El reino salvaje de Chernobyl

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Una manada de caballos Przewalski, entre los matorrales de la zona aledaña a Chernobyl. (Crédito: Tatyana Deryabina)

En 1986, esta central en Ucrania fue escenario del peor accidente de la historia en una planta nuclear. La explosión, recreada en una nueva miniserie estrenada por HBO, obligó a la apresurada evacuación de cientos de miles de personas. La ausencia de humanos propició el surgimiento de una rica biodiversidad que se sobrepuso a la radiación y hoy abarca cientos de especies de animales.


Vasily Ignatenko fue uno de los primeros bomberos de la ciudad ucraniana de Pripyat que llegaron en medio de la noche a combatir el incendio en la central nuclear de Chernobyl. A la 1:23 a.m. del 26 de abril de 1986, los ingenieros de la instalación -conocida formalmente como Estación de Energía Nuclear V.I. Lenin- habían realizado un test de seguridad, pero errores humanos y fallas de diseño en la estructura desataron una explosión que destruyó el reactor número 4. La detonación generó el peor accidente de la historia en una central nuclear y liberó a la atmósfera niveles de radiación 400 veces superiores a los emitidos por la bomba que cayó en Hiroshima en 1945.

El bombero de 25 años desconocía el peligro que se ocultaba entre las llamas y, casi sin pensarlo, subió rápidamente al techo del reactor. Su cuerpo recibió una dosis letal de radiación y durante dos semanas Ignatenko excretó sangre y escupió trozos de sus propios órganos, hasta que falleció en un hospital. Al igual que él, otros 27 bomberos que acudieron a la emergencia murieron en las semanas posteriores a la explosión. En el libro Voces de Chernobyl de Svetlana Alexievich -ganadora del Nobel de Literatura en 2015-, la esposa de Ignatenko cuenta que el cadáver de su marido estaba tan deteriorado, que vestirlo para el funeral fue casi imposible: "Mi amor. Ni siquiera pudieron ponerle un par de zapatos. Lo enterraron descalzo", relata Lyudmila.

Los altos niveles de radioactividad que presentaba el organismo del bombero obligaron a que fuera enterrado en Moscú bajo una gruesa capa de zinc y concreto, pero su historia no fue olvidada por completo. Ignatenko es uno de los protagonistas de la nueva miniserie Chernobyl, estrenada la semana pasada por HBO y que revive minuto a minuto la crisis humana y ambiental causada por la inexorable propagación de la radiación en Europa. Para contener la emergencia -que según Greenpeace a la larga causó 93 mil muertes por cáncer y otras enfermedades-, las autoridades soviéticas de la época evacuaron a más de 300 mil personas y establecieron una zona de exclusión de casi 2.600 kilómetros cuadrados, la cual hasta hoy rodea a la planta nuclear y restringe el acceso del público.

La medida convirtió a Pripyat y sus alrededores en una zona fantasma. Los humanos desaparecieron repentinamente y la radiación se asentó en áreas naturales como el "bosque rojo", cercano a la planta nuclear y que fue bautizado así porque los pinos murieron casi al instante y todas sus hojas se volvieron de ese color. Durante años, el gobierno local asumió que la fauna tardaría siglos en volver a Chernobyl, pero poco más de tres décadas después de la explosión la naturaleza ha sorprendido a todos.

Cámaras con detección de movimiento instaladas con autorización expresa y varios sobrevuelos con drones y aviones han revelado que la zona de exclusión se ha convertido en una especie de mundo perdido para la vida salvaje, un escondite rico en biodiversidad donde hoy prosperan casi 400 especies de animales. Criaturas como osos, bisontes, lobos, linces, jabalíes y caballos Przewalski -una especie que en regiones como Mongolia está extinta- hoy vagan libremente por el lugar en números que incluso superan a los que existían antes del accidente en Chernobyl. Eso no es todo: los cielos han sido colonizados por casi 200 tipos de búhos, águilas y otras aves.

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Una pareja de la especie martín pescador comparte alimento. (Crédito: Valeriy Yurko)[/caption]

En marzo pasado, cerca de 30 científicos de Francia, Bélgica, Ucrania, España y otros países que realizan estudios de campo en el área se reunieron en Inglaterra para discutir ese fenómeno y los últimos hallazgos. Uno de los investigadores que asistió fue Jim Smith, profesor de la Escuela de Ciencias Medioambientales de la Universidad de Portsmouth, en Inglaterra, y quien ha estudiado las secuelas del desastre de Chernobyl desde 1990. Uno de sus reportes publicado en 2015 reveló, por ejemplo, que actualmente el número de lobos en la zona de exclusión es siete veces mayor que en reservas naturales de un tamaño similar.

Según señala el investigador a Tendencias, esa explosión poblacional tiene una explicación clara: la ausencia de humanos, cuyos efectos en la fauna y el medioambiente parecieran ser incluso más perniciosos que los de un accidente nuclear tan grave como el de Chernobyl. Una conclusión dramática sobre el devastador impacto de la civilización en la naturaleza y que explica por qué el científico afirma que el lugar se ha convertido en un "laboratorio natural único y notable que nos está ayudando a entender los conflictos y la coexistencia entre los humanos y la vida salvaje".

Smith asegura que no se trata de decir que la radiación sea cien por ciento beneficiosa para la vida salvaje. De hecho, en los rincones más contaminados se han detectado algunas aves albinas o insectos con una esperanza de vida menor al promedio. Pero tanto él como sus colegas creen que el área es hoy un experimento vivo que muestra cómo sería el mundo si los humanos desaparecieran tras un gran desastre global. O, incluso, podría revelar qué ocurre con los procesos evolutivos de animales y plantas en ambientes extremos como los que está generando el progresivo calentamiento global.

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Hoy los lobos abundan en los bosques de la zona de exclusión de Chernobyl. (Crédito: Valeriy Yurko)[/caption]

"En gran parte de la zona de exclusión de Chernoby, la remoción de los humanos y, por tanto, de labores como la agricultura y el uso de pesticidas ha sido beneficiosa para la vida salvaje… y eso es muy revelador del impacto del hombre en su entorno. Inmediatamente tras el accidente y cerca del reactor hubo efectos claros en la flora y fauna, pero si consideramos el lugar en su conjunto, se puede decir que el ambiente se ha recuperado. El 'bosque rojo' es un área de entre cuatro y seis kilómetros cuadrados donde los pinos fueron aniquilados por la radiación en 1986 y allí el ecosistema como tal no ha sanado, pero incluso en ese lugar hemos hallado linces, lobos y otras especies", explica a Tendencias el investigador Nick Beresford, del Centro de Ecología e Hidrología del Reino Unido y líder del proyecto TREE, que ha instalado cámaras en varios puntos de la zona de exclusión.

Regreso al pasado

Hasta el siglo XIX, la cuenca del río Pripyat en la frontera entre Ucrania y Bielorrusia, estaba dominada por humedales y bosques. La llegada de los humanos alteró para siempre el paisaje, al quemar los árboles para habilitar terrenos agrícolas y talándolos para venderlos como madera o combustible para la elaboración de vidrio y vodka. A mediados del siglo XX, esa industria estaba en extinción y se iniciaron varios proyectos de reforestación. Pero en 1970 la amenaza del hombre volvió a cernirse sobre la región, con el inicio de la construcción de la central de Chernobyl y la contigua ciudad de Pripyat, destinada a albergar a los trabajadores.

Hoy la desaparición de la cacería, la tala de árboles y la agricultura está devolviéndole a la zona la apariencia que tenía hace más de cien años. Científicos de la Universidad de Oviedo, en España, han detectado, por ejemplo, abundantes poblaciones de anfibios en la zona de exclusión, incluso en las áreas más contaminadas. También se han registrado indicios de adaptaciones a la vida en ese entorno contaminado: algunas ranas presentan una piel más oscura que las que viven fuera del área restringida, una modificación que podría ser una defensa contra los efectos de la radiación.

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Los jabalíes salvajes hoy deambulan por las villas abandonadas tras el accidente de 1986. (Crédito: Valeriy Yurko)[/caption]

James Beasley, profesor de manejo y ecología de vida salvaje de la Universidad de Georgia, en Estados Unidos, señala a Tendencias que este tipo de descubrimientos muestra que la fauna parece ser mucho más resistente a la radiación de lo que se creía: "A menudo Chernobyl es retratado como un yermo radioactivo. Sin embargo, hoy existe una creciente evidencia científica que muestra que la zona de exclusión da sustento a abundantes y crecientes poblaciones de animales, y que estos se están reproduciendo exitosamente". El científico, cuyos estudios en el área han detectado una alta presencia de nutrias, visones y otras criaturas, dice que los alrededores de Chernobyl siguen "altamente contaminados y sabemos que plantas y animales continúan acumulando elevados niveles de radiación en sus tejidos. No obstante, los índices de radiación hoy son cien veces más bajos que los que existían justo después del accidente".

El investigador relata que, tras la erradicación de la población, los bosques comenzaron a invadir inexorablemente las antiguas granjas y pueblos: "Chernobyl es un testamento de cuán resilientes son los ecosistemas cuando los humanos son removidos de un área. La zona de exclusión abarca hoy una diversidad de hábitats para los animales, los que incluyen desde pinos y árboles de hoja caduca -que toleran mejor la radiación- hasta praderas, humedales, ríos y lagos, además de villas abandonadas".

En 2016, el gobierno ucraniano decidió estimular la recuperación de esa biodiversidad mediante la creación de la Reserva de la Biósfera Chernobyl. Su fin no sólo es resguardar la creciente flora y fauna, sino que intentar recuperar las tierras contaminadas con radiación y permitir la investigación sostenida en campos como la ecología y la geografía. A pesar de que los expertos señalan que las áreas más cercanas al reactor serán inhabitables para los humanos por casi tres mil años, algunas personas han vuelto a las villas en los sectores más externos de la zona de exclusión. Incluso Pripyat ha sido declarada segura para visitas breves, y hoy recibe cerca de 60 mil turistas al año.

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Una comadreja se asoma entre las construcciones de Chernobyl. (Crédito: Valeriy Yurko)[/caption]

"No creo que existan planes para repoblar la zona de exclusión, debido a su designación como reserva de la biosfera. Pero hoy trabajamos en áreas abandonadas fuera de esa región para analizar si las labores agrícolas pueden reanudarse", cuenta Jim Smith. Quizás suene extraño, dicen los científicos involucrados en estos estudios, pero tras el horror ambiental de 1986 hoy quizás sea necesario hacer todo lo posible para preservar la zona de exclusión y así asegurarse de que Chernobyl siga siendo un refugio impensado de la fauna.

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Una pareja de cigüeñas. (Crédito: Valeriy Yurko)[/caption]

"Si el lugar es manejado de manera adecuada, no creo que el área esté amenazada. El turismo en sus niveles actuales no es un problema y los visitantes tienden ir a Pripyat, en lugar de desplazarse ampliamente en la zona de exclusión. El turismo de avistamiento de vida salvaje tiene un potencial que podría ser desarrollado, pero habría que hacerlo de una forma responsable", asegura Nick Beresford.

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