Alerta por derretimiento de glaciares en la Cordillera de los Andes

Un dron muestra un desprendimiento de tierra en la zona precordillerana de El Plomo. En un día despejado, la imponente montaña, de 5.400 metros, puede verse desde Santiago. Foto: Reuters
Un dron muestra un desprendimiento de tierra en la zona precordillerana de El Plomo. En un día despejado, la imponente montaña, de 5.400 metros, puede verse desde Santiago. Foto: Reuters

Según científicos, el aumento de las temperaturas a causa del cambio climático ha provocado un retroceso de glaciares y el derretimiento del permafrost en varios puntos de Los Andes.


En un día despejado, el imponente cerro El Plomo en Chile, de 5.400 metros de altura, puede verse desde Santiago. El nevado andino cubierto de glaciares ha sido escalado y venerado durante siglos y los incas realizaban sacrificios humanos en su cima.

La ruta hacia su cumbre sigue siendo el mismo camino dejado por los incas, con restos arqueológicos esparcidos alrededor. En 1954 se encontró una momia inca cerca de la cima, perfectamente conservada gracias a las condiciones secas y frías de la montaña.

Pero ahora el cerro El Plomo se desmorona. El aumento de las temperaturas por el cambio climático ha causado un retroceso del glaciar y el derretimiento del permafrost. Se han formado y desaparecido nuevas lagunas, los deslaves han lesionado a escaladores y se abrieron enormes sumideros que obstaculizan el antiguo sendero hacia la cumbre.

“Cada año se está cambiando más. Cada año estamos viendo más tristeza”, dijo a Reuters Francisco Gallardo, un arriero de 60 años que trabaja en la montaña desde los 14, en el campamento base de la Federación, a unos 1.300 metros bajo la cumbre.

Gallardo dijo que su familia ha trabajado en El Plomo por generaciones, pero cree que les queda aproximadamente una década antes de que se vean obligados a mudarse.

“Vamos a tener que agarrar para otro lado. Vamos a ver qué es lo que podemos hacer (...) Arrancar para el sur”, declaró.

Hace apenas unos años, el último esfuerzo hacia la cumbre requería atravesar un glaciar. Ahora, la subida final es una ladera rocosa. Gallardo dijo que las mulas solían poder llegar a otro campamento unos 500 metros más arriba y recuerda que se alimentaban de pasto alrededor del campamento base.

El campamento de la Federación estaba desierto durante una visita en abril, con tierra y rocas amontonadas cerca de las laderas de la montaña que, según Gallardo, solían estar cubiertas de nieve y hielo.

“Los cambios que estamos viendo no tienen precedentes en la historia humana reciente”, dijo Pablo Wainstein, un ingeniero civil que ha estudiado los glaciares andinos y árticos y el permafrost por más de dos décadas.

La Cordillera de los Andes presenta diferentes tipos de formaciones heladas, como glaciares cubiertos y descubiertos, además de los glaciares de roca. Estos últimos, compuestos por una mezcla de escombros y hielo terrestre, reaccionan más lentamente a los cambios climáticos que los glaciares descubiertos donde el hielo está expuesto.

En altitudes elevadas, las montañas también pueden tener una capa de permafrost, que se define como suelo con temperaturas bajo cero durante más de dos años. Cuando hay hielo en el permafrost, puede unir el suelo, la grava y la arena.

“Si el permafrost se degrada, ya no ‘cementa’ más el suelo y provoca más desprendimientos de rocas en terrenos montañosos”, explicó Wainstein, y añadió que el cambio en el permafrost es más difícil de estudiar porque implica al estado térmico del suelo y no es visible en la superficie.

Los glaciares de los Andes están poco estudiados en comparación con otras regiones debido a su extensión y a lo remotas que están muchas de las montañas, dice Wainstein.

Entre los mejores testigos de estos cambios se encuentran las personas que trabajan en la montaña, que trepan las mismas rutas año tras año, década tras década.

Osvaldo Segundo Villegas comenzó a trabajar en rescate de montaña en 1964 y participó en el rescate del equipo uruguayo de rugby, un accidente que inspiró la película nominada al Oscar, La Sociedad de la Nieve.

Villegas, que ahora tiene 80 años, dice que su primer ascenso a El Plomo fue en la década de 1960, cuando era necesario un largo cruce de glaciar y las laderas estaban cubiertas de hermosos “penitentes” de 3 metros de altura: delgadas láminas de nieve compacta y hielo orientadas hacia el sol, que se forman cuando la nieve compacta se derrite en el aire seco y frío de los Andes.

Algunos glaciares colgantes que solía escalar ahora son sólo paredes de roca. “Cuando tú no estés, ni yo, todo se va a perder. Y así va ser”, dijo. “Lo mismo pasa en la Patagonia (...) hay varios lugares que tenían hielo, grandes glaciares, ahora en los lugares donde había glaciares hay bosque”.

Un dron muestra un desprendimiento de tierra en la zona precordillerana de El Plomo. En un día despejado, la imponente montaña, de 5.400 metros, puede verse desde Santiago. Foto: Reuters
Un dron muestra un desprendimiento de tierra en la zona precordillerana de El Plomo. En un día despejado, la imponente montaña, de 5.400 metros, puede verse desde Santiago. Foto: Reuters

Los primeros glaciares en desaparecer

Wainstein dice que esos cambios son consistentes con las predicciones científicas. La Cordillera de los Andes es la más larga del mundo y tiene algunas de las capas de hielo que desaparecen más rápidamente. Venezuela fue el primer país en perder su último glaciar en mayo pasado.

Los Andes albergan aproximadamente el 99% de los glaciares tropicales del mundo, que son más susceptibles al cambio climático porque están constantemente cerca o en el punto de congelación. Los datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) muestran que las temperaturas globales han aumentado 0,06 grados Celsius por década desde 1850, acelerándose a 0,20 grados Celsius por década desde 1982.

Los Andes son una parte esencial del ciclo del agua en Sudamérica. Sus nevados almacenan agua en forma de nieve y hielo durante el invierno y se derriten lentamente durante los meses más cálidos. Suministran agua a millones de personas en toda la región, no sólo para el consumo directo sino también para la agricultura, la hidroelectricidad y la minería.

El retroceso de los glaciares ha provocado que las rocas ácidas queden expuestas por primera vez en siglos, causando que el agua de deshielo se acidifique y se contamine con metales pesados que luego se filtran a otros suministros, en un recurso cada vez más escaso para muchos países sudamericanos atravesados por los Andes.

Las lluvias intensas e irregulares han degradado los ecosistemas, haciéndolos más susceptibles a la erosión, los deslizamientos de tierra y las inundaciones.

Un dron muestra un desprendimiento de tierra en la zona precordillerana de El Plomo. En un día despejado, la imponente montaña, de 5.400 metros, puede verse desde Santiago. Foto: Reuters
Un dron muestra un desprendimiento de tierra en la zona precordillerana de El Plomo. En un día despejado, la imponente montaña, de 5.400 metros, puede verse desde Santiago. Foto: Reuters

La columna vertebral de Sudamérica

Las temperaturas están aumentando más rápidamente a mayor altitud. Un estudio publicado en el International Journal of Applied Earth Observation and Geoinformation muestra que las temperaturas diurnas de la superficie invernal en los Andes subieron en 0,50 grados Celsius por década desde el 2000 a una altura de 1.000 a 1.500 metros, pero se incrementaron en 1,7 °C por encima de los 5.000 metros.

Octavio Salazar realizó su primer ascenso de la temporada a la montaña Yanapaccha en Perú a principios de mayo. “No debería estar lloviendo”, dijo en el campamento base. En esta época del año, las lluvias normalmente habrían pasado y a una altitud de 5.000 metros cualquier precipitación debería ser nieve.

Salazar y su hermano, Eloy, son indígenas quechuas que han pasado décadas escalando montañas en la Cordillera Blanca del Perú, en el departamento de Ancash, el área cubierta de glaciares más grande del trópico y hogar de múltiples picos de 6.000 metros, incluida la montaña más alta del país.

Los hermanos abrieron una agencia de expedición en 2010. Una de sus primeras actividades de esta temporada fue la escalada en hielo hacia la cumbre del Yanapaccha, a más de 5.400 metros de altura.

Cuando pasaron una colina rocosa para iniciar la escalada en hielo, vieron que el glaciar había retrocedido varios metros respecto a la temporada pasada. Ahora fue necesario un nuevo descenso por una inestable morrena rocosa para llegar al glaciar, negro por la suciedad, la contaminación y la ausencia de nuevas nevadas.

La travesía nocturna del glaciar requirió saltar sobre grietas, cruzar finos cruces de hielo y pasar rápidamente por áreas con riesgo de desprendimiento de rocas. La cumbre, conocida por tener algunas de las mejores vistas de la Cordillera Blanca, estaba envuelta por una lluvia gris y helada que formaba una capa de hielo alrededor de todo lo que tocaba.

“Sentimos que de hecho el clima tiene cambios tan drásticos que muchas veces ponen todo el conocimiento en duda”, dijo Edson Ramírez, guardaparque y evaluador de riesgos del Parque Nacional Huascarán, que comprende el 90% de la Cordillera Blanca.

“Que a 5.000 metros caigan gotas de lluvia, no es para nada común ni natural. Es decir, que eso es un indicador de que la presión, la temperatura están totalmente alterados”, dijo Ramírez.

La lluvia también es la causante de que no se formen nuevas capas de nieves que reemplacen la masa del glaciar a medida que desciende lentamente por la montaña.

“Al no tener más glaciar en la parte alta que tapen las grietas y todo lo demás, se hace pues un laberinto difícil de cruzar”, explicó Ramírez.

No son sólo los cambios en el clima los que han provocado más accidentes, sino que también ha habido un aumento en los visitantes, muchos de ellos con experiencia limitada, dice Ramírez.

Pero incluso los guías experimentados corren peligro. El año pasado, Edgar Huamán cruzaba una zona del Huascarán, la montaña más alta del Perú. Estaba guiando a dos clientes franceses cuando un puente de hielo se derrumbó y le causó la muerte.

“Ha sido uno de los mejores guías, bastante fuerte”, dijo Rusbel Vidal, quien obtuvo su certificación junto a Huamán.

El cambio climático también está afectando dónde y cómo se practican los deportes de invierno. La montaña del Pastoruri de Perú solía albergar competiciones de esquí y es un glaciar en extinción, con el campo de hielo restante acordonado por el riesgo de caída de hielo.

“Cualquier actividad que el ser humano realice conlleva riesgos, pero no por eso no vamos a querer disfrutar de nuestras montañas”, dijo Cristian Ramírez, jefe de la unidad de rescate de montaña en Santiago de Chile.

“Los Andes son la columna vertebral de este territorio”, afirmó. “De alguna manera modulan nuestra vida porque recolectan hielo, recolectan agua (...) Finalmente las montañas son vida y nosotros somos privilegiados de poder tener aquí un cordón montañoso al lado”.

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