Del dicho al hecho, hay un buen trecho. Y es que a pesar de que ya van años en los que se ha intentado instalar en la conversación los derechos de la mujer y la igualdad de género, y aunque muchos predican apoyar la causa, pareciera ser más difícil practicar estos conceptos en la vida privada, en las acciones y palabras del día a día.
Iniciar conversaciones públicas sobre los temas que afectan a las mujeres ha sido el rol de Laura Bates, una periodista y autora británica que logró empoderar a miles de mujeres y niñas a compartir sus historias para dejar en descubierto las injusticias que viven a diario.
¿El objetivo? Llegar a hacer cambios estructurales en la esfera pública, en la política, justicia penal, policía, educación, en el trabajo y dentro de casa, en nuestros vínculos con otras personas.
Sin embargo, Bates cree que “seguimos muy programados para reproducir la desigualdad de género en nuestras relaciones personales, desde el cuidado de los niños hasta el trabajo doméstico. Gran parte de ese trabajo invisible sigue recayendo en las mujeres. No podemos avanzar de verdad en el lugar de trabajo o en la política, mientras sigamos reprimidas en casa”.
“Muchos hombres progresistas que apoyan la igualdad de género luego no la ponen en práctica en su vida privada”
Cuando alguien ve un hombre, con su bebé en coche, suele creer que es una figura “tierna” o “digna de aplaudir”, mientras que a las mujeres trabajadoras se las suele tildar de “malas madres”.
Esto responde a la normalización de género en nuestra cultura, una de las razones por las que muchos hombres no ponen en práctica la igualdad en su vida personal, según la periodista.
Pero también están en juego las políticas y sistemas públicos que impiden, por ejemplo, que el hombre pueda asumir su rol de corresponsabilidad parental por los horarios y estructuras de trabajo, donde se suele dar más libertad a las mujeres que a los hombres en los pre y postnatales.
“La sociedad nos ha preparado para que no armemos problemas, para que esperemos y aceptemos que las mujeres carguen con la mayor parte del trabajo no remunerado y emocional, y eso hace que sea muy difícil romper esas barreras”, dice Bates.
No obstante, también hay un problema individual: “Creo que hay un problema con algunos hombres que quieren llamarse feministas y aliados, pero en realidad no quieren hacer el esfuerzo de tomar medidas activas para abordar el problema”, continúa. Esto quiere decir que, ya sea en sus lugares de trabajo, dentro de casa y con sus relaciones personales, la lucha por la igualdad de género no debe quedar en solo palabras.
“No todos los hombres”
En su libro, Bates escribió que “no nos gusta ofender a los hombres”, y es que existe un temor generalizado, pues al discutir sobre las injusticias de género, las mujeres suelen escuchar gritos de “no todos los hombres son así”, que son “odiadoras de hombres”, “feminazis”, aún cuando se está hablando de roles de género que benefician al sexo masculino.
Y es que, facilitadas con la tecnología de hoy, la capacidad de las redes sociales ha llegado a entorpecer la lucha, pues funciona como “una especie de máquina de radicalización de masas, bombardeando con teorías conspirativas antifeministas y estadísticas falsas a una audiencia impresionantemente amplia”.
Como resultado, la periodista cuenta que muchos niños en las escuelas dicen que la brecha salarial de género es un mito, que el #MeToo (o, en el caso de Chile, las denuncias públicas) son una “caza de brujas contra los hombres”, que el 80% de las denuncias de violación son falsas y un gran etcétera.
“Debemos mejorar la alfabetización digital de los jóvenes en estereotipos de género, relaciones sanas y consentimiento. Debemos responsabilizar a las empresas tecnológicas y tomar medidas reales cuando apoyen activamente a terroristas que hacen apología de la violencia fuera de internet. Necesitamos una mejor regulación y rendición de cuentas de las plataformas de redes sociales”, declara Bates.
Se trata de un llamado a los hombres a practicar la igualdad, comenzando por los vínculos que tengan con las mujeres, en la vida doméstica, parental y en el trabajo y en las redes sociales. La autora también estableció que “hay muchas razones para mantener la esperanza. Estamos siendo testigos de una lucha feminista sin precedentes. Hay un movimiento feminista internacional vibrante que es más fuerte que nunca”.