La historia del Nobel más joven en la ciencia


Que la ciencia no tiene edad es un hecho que se ha demostrado con creces, pero ninguna historia refleja de una manera tan grande ese punto como la de William Lawrence Bragg, el físico que se inmortalizó como el científico más joven en ser honrado con un premio Nobel, en una marca que ha logrado sostener por más de 100 años.

William Lawrence Bragg nació en Australia cuando el país aun pertenecía a la corona británica. Hijo de una familia de científicos, el interés por las matemáticas y la física comenzó desde muy temprana edad, gracias a la influencia de su padre, William Henry Bragg.

Su pasión por la ciencia permitió que Will pudiera ingresar a la Universidad de Adelaida a estudiar matemáticas, física y química con tan solo 15 años. A los 18 ya se había graduado.

Pero fue un accidente durante sus años de estudio lo que permitió que William Lawrence junto a su padre comenzaron su carrera hacia la inmortalidad del premio Nobel.

Tras un accidente en triciclo, que terminó con un brazo roto por parte del joven Bragg, su padre decidió aplicar los conocimientos de una nueva técnica médica que comenzaba a conocerse en esos tiempos: los rayos láser.

La implementación fue el primer uso médico de Rayos X en Australia, y sería el comienzo de una investigación para volver más útiles a estos, hasta ese entonces, desconocidos rayos. Es por eso que una vez terminados sus estudios universitarios, a los 18 años, padre e hijo comenzaron a investigar aun más a esta tecnología.

Años más tarde, Bragg fue el autor de la llamada Ecuación de Bragg, la cual permite estudiar la direcciones en las que los Rayos X son desviados por materiales cristalinos. Este estudio fue el que hizo que padre e hijo recibieran el Premio Nobel de Física en el año 1915, cuando el pequeño Willian Lawrence tenía solo 25 años.

Una marca que años más tarde sería superada por Malala Yousafzai, quien se quedó con el premio Nobel de la Paz con tan solo 17 años. Pero en lo que respecta al campo de la ciencia, la vida de William Bragg, quien falleció a los 81 años, demuestra que nunca es muy temprano para entrar al mundo de la ciencia.

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