Moravia: la República Checa no se agota en Praga
La capital checa es un imán que atrae a casi cinco millones de visitantes cada año. Sin embargo, la mayoría no explora otras regiones tan cautivantes como Moravia, que están a un paso. Impresionantes castillos medievales, ciudades universitarias con gran vida nocturna, urbes con una cocina de lujo y estupendos vinos son parte de la oferta morava.
El Regio-Jet avanza suave y rápido entre los verdes campos de Moravia, mientras disfrutamos de un café de grano y un croissant jamón-queso por apenas un euro cada uno. "Regio el servicio a bordo", pensamos arriba de este tren de alta velocidad que conecta Praga con la ciudad de Olomouc en apenas dos horas.
Moravia, una de las regiones más lindas de República Checa, está captando poco a poco el interés del turismo: tiene atractivos paisajes, hermosas ciudades donde aún es posible caminar sin tumultos, imponente castillos, construcciones medievales, los mejores vinos del país y una sabrosa gastronomía local.
La primera visita es al Castillo de Bouzov, a pocos kilómetros de Olomouc. Se trata de una grandiosa construcción del siglo XIII que pasó por diversas dinastías y reconstrucciones, por lo que sus estilos son diversos. Destacan pinturas y muebles de los siglos XV y XVI, una lámpara que pesa casi media tonelada, escudos heráldicos y bellos vitrales. Quien quiera casarse en este sitio, puede hacerlo: el arriendo cuesta unos 400 euros.
Olomouc es una ciudad de 100 mil habitantes; una cuarta parte de ellos estudiantes. A pesar de ser relativamente pequeña, ostenta el segundo mayor centro histórico de República Checa con una gigantesca explanada como plaza central en la que se alza la columna de la Santísima Trinidad: con sus 35 metros, es la más alta de Europa. Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, fue construida a principios del siglo XVIII como homenaje a las víctimas de la peste. A unos metros, la torre del edificio de la municipalidad no sólo permite captar estupendas vistas desde las alturas, sino que además alberga un curioso reloj astronómico. Data del siglo XV - ¡tiene más de 500 años funcionando!-, pero tras sufrir graves daños durante la Segunda Guerra Mundial fue restaurado en la era de la dominación soviética (que duró hasta 1989) con una estética muy particular: en vez de las clásicas figuras religiosas, luce doce personajes populares como un obrero, un lechero, un campesino y hasta un futbolista. Cada día, justo al mediodía, es posible verlos moverse en un carrusel, el que termina con el canto del gallo.
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El Palacio de Valtice es un hermoso castillo barroco de 1395.[/caption]
Casi no se ven turistas por las calles, aunque nos topamos con unos pocos en la Plaza de San Venceslao, donde se alza la neogótica catedral con su torre de 100 metros (la segunda más alta del país) y un interesante vecino: el museo de la Arquidiócesis, que alberga una rica colección de pinturas, esculturas y objetos, desde carruajes usados por obispos más de 400 años atrás a una selección de preciosos relicarios de estilos góticos, renacentistas y barrocos de diversas épocas.
Una tradición de la ciudad y sus alrededores son los llamados quesitos de Olomouc -Olomoucké tvarůžky-, un tipo de queso curado y de sabor fuerte e inconfundible, o los chlebíčky, una versión más tosca de la tapa española, pero muy sabrosa, que por apenas un euro saca de apuro a cualquier hambriento. Sobre un trozo de pan se combina queso, distintos tipos de jamones, tomates o huevo.
Vamos a Brno
En Brno, la plaza del Mercado de la Col está llena de gente. Además de una feria de frutas y verduras, hay unos puestos tipo feria de las pulgas. Aun así, no se acerca a la cantidad de visitantes que repletan Praga. Aquí, en la segunda ciudad más grande de la República Checa (400 mil habitantes) y capital de la región de Moravia, el turismo es incipiente y no abruma.
"A diferencia de Praga, si caminas por el centro de Brno te encuentras más con gente que vive aquí. Acá el visitante se topa con los habitantes y éstos no huyen del turista, son comunicativos", dice la guía Jitka Jiráová, en un perfecto español y con conocimiento de causa, ya que es praguense.
En la plaza, que data del siglo XIII, destacan el Teatro Reduta -uno de los más antiguos de Europa y donde Mozart dio un concierto a los 11 años- y la fuente Parnas, de estilo barroco y considerada una de las más bonitas del país: representa una cueva decorada con numerosas figuras mitológicas, además de gárgolas y defines. Y es que de mitos y leyendas la ciudad está repleta. Por ejemplo, su símbolo es un dragón y tiene su origen en una curiosa historia: siglos atrás se dice que vivía en la zona un enorme cocodrilo y que, por su rareza, se pensó que era un dragón. Los habitantes no sabían cómo deshacerse de él y un carnicero tuvo la ocurrencia de rellenar el cuerpo de un vacuno con cal viva y dejarlo a orillas del río. El "dragón" se lo comió y al entrar en contacto con el agua, explotó. Hoy un enorme cocodrilo disecado cuelga de unos de los edificios más representativos de Brno, el portal de la antigua municipalidad.
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Ferias callejeras se toman las plazas de Brno.[/caption]
La ciudad tiene atractivas esculturas de las más diversas épocas repartidas por las calles del centro. Una de las más famosas es el cronómetro o reloj astronómico, ubicada en la Plaza de la Libertad. Es muy reciente (2010), está hecha de granito negro, tiene seis metros de altura y su forma de proyectil evoca la heroica defensa de la ciudad contra el ejército sueco durante la llamada Guerra de los 30 Años (1645).
Precisamente de este conflicto surge otra curiosa leyenda local. Aquí diariamente las campanas del mediodía en la catedral suenan una hora antes. ¿La razón? Durante el largo conflicto bélico un general sueco, tras meses de fallido asedio a la ciudad, dijo que, si antes de mediodía no lograba el control, se retirarían. La noticia llegó a oídos de los checos que hicieron sonar las campanas a las 11 de mañana, en plena batalla. Sin conquistar la ciudad, los suecos se retiraron y hoy Brno sigue anunciando las 12 una hora antes.
La oferta gastronómica y de ocio en Brno no sólo es contundente, sino de calidad. Numerosos restaurantes de cocina checa pero, sobre todo, de las más variadas tendencias, suelen verse concurridos. Bares de toques vanguardistas, locales de vino, cervecerías artesanales y pastelerías abundan por la ciudad. Y con trece facultades y escuelas superiores y una población de más de 70.000 estudiantes, la vida nocturna es sumamente movida.
"Brno es una ciudad de bares, los mejores del país están aquí", dice Jitka Jiráová. Y es que 4 Pokoje (4 habitaciones), con sus corazones de neón en los muros; Ochutnávková pivnice, de atmósfera under y que rememora los 80; Super Panda Circus, uno de los hits con verdaderos shows de coctelería en la barra; o Bar, který neexistuje (El bar que no existe) con tragos de alta factura y ambiente neoyorquino, son sólo algunos ejemplos de una lista de sitios nocturnos al mejor nivel.
Por Lednice y Valtice
Moravia del Sur es una opción distinta. Localizada cerca de los límites con Austria y Eslovaquia, es una zona de viñedos, grandes castillos y pueblos pequeños, casi villorrios. Un recorrido ideal es comenzar por Lednice y Valtice, dos villas que, sumadas, conforman un área de casi 300 km2 y que es definida como el más extenso parque artificial de Europa: una sucesión de palacios, lagunas, bosques, jardines, senderos y esculturas, todo levantado por la dinastía Liechtenstein a partir del siglo XVII y que fue declarado Patrimonio de la Unesco en 1996.
Saliendo del costado del Castillo de Lednice, lugar de veraneo de los duques y que ofrece visitas guiadas por sus impresionantes interiores, su invernadero con más de 3 mil plantas tropicales y sus extensos jardines, un circuito en bicicleta lleva por atractivos construidos a inicios del 1800, como las ruinas del Castillo de Juan o el templo de Apolo, con una gran laguna llena de cisnes. Entre bosques y jardines, se pasa por grandes columnas, capillas góticas, un arco de triunfo y un minarete de 60 metros, desde donde es posible ver Lednice.
El recorrido suele finalizar en el Palacio de Valtice, un hermoso castillo barroco de 1395, pero reconstruido en varias ocasiones. Fue residencia por siglos de los Liechtenstein, con un nivel de lujo y pomposidad que competía mano a mano con la corte imperial de la cercana Viena. Hoy, además de estar abierto al turismo, alberga al Salón Nacional del Vino.
Es claro: el atractivo de República Checa no termina en Praga.
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