Mary Ward, la primera víctima
En 1869, esta científica irlandesa se convirtió en la primera persona en morir en un accidente de tránsito. Este hito histórico además acabó con la carrera de una mujer que, pese a las restricciones de su época, llegó a ser una ávida astrónoma y pionera de la microscopía. A 150 años de su deceso, su legado revive con la reedición de su primer libro.
"En la tarde de ayer el honorable capitán Ward, su esposa, la honorable señora Ward, los honorables Clare y Charles Parsons y el señor Biggs, tutor de los jóvenes caballeros, viajaban en un vehículo a vapor construido por Lord Rosse. El transporte avanzaba tranquilamente cuando, al girar en una esquina pronunciada de la iglesia, desafortunadamente la honorable señora Ward salió expelida del asiento y resultó herida gravemente, lo que provocó su muerte casi instantánea". Esta noticia fue publicada el 1 de septiembre de 1869 por el diario británico King's County Chronicle, y se convirtió en un registro histórico, porque da cuenta de la primera muerte producida en el mundo por un accidente automovilístico.
La tragedia ocurrida hace 150 años no sólo conmocionó al pequeño pueblo irlandés de Birr, sino que también acabó con la incesante búsqueda de conocimiento por parte de Mary Ward. Mientras otras mujeres de la era victoriana se remitían a las labores de la casa, ella decidió ir más allá y pasó gran parte de su vida estudiando el mundo y el cosmos a través de telescopios y otros instrumentos. Esa pasión la llevó a romper los moldes de su época y a dejar un legado científico que hoy está siendo rescatado con la reedición de su obra Bocetos con el microscopio, el primer libro sobre este instrumento que fue escrito y publicado por una mujer.
Mary nació el 27 de abril de 1827 en Ferbane, localidad ubicada a sólo unos kilómetros de esa esquina fatal donde, 42 años después, su cuello se partiría bajo el peso de una rueda. Ella fue la menor de los cuatro hijos del reverendo Henry King y su esposa Harriette, cuya hermana Alice fue madre del famoso astrónomo William Parsons, tercer conde de Rosse. La mansión donde Mary pasó su niñez estaba rodeada por enormes árboles y extensas áreas verdes, pero esa elegancia no estaba libre de las restricciones que la sociedad irlandesa imponía hace más de un siglo.
"La educación de las niñas fue confiada, tal como dictaba la costumbre de esa época, a una institutriz que les enseñaba sólo habilidades básicas como leer y escribir".
Susan McKenna-Lawlor
"Las hijas de ese hogar -Mary, Harriette y Jane- deben haber tenido muchas ventajas, pero había dificultades ocultas para cualquiera de ellas que exhibiera una propensión hacia los intereses intelectuales. La educación de las niñas fue confiada, tal como dictaba la costumbre de esa época, a una institutriz que les enseñaba sólo habilidades básicas como leer y escribir, aunque también las alentaba a recolectar especímenes botánicos y zoológicos", escribe la astrofísica irlandesa Susan McKenna-Lawlor en su libro Lo que sea que brille debe ser observado. En cambio, el hermano de Mary sí fue enviado a una escuela a estudiar matemáticas, física y química, disciplinas esenciales para entrar a una universidad.
A los tres años, Mary empezó a recolectar mariposas. Luego, una tarde de otoño de 1835, sus padres agasajaban a varios invitados en su hogar cuando repentinamente Mary entró corriendo e hizo un gran anuncio: había avistado el paso del cometa Halley con un pequeño telescopio. Tenía ocho años y esa experiencia la ligó para siempre a la astronomía. "Cuando ella estaba creciendo, su primo William Parsons construía en el Castillo Birr el Telescopio Leviatán, que se convertiría en el más grande del mundo durante cincuenta años. Ward registró su edificación y tanto sus dibujos como las fotos de Mary Rosse -esposa de Sir William- fueron esenciales para la reciente restauración del instrumento", escribe Gina Sigillito en su libro Las hijas de Maeve: 50 irlandesas que cambiaron el mundo.
Las observaciones que Mary hizo en ese telescopio la llevarían a reflexionar sobre formaciones como la Vía Láctea: "Estrellas, esparcidas por millones, como polvo brillante en el fondo del cielo. Estrellas, quizás cada una de ellas un sol", escribió. Pero los ojos de Ward no sólo miraban hacia el cosmos. A ella también le encantaba observar insectos y otros especímenes bajo una lupa, para luego dibujarlos. También era una aficionada a los microscopios; incluso fabricó uno con delgadas láminas de marfil, porque el cristal era escaso en la época.
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Una de las ilustraciones que realizó Ward para sus libros. Crédito: MIT[/caption]
"Cuando tenía dieciocho años, sus padres siguieron el consejo del astrónomo inglés Sir James South y le compraron un microscopio fabricado por la firma Ross de Londres. En esa época era probablemente el más fino de Irlanda y ella siguió usándolo y mostrándoselo a los demás hasta que murió", añade Sigillito. Pero a pesar de los conocimientos que adquirió por cuenta propia, la joven Mary nunca logró expandirlos en un aula formal, porque en esa época las universidades británicas no recibían mujeres.
"El hecho de que las universidades y las sociedades eruditas fueran exclusivamente masculinas no la detuvo. Mary se mantuvo al tanto de lo que sucedía pidiendo prestados libros y papers a su creciente círculo de amigos eminentes. Todo fue más fácil cuando Sir William, que ya era el tercer conde de Rosse, se volvió presidente de la Royal Society en 1848", escribe la autora de Las hijas de Maeve. Mary aprovechaba al máximo las visitas a la casa de su primo en Londres y en las cenas se rodeaba de investigadores. En una cena, una pregunta de un invitado dejó anonadado al anfitrión y Sir William confesó: "Mi prima Mary sabe bastante más que yo del tema. Le recomiendo que le pregunte a ella".
Hito científico
Mary se casó en 1854 con Henry William Crosbie Ward, quinto vizconde de Bangor. Un título prestigioso pero poco práctico, porque tras retirarse del ejército el noble nunca volvió a trabajar. Mientras él se dedicaba a la vida social, Ward hacía malabares con la menguante herencia de su marido y los ocho hijos que tuvieron. Pese a su ajetreada vida casera, Mary no se olvidó de su faceta científica y tramó un plan: publicar una guía para principiantes en el campo de la microscopía.
"Ward sabía que ninguna editorial se interesaría, porque las mujeres tampoco podían ser miembros de las sociedades de eruditos. Así que en 1857 imprimió por su propia cuenta 250 copias de su libro 'Bocetos con el microscopio'".
Ward sabía que ninguna editorial se interesaría, porque las mujeres tampoco podían ser miembros de las sociedades de eruditos. Así que en 1857 imprimió por su propia cuenta 250 copias de su libro Bocetos con el microscopio, además de centenares de panfletos promocionales. "Se agotó en semanas, incentivo suficiente como para que la editorial londinense Groomsbridge ignorara su género y la contratara. La obra fue retitulada como Las maravillas del mundo reveladas por el microscopio, y se volvió un best seller. Fue reimpreso ocho veces durante los siguientes veinte años", escribe Sigillito. Esa obra con su título original es la que la Sociedad Histórica y Arqueológica de Offaly -localidad donde está Birr- acaba de reeditar en un formato tapa dura que incluye las ilustraciones a color que la propia Ward dibujó (20 euros en www.offalyhistory.com/shop).
John Feehan nació en Birr y, además de ser geólogo, es experto en el patrimonio cultural de la zona, por lo que los editores le pidieron que escribiera uno de los ensayos que acompañan la reimpresión. "Gran parte del interés se debe a que hoy sobreviven muy pocas copias del libro original", señala a Tendencias. En su texto, describe algunos de los talentos de Ward: "Era una observadora soberbia, ya sea de las estrellas o del detalle microscópico del mundo natural en general. Una de las cosas que caracterizan su estilo de escritura es la simplicidad de su vocabulario".
El autor agrega que esa habilidad no era fácil de llevar a la práctica en esa época, porque a "inicios del siglo XIX los avances en la ciencia de la morfología requirieron del desarrollo de un léxico de términos especializados para las diferentes partes de los cuerpos de plantas y animales". Pese a ello, Ward optó por una escritura libre de tecnicismos: "Escribe como si fuera la primera en verlas y eso enciende sus ansias por comunicar su emoción a los demás". Ese afán la impulsó a escribir que "el telescopio y el microscopio nos enseñan cosas diferentes, pero en conjunto nos entregan ideas vastas de la omnipotencia del Creador".
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Otros dibujos realizados por la investigadora irlandesa. Crédito: MIT[/caption]
Michael Byrne es otro historiador local y escribe el segundo ensayo incluido en la reedición de Bocetos con el microscopio. En su texto, destaca la habilidad artística de Ward: "Fue una artista y pintora excepcional. Ilustró todos sus libros y también los de otros autores. Sir David Brewster -físico escocés y cofundador de la Sociedad Británica para el Avance de la Ciencia- visitó la casa de su padre y ella le preparó especímenes microscópicos. Además, los dibujó y los pintó. Esas ilustraciones a color se pueden ver en una revista científica de 1864 de la Real Sociedad de Edimburgo". Mary también hizo los dibujos originales de los telescopios de Lord Rosse y Newton que se ven en una biografía de este último publicada por Brewster en 1855. Además, cuenta Byrne, "en 1864, Sir Richard Owen -un famoso paleontólogo y naturalista- le pidió a Mary que le mandara una copia de su pintura de un sapo para las colecciones del Museo Británico".
El éxito de su obra sobre microscopía la llevó a publicar otro libro en 1859. Su título era Enseñanzas del telescopio, un manual para observar el cielo. El objetivo, escribe Ward, era mostrar "cómo las estrellas aparecen en cada estación (…) mientras los majestuosos planetas se mueven en sus trayectorias solemnes, cambiando de posición gradualmente entre las estrellas inmutables, tal como lo han hecho antes de nuestra época y lo seguirán haciendo cuando hayamos desaparecido". Ward cierra ese libro planteando una probabilidad que hasta hoy obsesiona a la humanidad: "El telescopio muestra que las centelleantes estrellas son soles como el nuestro y ellos, probablemente, no brillan en vano, sino que les dan luz y calor a los habitantes de un número indeterminado de planetas".
Un abrupto final
Además de sus libros ilustrados sobre microscopía y astronomía, Mary escribió otra obra sobre entomología. También publicó artículos en revistas científicas sobre temas como los cometas y el tránsito de Mercurio, lo que le valió ser una de las únicas tres mujeres de la época que recibían el boletín mensual de la Real Sociedad Astronómica. Las otras dos eran la reina Victoria y la matemática escocesa Mary Somerville. "Hacia el fin de su corta vida, la salud de Mary no era de las mejores. Estaba exhausta por la presión de manejar el hogar con un presupuesto cada vez menor, especialmente tras el nacimiento de su hija más joven, Emily, una niña enfermiza e inquieta", escribe Feehan en su ensayo.
Su falta de recursos contrastaba con la opulencia de su primo Sir William Parsons. El conde de Rosse invirtió su fortuna en la construcción del Telescopio Leviatán -el mismo que Julio Verne menciona en su libro De la Tierra a la Luna- y en el estudio de la amplia gama de máquinas que surgieron en la Revolución Industrial. Esa fascinación terminaría por condenar a Mary, porque a fines de la década de 1860, Parsons construyó uno de los primeros autos del mundo. Era un vehículo impulsado por vapor y tenía gruesas ruedas fabricadas con hierro para lidiar con los baches del camino.
"Al llegar a una curva, Mary salió lanzada de su asiento y cayó bajo una rueda trasera. Un doctor corrió al lugar y vio que presentaba cortes y hematomas, además de una hemorragia en sus oídos".
Gina Sigillito
Estos atisbos de modernidad hicieron que el castillo que Parsons tenía en Birr fuera uno de los lugares favoritos de Mary. Ese 31 de agosto de 1869, Ward fue con su esposo y los hijos de Parsons a dar un paseo en el novedoso auto. "Al llegar a una curva, Mary salió lanzada de su asiento y cayó bajo una rueda trasera. Un doctor corrió al lugar y vio que presentaba cortes y hematomas, además de una hemorragia en sus oídos. Murió momentos después (…) El certificado de defunción señala que la causa fue una 'caída accidental desde un vehículo a vapor'. Los parientes estaban tan conmocionados que desmantelaron el auto y lo enterraron", cuenta Sigillito en su libro.
Tras la muerte de Mary, su familia se mudó a la residencia conocida hoy como Castillo Ward, donde se exhiben su microscopio, accesorios, láminas y libros. Para Feehan, la influencia de la investigadora es clara: "Ella merece su lugar entre las modelos a seguir de la era victoriana, cuyos logros ayudaron a impulsar la causa de la igualdad femenina y la emancipación a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX".
En vida, sus pares de la época tampoco pasaron por alto su talento. Luego de que Mary escribiera un artículo científico en el diario The Irish Times, Sir Warren De La Rue -secretario de la Real Sociedad Astronómica- le escribió una carta de felicitación: "Permítame decirle que tales textos hacen mucho por alentar el cultivo de la ciencia por parte de los aficionados, y que Inglaterra -en cuyo concepto incluyo a Irlanda- tiene mucho de que enorgullecerse por el trabajo que hacen".
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Título: Bocetos con el microscopio; Autora: Mary Ward; Precio: 20 euros en www.offalyhistory.com/shop.[/caption]
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