“Yo era un anticuerpo gigante. Estaba tan furiosa por el Covid-19 que eso me daba superpoderes y comenzaba a sembrar la destrucción, arrasando con tantos virus como podía encontrar. ¡Desperté tan energizada!”. “Mi nave espacial se suponía que iba de regreso a la Tierra pero era desviada a Saturno, donde terminaba viviendo solo”. “Miré mi estómago y vi unas marcas de un color azul oscuro. ‘Recordé’ que eran los primeros signos de una infección por Covid-19”. “Mi casa era un centro de testeo de Covid-19. La gente no siempre usaba mascarillas. Me sentí sorprendida porque nadie me preguntó si mi casa podía ser usada como lugar de testeo. Me preocupaba que mi esposo e hijo se infectaran porque soy trabajadora de la salud”.
Estos son algunos de los más de nueve mil relatos de sueños ligados al coronavirus que la sicóloga clínica estadounidense Deirdre Barrett ha recolectado durante la actual pandemia. La investigadora de la Universidad de Harvard –quien además es ex presidenta de la Asociación Internacional para el Estudio de los Sueños- publicó en marzo una encuesta en línea que sigue activa (surveymonkey.com/r/B8S75CN) y que ha sido respondida por casi 4.000 personas de todo el mundo. “Muchas de esas historias son fascinantes, pero creo que mi favorita es la de una mujer que soñaba que salía al exterior por primera vez tras la pandemia y se daba cuenta que ‘las ballenas habían aprendido a volar’. Estaban surcando los cielos”, comenta la experta a Tendencias.
Antes del Covid-19, Barrett -quien acaba de publicar el análisis de estos testimonios en un libro titulado Pandemic Dreams (Sueños pandémicos)- ya tenía una vasta experiencia en el estudio del mundo onírico. Su especialidad es el análisis de los sueños de quienes cargan con algún trauma, por lo que durante su carrera ha entrevistado desde soldados tomados como prisioneros en la II Guerra hasta bomberos que prestaron ayuda durante los ataques terroristas de 2001 en Estados Unidos. Para la académica, la pandemia es una oportunidad única de estudio porque, quizás por primera vez, prácticamente todo el mundo está compartiendo una misma crisis marcada por problemas transversales como el confinamiento y el desempleo: “Desde que la pandemia del Covid-19 cubrió al mundo y comenzamos a mantenernos confinados, la gente ha reportado vidas oníricas inusualmente activas. Estamos recordando más sueños de los habituales y estos son especialmente vívidos y bizarros. El virus mismo es la estrella de muchos de ellos, ya sea literalmente o adoptando disfraces metafóricos”, escribe Barrett en su libro.
La investigadora no es la única que le ha prestado atención a este fenómeno. El portal MedicalNewsToday.com les pidió a sus lectores que le enviaran ejemplos de sus sueños durante la pandemia. Estos relatos, tal como señala Barrett, evidencian de forma explícita o implícita el encierro y la incertidumbre que ha provocado el Covid-19. “Un hombre desagradable y armado me tenía como rehén y a mis seres queridos lo único que les preocupaba era que no había podido prepararles la cena”, decía un relato. “Soñé que flotaba en el océano y miles de aviones explotaban sobre mi cabeza en un cielo rojo, con desechos que me caían encima”, contó otra persona. “Sueño con aventuras en tierras distantes, con explorar y conocer gente nueva a la que nunca he visto antes. Me despierto triste de que no volveré a ver a esas personas”, narraba otra historia. Un fenómeno que ya ha sido bautizado como “quarandreams”, o “sueños de cuarentena”.
A propósito de testimonios como estos, Sergio González –antropólogo, doctor en sicología y académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Santiago- comenta que los humanos suelen soñar con aquello que los determina en sus carencias y anhelos. “Expresamos temores y pérdidas que procesamos emocionalmente y, junto a ello, también reflejamos nuestras aspiraciones y deseos. Soñamos lo que perdimos y lo que proyectamos o queremos ser y tener. Los sueños son nuestro registro de lo más profundo que nos refleja. Una narrativa que dice y nos dice lo que somos y queremos ser”, señala.
Hoy, cuando varias comunas chilenas comienzan a dejar atrás el confinamiento y se discute el potencial regreso a clases presenciales, el doctor Pablo Brockmann -somnólogo de la Red UC Christus- agrega que el relato onírico es de encierro. “Muchos niños y adolescentes sueñan también con el colegio o sus amigos. La falta del entorno social. Otros sueños son más bien angustiosos, de miedo, de pérdida”, indica.
Al respecto, el doctor Leonardo Serra, neurólogo del Centro de Trastornos del Sueño de la Clínica Alemana, cuenta que actualmente los “pacientes presentan sueños de situaciones que escapan a su control, un tren que no pueden alcanzar, algo que tratan de construir y se les desarma, probablemente porque en el período actual mucho de lo que sucede no está directamente en nuestras manos”. El especialista agrega que esta reacción se genera porque el manejo de la crisis no sólo depende de que “cada uno acate, no salga en lo posible y se cuide con la higiene necesaria”, sino que también de “cómo se comporte la gran masa, que no es controlable”.
Experiencias más vívidas
Los análisis efectuados por Deirdre Barrett confirman lo que otros estudiosos del mundo onírico ya han detectado: en la actual crisis, la experiencia de soñar se ha vuelto más intensa. Es lo que muestra un análisis en curso del Centro de Investigación de Neurociencia de Lyon, en Francia, cuyos reportes revelan que la capacidad de recordar los sueños ha aumentado un 35%. Además, las personas reportan un 15% más de sueños negativos respecto de la era pre Covid-19. Otra iniciativa de la Asociación Italiana de Medicina del Sueño monitoreó los sueños de los italianos durante su confinamiento: muchos de ellos experimentaron pesadillas e interrupciones breves del sueño conocidas como parasomnias, las cuales concuerdan con síntomas del llamado desorden de estrés postraumático y que otros estudios han ligado con un aumento en la capacidad de retener lo que se sueña.
“Cualquier gran cambio tiende a remecer nuestra vida onírica y eso incide en una mayor cantidad de sueños, además de experiencias más vívidas. Toda esta situación de confinamiento ciertamente es una alteración mayor. Además, una de las grandes variables en el número de sueños, su intensidad y la duración de aquellos que recordamos está en las horas que dormimos. Muchas personas que antes estaban carentes de sueño debido a las largas horas de trabajo, o a la intensa vida social que desarrollaban, ahora se han puesto al día con un dormir más prolongado”, explica Barrett a Tendencias.
Precisamente, eso es lo que han mostrado dos estudios realizados en Estados Unidos y Europa: el primero pertenece a la Universidad de Colorado y determinó que los alumnos de educación superior estaban durmiendo 30 minutos adicionales al día de lunes a viernes y 24 minutos extra durante el fin de semana. La segunda investigación, efectuada por el Centro de Cronobiología de la Universidad de Basilea, en Suiza, reveló que en promedio la gente en cuarentena estaba disfrutando de 13 minutos extra de sueño al día.
“Cualquier gran cambio tiende a remecer nuestra vida onírica y eso incide en una mayor cantidad de sueños, además de experiencias más vívidas”.
Deirdre Barrett
La sicóloga de Harvard señala que la mayoría de las experiencias oníricas se dan durante la fase del sueño conocida como REM, sigla en inglés que alude a al concepto de “movimiento rápido de ojos”. Al dormir más, explica Barrett, las personas están favoreciendo el desarrollo de esos períodos más ricos en sueños: “Entramos en fase REM cada 90 minutos, pero cada una de esas etapas dura más tiempo que la que la antecede. Si duermes cuatro horas en vez de ocho, en realidad no estás obteniendo la mitad de tu tiempo de sueño, sino que la cuarta parte. De la misma manera, cuando recuperas las horas que dedicas a dormir, lo que estás haciendo es esencialmente ponerte al día con tus sueños y así experimentas algunos de los períodos REM más extensos que puedas tener y los sueños más vívidos”.
De bichos y zombis
Los expertos en sueños como Barrett indican que las señales neurobiológicas y las reacciones que generan los sueños son similares a las que activan las drogas sicodélicas. Esos compuestos activan los llamados receptores de serotonina 5-HT2A, los que a su vez apagan una zona del cerebro llamada corteza prefrontal dorsal. Como resultado, se produce una desinhibición en la cual las emociones fluyen hacia la conciencia, efecto que se replica al soñar y que es particularmente intenso durante la fase REM.
Pedro Maldonado, neurocientífico de la Universidad de Chile, señala precisamente que una de explicaciones para los sueños se refiere a que en este estado el cerebro es libre de ensayar distintas alternativas de conducta, probando y escogiendo aquellas que son más efectivas para mantener una homeostasis o equilibrio del organismo. “Cuando las situaciones que nos tocan vivir abarcan estados emocionales intensos como ansiedad y estrés, es natural que estos contenidos estén más presentes en nuestros sueños. El sueño REM juega un papel fundamental en el procesamiento de experiencias y emociones intensas, contribuyendo a la consolidación de la memoria emocional”, indica.
Es en esta fase de liberación cerebral donde surgen los potentes sueños que están marcando la pandemia y que muestran imágenes que aluden tanto al Covid-19 mismo como a escenas más alegóricas. “Los sueños se pueden agrupar en varias categorías. La primera reúne aquellos relacionados con contraer el virus; la segunda corresponde a metáforas en las que la persona se ve amenazada por bichos venenosos o por un huracán, un tornado, un incendio, uno tsunami o una turba de atacantes”, cuenta Barrett. Además, se repiten experiencias oníricas ligadas al distanciamiento social: “Los soñadores están en el exterior y se dan cuenta de que se han olvidado de llevar su mascarilla o que están demasiado cerca de alguien; también se ven rodeados por una multitud. Otras personas se enfocan en el aislamiento y la soledad, ya sea a través del abandono en una isla desierta o con muchas imágenes de amigos, familiares o eventos sociales que se echan de menos”.
La propia investigadora ha experimentado estos sueños y los ha ilustrado. Una de esas imágenes adorna la cubierta de su libro y muestra a un doctor de la época de la peste negra, el cual está rodeado de partículas de Covid-19. La figura retrata una de sus vivencias oníricas más potentes: “Estaba en una biblioteca que parecía tener siglos de antigüedad. Era acogedora y segura, pero sabía que afuera había una terrible plaga que devastaba al mundo. Todo se sentía como si estuviera en la Europa de la peste negra, en lugar de la época moderna del Covid-19”.
Barrett agrega que algunas personas también experimentan sueños más positivos, en los que se sanan del virus o encuentran una cura para toda la humanidad. Otras también visualizan la opción de alejarse de todo, como el caso de una mujer que se veía en un escenario posapocalíptico en el que el Polo Norte era el único refugio frente al coronavirus. A medida que viajaba por los gélidos páramos, incluso le disparaba a un oso polar, cosa que según ella jamás haría en el mundo real.
“El lenguaje onírico que se desarrolla en las diversas fases del sueño es una expresión de contraste de nuestras experiencias en la vida consciente. Lo vivido se resignifica en la huella emocional que ha quedado sin ser procesada racionalmente. Nuestro subconsciente lo revive en otra lógica, en otra dimensión de la realidad”, indica Sergio González. En este plano, agrega, no hay “filtros y mecanismos cognitivos que censuren o rechacen lo que puede ser amenazante e, incluso, insólito”.
Barrett explica que en los infectados con coronavirus, los sueños son mucho más bizarros producto de factores como la fiebre, tal como muestra este relato de un hospitalizado: “Lo que recuerdo de mi primer sueño es que me sacaban los pulmones y me colocaban lo que parecían ser pulmones de robot. Eran brillantes y repletos de pequeños componentes, como la placa madre de un computador. Eran pesados y respirar se hacía difícil”.
“Muchos sueños pueden estar con nosotros toda la vida e, incluso, recurrir en muchas noches, lo que los refuerza aún más”.
Pedro Maldonado.
Mención especial merecen los trabajadores de la salud, los que están reportando “pesadillas muy intensas y traumáticas. Sus sueños son recreaciones mucho más literales de sus luchas diarias”. Además de sufrir con imágenes de pacientes conectados a ventiladores y otros que no pueden salvar, médicos y enfermeras experimentan escenas en las que son incapaces de intubarlos o en las que intentan usar jeringas que no funcionan porque cada aguja se rompe.
En algunas historias recogidas por Barrett, los pacientes se convertían en zombis que atacaban a cualquier persona sin mascarilla. Otros infectados tenían que ser amarrados a sus camas para evitar que mataran a sus vecinos de sala. Uno de los relatos más dramáticos pertenece a un médico italiano, que en su sueño trataba de intubar a una persona y perdía el equilibrio, por lo que se agarraba del paciente y ambos caían por una ventana. El doctor terminaba sin un rasguño al golpear contra el pavimento, pero el enfermo resultaba decapitado.
“Por cierto que los profesionales expuestos a situaciones límite, que han visto morir en soledad a tantas personas, que han acompañado el dolor y han sido el último ser humano con que el paciente estuvo, tienen un impacto en sus expresiones oníricas”, señala González. A esta mezcla de frustración e impotencia, se suman varios temores. Ignacio Puebla, sicólogo y jefe del Departamento de Cultura de Seguridad de la Mutual de Seguridad, cuenta que en los trabajadores de la salud los contenidos de los sueños aluden de manera constante al “miedo a enfermarse e infectar a su círculo más cercano; se escuchaban relatos como por ejemplo ‘anoche me desperté pensando que traje el virus a la casa’”.
Frente a esta crisis, que amenaza con futuros rebrotes y una crisis económica sostenida, Pedro Maldonado señala que es posible que los sueños intensos sigan acompañando tanto a la población general como a convalecientes, médicos, enfermeras y otros profesionales: “Muchas veces los sueños con alta intensidad emocional permanecen con nosotros bastante tiempo y en la medida que pensamos y los recordamos, se van reforzando en nuestra actividad mental. Muchos sueños pueden estar con nosotros toda la vida e, incluso, recurrir en muchas noches, lo que los refuerza aún más”.
Imágenes cambiantes
Los estudios de Deirdre Barrett también muestran una evolución de los sueños durante la crisis sanitaria. En los albores de la epidemia, las experiencias oníricas aludían al distanciamiento social o al uso de mascarillas. Luego, los que mantenían una cuarentena sin compañía de terceros soñaban con que los encerraban en una prisión y aquellos recluidos con familiares o parejas se veían agobiados por multitudes. Ahora que muchos lugares intentan volver a la normalidad, surgen otros sueños que aluden a una angustiante vuelta al trabajo presencial y otros ligados al incierto futuro. “A medida que el mundo se prepara para la reapertura, los sueños se han vuelto más ansiosos. Hay sueños sobre el primer día de regreso al trabajo, con gente que se ve caminando descalza sobre una alfombra asquerosa. Otros ven a empleados que supuestamente debían separar los escritorios y colocar barreras entre ellos, pero que en lugar de eso los colocaron más cerca”, explica Barrett.
Ignacio Puebla agrega que el desconfinamiento hoy es percibido como un quiebre en la rutina que mucha gente ha seguido por meses: “Esto gatilla trastornos ansiosos, que se expresan en el temor a la pérdida de control, temor a ser infectado o a infectar, miedo a la muerte”. Además, señala el sicólogo, otro factor que hoy se procesa a través de los sueños es el miedo a quedar cesante. “Este es un fenómeno transversal. Las personas que experimentan una alta inseguridad en el trabajo tienen más probabilidades de enfrentar problemas de salud mental”, dice Puebla, lo que aumenta la percepción de estrés.
Pese a la intensidad que han mostrado las vivencias oníricas en pandemia, Deirdre Barrett agrega que no todo está perdido y que en cierta medida se puede controlar la experiencia onírica. La técnica se llama “incubación de sueños” y consiste en que la persona intente autosugestionarse antes de dormirse. En un estudio de este método realizado por la sicóloga con estudiantes universitarios, el 50% logró manipular sus sueños.
“La mejor manera es pensar en los sueños que quieres tener; soñar con un ser querido, un lugar de vacaciones preferido. Mucha gente disfruta con sueños en los que vuela. Con la ‘incubación de sueños’ puedes sugestionarte a ti mismo con lo que quieres soñar mientras te duermes”, indica Barrett. “Si las imágenes no vienen a ti, puedes colocar en tu velador una foto u otros objetos ligados a ese sueño que quieres tener, para que así sean lo último que ves antes de apagar la luz. Repítete a ti mismo lo que quieres soñar a medida que te duermes; la técnica aumenta las probabilidades de que tu sueño replique lo que deseas”, concluye.