones de los insectos fue a un pintor colombiano muy famoso, Enrique Grau, pero se enfermó y falleció. Pasé un período largo detenido.
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Este dibujo de una mariposa amarilla, creado por el botánico William Yara, es uno de los que acompaña el trabajo realizado por Aristóbulo López-Ávila.[/caption]
-¿Cómo fuiste ordenando el trabajo?
-Leía muy despacio la obra para que no se me fuera a pasar ninguna referencia. Subrayaba y resaltaba la frase en la que estaba la mención. En algunos casos era todo un párrafo para no descontextualizar. Luego transcribía esas frases o párrafos junto a la referencia exacta de la edición del libro leído, el título, la página… todo eso que hacemos los que escribimos textos científicos. Era maravilloso cada vez que descubría alguna mención. Con las descripciones del insecto, yo podía después llegar a la especie.
Claro, porque Aristóbulo no sólo consignaba, sino que también explicaba y contextualizaba cada hallazgo. A cada insecto lo clasificaba en un orden, una familia, un género y una especie. Dice: "Por ejemplo, una vez establecidos los grupos de grillos, saltamontes, cucarachas y todos los que están en el orden de los ortópteros; yo escribía un párrafo grande sobre ese grupo de insectos y sus características, y hacía un análisis de por qué cada insecto estaba en la obra". Así lo hizo con todos los que halló en su lectura concentrada. Con luciérnagas y cocuyos, con cigarras y chinches, con pulgones y grillos, con moscardones y mariposas amarillas y tantísimos más.
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Aristóbulo repite la cifra que lo hincha de orgullo: las 392 menciones de insectos que encontró en la obra del Nobel colombiano. Explica, sin poder evitar del todo la jerga técnica, que las distribuyó en 10 órdenes de insectos. Nombra algunos: los optópteros, los coleópteros, los dípteros, los himenópteros, los sifonápteros, los lepidópteros. Hace una pausa tras nombrar a estos últimos. "A esa orden pertenecen las famosas mariposas amarillas, que parecen ser las estrellas de la obra de Gabo, pero en realidad, al menos en menciones, no lo son", explica rotundo.
"Los insectos más recurrentes en la obra de Gabo, y por bastante, son los moscos, mosquitos y moscardones, que pertenecen a la orden díptera. Aparecen como 117 veces. Los siguen, de bastante lejos, los lepidópteros, con 47 menciones. Eso incluye tanto a las mariposas como a las polillas. Y dentro del grupo, las mariposas amarillas se mencionan 19 veces".
-¿Ah, no? Cuando uno piensa en los insectos de la literatura de García Márquez, enseguida recuerda las mariposas amarillas de Cien años de soledad…
-No. Los insectos más recurrentes en la obra de Gabo, y por bastante, son los moscos, mosquitos y moscardones, que pertenecen a la orden díptera. Aparecen como 117 veces. Los siguen, de bastante lejos, los lepidópteros, con 47 menciones. Eso incluye tanto a las mariposas como a las polillas. Y dentro del grupo, las mariposas amarillas se mencionan 19 veces y sólo asociadas a Mauricio Babilonia de Cien años de soledad. No están en ningún otro libro.
-De acuerdo, pero es difícil para moscos y moscardones competir en popularidad con las mariposas amarillas, que son más silenciosas y más bellas. ¿Dónde se pueden ver?
-Las mariposas amarillas son muy frecuentes en las zonas donde se crió García Márquez en Aracataca y toda esa parte. También por acá están muy cerca de los arroyos, y se encuentran también en las playas de los ríos, de las quebradas o de los riachuelos; ellas se posan allí en enjambres para saciar la sed.
-Tienen hasta una cumbia, que es famosa incluso en Chile. Macondo se llama.
-Claro, y eso influye en que parezca ser el insecto más representativo de la obra de Gabo, cuando no lo es. Cien años de soledad se publicó por primera vez en 1967 y la canción fue compuesta sólo dos años más tarde. Todas las emisoras la tocaban. Pero yéndonos a la obra de Gabo, las mariposas amarillas son superadas por las moscas, los moscardones y las hormigas.
Enfatiza en la última palabra. Aristóbulo no esconde que es fanático de las hormigas garciamarqueanas.
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-Dices que las hormigas están nombradas más de 30 veces, en ocho libros de García Márquez.
-Sí. Y 22 de esas menciones están en Cien años de soledad. Por eso digo que las hormigas coloradas, que son las que más menciona, son más emblemáticas de la obra de Gabo que las mariposas amarillas. Y tienen también un papel más importante. Ellas fueron las que se encargaron de socavar los cimientos de la casa que luego fue arrasada al final de la novela. Además son las que se llevan al último de los Buendía, el que nació con la cola de puerco: el libro dice que todas las hormigas del mundo iban llevando a su madriguera, por el camino de piedra, al niño que era un pellejo reseco…
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Foto: Josefina Aguirre.[/caption]
-O sea, son los insectos que cierran el libro.
-Sí, cierran el libro. No es menor.
-¿Cuáles son los libros de García Márquez con más menciones de insectos?
-Cien años de soledad tiene la mayor cantidad de menciones. Hay insectos de varios órdenes. Algunos son mencionados una sola vez, como la chinche de cama. Ésa es una escena interesante. A Fernanda del Carpio se le había perdido una sortija y estaba desbaratando la casa para encontrarla. Úrsula, que ya estaba ciega, pero percibía más que cualquiera, le dijo dónde estaba la sortija: Fernanda había estado sacudiendo las esteras de la habitación de los niños; entonces allá debía estar. Y así fue, porque se la había quitado para sacudir la estera, donde había aparecido una chinche.
-El otro día comentaste que en un solo párrafo, García Márquez incluye 7 especies de insectos. ¿En qué libro?, ¿qué especies?
-En El general en su laberinto. Es un párrafo donde dice que a Simón Bolívar lo deslumbraron los mercados de Ciudad de México y hace una lista de 10 cosas que le parecieron extrañas que se vendieran. De esas cosas que menciona, siete son insectos. Habla de los gusanos colorados del maguei, que les ponen al mezcal o tequila; habla de huevos de mosco; de chapulines; o de la cucaracha de agua, que es la única mención a ella en toda su obra.
-¿Cuánto sabía García Márquez de insectos, a juzgar por lo que escribe?
-Se pueden tener varias interpretaciones. Hay algunos que dicen que no sabía mucho sobre insectos. Pero yo pienso que sí, algunas cosas. Aunque no lo diga. Volvamos a las mariposas amarillas: puede ocurrir que alguien se haga rodear de ellas si se tiene una sustancia que se llama feromona, que hoy en día se sintetiza y que a la mayoría de los insectos le produce una atracción sexual cuando están en época de cópula. Si uno la sintetiza y la pone en el aire, pues van a venir todos los insectos alrededor. La primera vez que se mencionaron las feromonas en los lepidópteros fue a finales del siglo XIX; lo hizo un investigador francés que descubrió que existía esa sustancia y para qué servía. Yo pienso que Gabo lo sabía.
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Una hormiga roja, dibujada por William Yara. Este insecto tiene un rol clave en
Cien años de soledad
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-¿Qué insectos le faltaron a García Márquez y podrían haber sido útiles en sus historias?
-A mí me gustan mucho las libélulas. Son aerodinámicas, muy bonitas, sus alas tienen algunos colores, su cuerpo es muy estilizado. De las libélulas hay sólo una mención en la obra de Gabo, está en Vivir para contarla. Y debería haberlas incluido más. ¿Sabías que una clase de ellas, las más pequeñas, cuando están en cópula dibujan perfectamente un corazón con sus cuerpos? Qué romántico. Hay otros insectos que no se incluyeron, que no son frecuentes, pero que son muy bellos: las moscas de mayo. Son un poco parecidas a las libélulas, con alas transparentes grandes y viven sólo un día.
-¿Supo García Márquez de este trabajo que hiciste con su obra?
-Estuve buscando la oportunidad de contárselo, y nunca lo logré.
Sentado ahora en el Jardín Botánico de Medellín, como parte del Festival Gabo 2019, lo de Aristóbulo sea tal vez una revancha por ese encuentro que jamás se concretó. Y tal vez el impulso le alcance incluso para concretar una idea que ya está en conversaciones: que la fundación del escritor colombiano le publique como libro su largo trabajo con los insectos de los libros de García Márquez. Él ya tiene toda la información recolectada, ordenada y escrita. Acompañada, además, de 40 delicadas ilustraciones que le hizo un antiguo alumno universitario.
Aristóbulo se pone de pie. Dice que es hora de tomarse un tintico. Antes que dé el primer paso, le disparo la última duda.
-¿Te interesaría cometer la misma odisea entomológica con la obra de otro autor?
-Buena idea, no lo había pensado…
-Da un nombre.
-Leo principalmente literatura latinoamericana. Hay un ensayista muy bueno de Colombia y que ha publicado también tres novelas; se llama William Ospina. Él podría ser. He leído también toda la obra de Fernando Vallejo, que es bastante polémico, pero a mí me gusta mucho. Debe haber en sus libros algún insecto iracundo que pica a todo el mundo, con odio.
Aristóbulo lanza entonces una de esas carcajadas suyas. Fuertísima, aunque las iguanas que aún siguen en el árbol ni siquiera se inmutan.
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