Paola Jirón: “Las ciudades están planificadas para los hombres”
La directora del Núcleo Milenio Movilidades y Territorios plantea que una mirada de género podría ayudar a resolver las múltiples desigualdades que enfrentan las mujeres a la hora de desplazarse por calles y barrios. La idea es contar con una visión integrada de la vida en la urbe y recoger la multiplicidad de experiencias que ocurren en ella.
Camila vive en Quilicura. Cada día sale a las siete de la mañana de su casa con sus dos hijas, de 7 y 2 años, para llegar al paradero de micros que queda a cinco cuadras. A su hija menor la lleva en brazos en vez de usar el coche, porque la vereda está rota y se demoraría el doble. En el paradero ve pasar la micro llena, después otra, y así, hasta que finalmente puede subir a una.
Después de dejar a su hija mayor en el colegio, Camila lleva a la más chica, que tiene problemas de motricidad, a su sesión de fisioterapia en el centro de Santiago. Hace un par de compras en el supermercado y de vuelta pasa a buscar a la hija mayor al colegio. En la casa les da almuerzo y más tarde las deja donde su suegra para ir a su trabajo. Ella es secretaria en un centro educacional de Recoleta. A las diez de la noche, cuando termina su jornada, toma una micro de vuelta, en el paradero la espera su marido, y juntos van a buscar a sus hijas.
La rutina diaria de él, en cambio, es lineal. Toma la micro de la casa al trabajo y viceversa.
Paola Jirón, académica de la Universidad de Chile, acompañó varias veces a Camila durante toda su jornada. Iba anotando y sacando fotos. Le ponía atención a todo: la ropa, las cosas que cargaba, las emociones y hasta cómo usaba el cuerpo mientras recorría la ciudad de un extremo a otro utilizando distintos tipos de transporte. Esa técnica de acompañamiento se llama “sombreo” (ser la sombra de otro), explica Paola, directora del Núcleo Milenio Movilidades y Territorios (Movyt), cuyo foco principal de estudio está puesto en la experiencia que viven las personas cuando se desplazan por la ciudad.
Para Paola Jirón, el estallido social que comenzó el 18 de octubre es una muestra de la importancia que resulta entender con detalle cómo es la experiencia particular de cada habitante al moverse por distintos barrios y calles. “Esta movilidad cotidiana une los aspectos fragmentados que instalan, por un lado, la política pública y, por otro, expertos sectoriales con su conocimiento, como son vivienda, transporte, equipamiento, infraestructura… cada uno de manera aislada”, dice. Lo que resulta de eso son espacios inconexos, ausencia de una mirada territorial de la ciudad y la total desconexión con la experiencia de sus habitantes.
Generalmente las ciudades son planificadas por hombres, pero nosotras no estamos entregando herramientas para que la planificación urbana contemple todas estas complejidades de la vida (...)
Mirada de género
Paola Jirón se tituló de economista en la Universidad Concordia, en Canadá, pero rápidamente se dio cuenta de que los números no le daban la respuesta que ella buscaba: ¿cómo vive la gente en la urbe? En 2008 se doctoró en la London School of Economics en Planificación Urbana. “Mientras hice el doctorado, la primera desigualdad que detecté es de género, y ésta cruzaba todos los niveles socioeconómicos (...) La experiencia de moverse en la ciudad no es sólo lo que ocurre en la micro, es lo que pasa antes, durante y después; hay condiciones previas que hacen que mi viaje sea distinto, por ejemplo, ser mamá, estar cuidando a un familiar o tener otras responsabilidades. Y luego, la experiencia para las mujeres es más compleja, porque te gritan en la calle, hay manoseos, más peligros… La experiencia de salir a oscuras de tu casa o de llegar a oscuras es distinta para una mujer que para un hombre. Todas esas cosas hacen la diferencia”.
-¿Cuánto tiene que ver el rol de quien planifica la ciudad?
-Mucho. Generalmente las ciudades son planificadas por hombres, pero nosotras no estamos entregando herramientas para que la planificación urbana contemple todas estas complejidades de la vida (...) Toda esta experiencia de acoso en la calle surge de un movimiento feminista, pero la vulnerabilidad de las mujeres en el espacio público tiene más de 40 años y que recién haya salido en Chile es como raro.
Agrega: “Una de las cosas que estamos estudiando es cómo se relaciona el conocimiento de quienes planifican la ciudad con los haberes de los habitantes y vemos que las personas saben habitar y adaptarse en la ciudad, pero esos conocimientos no nutren la teoría urbana. En general, hay muy poca teoría urbana en Chile y se copia mucho lo de afuera. Viene el experto en ciclovías de Copenhague y eso es lo que implementamos, pero no se recoge la experiencia de quienes se mueven en bicicleta en la ciudad. Lo que se planifica en Santiago tiene que ver con teoría económica y rentabilidad, más que urbanismo como tal”.
El cuerpo: fíjate cómo las mujeres disponemos nuestro cuerpo en el espacio. En el Metro vas a ver a las mujeres con la mochila contra el pecho o apoyadas en algo para que no las toquen.
-¿Las ciudades se piensan en función de los hombres?
-En general, sí. En función de un hombre universal, con dimensiones europeas, físicamente hábil, que se mueve solo, muy individual, cuando muchas de nuestras prácticas son en conjunto. En Chile recién estamos discutiendo por qué las mujeres no podemos salir solas a las tres de la mañana. ¿Por qué ocurre eso? ¿Por qué no es posible que yo me pueda sentir segura caminando por la Alameda en la noche?
-¿Por qué la ciudad es insegura para una mujer?
- Hay varias cosas. La planificación no es sólo una técnica de diseño, es política sobre todo y tiene que comprender esta diversidad. No se trata solamente de poner más luces en las calles o vagones sólo para mujeres en el Metro, son más cosas. Hay un tema político de cómo vamos a transformar a las personas que habitamos en el espacio. ¿Por qué los hombres se sienten con el derecho de acosar, manosear o atacar a una niña en la calle? ¿Por qué? Es una discusión que como sociedad aún no tenemos resuelta, es un tema de educación, de poder darnos cuenta de que eso es lo que estamos viviendo.
-¿Hemos naturalizado que el espacio público es inseguro para las mujeres?
-Sí. Hay varias cosas que lo reflejan. El cuerpo: fíjate cómo las mujeres disponemos nuestro cuerpo en el espacio. En el Metro vas a ver a las mujeres con la mochila contra el pecho o apoyadas en algo para que no las toquen. Si le preguntas a cualquier mujer te va a decir que se tapa, que si hay muchos espacios vacíos trata de no estar sola o que jamás se sienta al lado de un hombre en una micro. Porque es en nuestros cuerpos donde se reflejan la desigualdad que estamos viviendo. Otra cosa: pedirle a alguien que nos vaya a buscar al paradero. Una estudiante nuestra hizo una investigación de cómo las mujeres usan distintas aplicaciones para sentirse más seguras y la más utilizada era WhatsApp: “Mamá, voy saliendo”, “Ya llegué”. También comparten la ubicación en vivo. Hay muchas prácticas que sólo nosotras conocemos y que ahora se están hablando, pero un hombre ni siquiera se cuestiona si salir o no a la calle a las 11 de la noche. Las mujeres nos cuestionamos que sean conductas que tenemos naturalizadas, pero esa discusión se da generalmente entre mujeres. Por eso es importante que salgan a la luz pública, y si empezamos a hablar de por qué tenemos miedo, los hombres pueden empezar a entender.
-¿Qué ámbito de la planificación de la cuidad es cuestionada por la mirada de género o por el feminismo?
-Más que el miedo de andar por la calle, desde hace mucho tiempo la teoría feminista está cuestionando las formas tradicionales de producir conocimiento. Y lo hace desde distintos ámbitos, por ejemplo, en la ciencia y en la medicina: ¿por qué hay hombres blancos del norte del mundo produciendo conocimiento sin reconocer otras formas? Yo sé que un planificador de transportes tiene una lógica distinta a la mía como urbanista o a la de los habitantes de la ciudad, pero esos distintos saberes hay que reconocerlos y hacerlos dialogar para producir otro tipo de ciudad. Es lo que llamamos el ‘urbanismo situado’: cómo un urbanismo tiene que situarse en el contexto de las personas que habitan la ciudad. Mira, nosotros tenemos un problema heavy en Chile con el narcotráfico, y las personas tienen un conocimiento de cómo habitan con el narcotráfico en su barrio, no es que llegó un ovni con el narcotráfico, es gente que se conoce desde siempre, es el vecino. Pero la respuesta institucional es militarizar el espacio, cuando ya está probado que eso no funciona, en vez de recoger ese conocimiento y entender mejor qué está sucediendo ahí.
-¿De qué manera se relaciona la temática ciudad-género con lo que ha pasado desde octubre?
-Una mirada de género propone formas relacionales de analizar, en este caso, el territorio, el espacio y la ciudad. A partir de comprender que habitamos cotidianamente de manera integral, no fragmentada, se entiende que el territorio es relacional, lo que sucede en un territorio afecta a otro y existe una multiplicidad de experiencias, no sólo una experiencia universal, y que ese territorio no es neutro. Es decir, existen conflictos que son necesarios de develar y comprender antes de intervenir. Es así como, a partir de una mirada de género, podemos comprender que las demandas que se están exigiendo no son sólo de un tipo, ni sólo de mujeres, sino de muchos aspectos de la vida que se encuentran territorializados, entrecruzados y que enfatizan las relaciones que tenemos entre mujeres, con hombres, con niños y niñas, adultos mayores, disidencias, etc. Es un enorme desafío al momento de pensar en el proceso constituyente: cómo pasamos de una mirada sectorial de los derechos hacia una mirada más integral de la vida, pasar sólo de lo productivo a una forma de comprender los derechos tiene que dar cuenta de formas más armónicas de reproducir la vida.
-¿Los urbanistas piensan la cuidad desde muy arriba?
-Lo piensan en plano, mirando así (se pone de pie y mira como una lámpara sobre una maqueta, como un dron) y estamos diciendo que hay que mirarla desde entremedio, mezclándose con la experiencia de las personas y reconociendo que hay distintos saberes. Yo entiendo que hay un conocimiento técnico, y lo valoro, pero mejoraría muchísimo si se mezclara con los otros. Hoy predominan el conocimiento económico y la ingeniería, que son más importantes que el urbanismo, las ciencias sociales y que los habitantes. Pero las respuestas homogéneas a problemas complejos no sirven. El proyecto que estamos en haciendo en Movyt de los conocimientos situados va hacia allá, a cuestionar el pensamiento dominante en la planificación urbana y desarmar los supuestos que existen ahí. Detrás del supuesto del urbanismo está este hombre universal de cierto tamaño que no tiene problema en moverse. El supuesto detrás de la ingeniería en transporte es hacer los viajes más cortos. El supuesto detrás de la mirada economicista en la ciudad es generar mayor riqueza para quienes invierten. Todos estos saberes son pensamientos dominantes que no se cuestionan, y la teoría feminista sí quiere cuestionarlos. Reconocer las distintas formas en que habitamos la ciudad no es chino, no es tan difícil.
-¿Están incluidos los hombres en esta discusión?
-Yo creo que poco, aunque más que antes. Estos temas se tienen que discutir en relación con, no sirve de nada que sólo las mujeres seamos conscientes, sino que hay que producir el cambio en los que están tomando decisiones. La planificación urbana fragmenta la vida en la ciudad y somos nosotros quienes zurcimos esta fragmentación con nuestros cuerpos, en el día a día, en la micro, caminando, con nuestros niños.
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