El pasado 11 de diciembre la comunidad aeroespacial miraba con escepticismo los nuevos planes de Donald Trump para la Nasa. Tras 45 años sin pisar la Luna, el Presidente de Estados Unidos anunciaba el regreso de una nave tripulada al satélite, postergando los plazos impuestos por la administración de Barack Obama para llegar a Marte antes del 2030.

Sin embargo, el planeta rojo continúa siendo uno de los principales objetivos de exploración espacial a nivel internacional y casi una obsesión para la agencia espacial norteamericana, que mañana dará inicio a su próxima misión rumbo a Marte.

Desde la base aérea Vandenberg, en California, despegará el cohete Atlas V a las 4.05 am (hora local), acarreando el Mars InSight, un vehículo robótico que realizará una inédita investigación en suelo marciano.

El robot será el primero que estudiará las profundidades del planeta rojo, respondiendo preguntas geofísicas sobre su estructura, composición y forma, con el objetivo de graficar un mapa de su interior.

"La misión InSight es una sonda enviada al profundo interior de Marte para poder comprender mejor los procesos de formación iniciales de la Tierra y todos los planetas rocosos. Vamos a poder comprender la composición del manto, ver qué tan grande es la corteza y de qué está hecha. Queremos comprender lo que pasó en los primeros segundos de la creación, pero en la Tierra esa evidencia ha sido borrada en su mayor parte por las placas tectónicas y por la convección del manto", dijo Bruce Banerdt, investigador principal de la misión en una conferencia de prensa en EE.UU.

De respetarse los plazos, Mars InSight aterrizará en una llanura lisa ubicada al norte del Ecuador marciano el próximo 26 de noviembre, donde permanecerá durante 728 días explorando las capas subterráneas del planeta a través de un robot que, con un pequeño "torpedo", penetrará su superficie hasta alcanzar los cinco metros de profundidad, midiendo la temperatura interna del planeta rojo por primera vez en la historia (ver infografía).

Terremotos marcianos

InSight -sigla de Interior Exploration using Seismic Investigations, Geodesy and Heat Transport- también intentará detectar los llamados "marsquakes" o terremotos marcianos, ondas sísmicas que, al igual que en la Tierra, pasan a través de las distintas capas del planeta. Estos podrían dar información sobre el interior de Marte y sobre qué "tan vivo" está su núcleo, ayudando a comprender su formación hace 4.500 millones de años.

Como la Tierra y Marte probablemente se formaron de forma similar hace 4.500 millones de años, la agencia espacial estadounidense espera que la misión ayude a comprender por qué ambos planetas son tan diferentes.

"Nos interesa la sismografía, porque si un planeta se mueve, los terremotos o martemotos nos van a dar mucha información sobre su interior (…). Si queremos mandar astronautas a Marte, la información que recabe InSight será clave tanto para entender la evolución del planeta como para determinar qué tan seguro es para los seres humanos", dijo a El Mundo Adriana Ocampo, ejecutiva del programa Nuevos Horizontes de la Nasa.

Si bien esta misión podría concretar por primera vez la detección de sismos en Marte, no se trata del primer intento de la agencia espacial por probar este método. Dos sondas Viking de la Nasa llevaron sismómetros al planeta durante la década del 70 y solo el que estaba a bordo del Viking II logró desplegarse con éxito. Sin embargo, este estaba montado en la nave espacial y no en el suelo, por lo que terminó midiendo el golpeteo de las ráfagas del viento en lugar de los marsquakes.

Los científicos esperan registrar hasta un centenar de "temblores de Marte" en el transcurso de la misión. La mayoría deberían ser inferiores a 6 en la escala abierta de Richter.

InSight, por su parte, también ha tenido imprevistos. A pesar de que la misión estaba programada originalmente para 2016, un problema técnico (el descubrimiento de fugas en uno de los instrumentos) obligó a la Nasa a postergar el inicio del proyecto hasta que Marte y la Tierra volvieran a estar en posición óptima para que el viaje fuera lo más corto y con el menor gasto de energía posible.

Esta demora supuso un gasto adicional de 150 millones de dólares para la Nasa, elevando el costo total de la misión a 800 millones.

Pese a ello, se espera que con el éxito de esta misión la agencia pueda enviar un nuevo vehículo de exploración espacial en 2020 para buscar indicios de vida y tomar muestras del terreno.