Todos los rincones de esta casa están llenos de fotografías. Hay varias de cuando en 2015 nació Iñaki, el primer hijo. También de cuando un año después sus dos madres celebraron el Acuerdo de Unión Civil en Papudo. Sobre el portal de la cocina, que se conecta con el living y el comedor, hay un cartel muy pertinente en el hogar de una chef: dice "Guatita llena, corazón contento". Bajo una mesa de vidrio se ven distintos juguetes esparcidos en el suelo. Cerca, una silla de guagua. Y en el fondo, un tocador de discos y decenas de vinilos. Lo demás son puros libros de cocina.

Esta tarde, en esta casa, la chef Carolina Bazán (39) viste completa de jeans. La sommelier Rosario Onetto (39), su pareja, lleva chaqueta y pantalones negros. Junto a ellas está Mía, su segunda hija, que nació el 16 de mayo; poco después de que Iñaki, el primogénito, cumpliera cuatro años. Desde entonces todo funciona distinto aquí. Empezando por las pocas horas de sueño y los tiempos revueltos entre la casa y el restaurante que ambas armaron. Por eso, las dos hablarán luego de un cambio de rumbo.

Carolina Bazán, a quien todos llaman la China, es una chef reconocida. En 2013 fue elegida la mejor del año por el Círculo de Cronistas Gastronómicos. Una década antes se había hecho cargo del restaurante familiar Ambrosía, en Vitacura, que en los últimos cinco años se ha ganado un puesto en los 50 Best de América Latina. En 2017, junto a Rosario, se instalaron en Providencia con un segundo negocio. Sólo de ellas. El Ambrosía Bistró es un espacio más juvenil y relajado que el otro, pero con el mismo enfoque gourmet.

Junto a sus hijos viven en una colorida casa en Providencia. De las paredes cuelgan pinturas, esculturas e ilustraciones. Los sofás tienen texturas y estampados diferentes. En uno de ellos, color mostaza, se acomoda ahora Carolina Bazán. Rápidamente su perro Ron se posa al costado. Ella es quien responde las primeras preguntas. Rosario Onetto sólo mira a la distancia, mientras trabaja sobre una mesa con su computador. Mía duerme. Iñaki está en el colegio.

-¿Cómo ha sido la llegada de Mía?

-Más intensa, porque es una segunda guagua. Ya no tienes tiempo para descansar, porque tienes además otro niño. Es bien agotador. Quizás estoy más vieja, o se me habían olvidado las despertadas en la noche. Uno sigue con lo suyo, pero hay algo que te chupa mucha energía. Pero es increíble igual, todo vale la pena.

Embarazándose

En 2010 Carolina y Rosario vivían en París. La chef estudiaba en la academia culinaria Ferrandi y la sommelier, en Le Cordon Bleu. Fue entonces cuando hablaron por primera vez de formar una familia. Un día de octubre fueron al cine a ver Los niños están bien, que contaba la historia de una pareja de mujeres, Nic (Annette Benning) y Jules (Julianne Moore), que por fertilización asistida habían tenido dos hijos. El donante de espermios había sido el mismo para ambos niños; y cada una de las mujeres había llevado uno de los embarazos.

A Carolina le llamó la atención esa fórmula de resolver la maternidad. "Yo pensé: 'Es como nuestro caso, esto podríamos hacer nosotras'. Me hizo sentido. Y eso decidimos hacer, que yo tendría un hijo y después la Rous tendría otro, pero con el mismo donante", recuerda.

-¿Siempre quisiste ser mamá?

-Sí, siempre quise tener hijos.

Entonces Carolina mira a Rosario al otro lado de la sala y le pregunta en voz alta: "¿Y tú, Rous?". "Yo siempre me lo imaginaba", responde la aludida.

Durante muchos años, el plan de la pareja fue el mismo de la película. Primero, buscaron un donante. Luego, tras el procedimiento médico, Carolina quedó embarazada y nació Iñaki. En 2017 empezaron a planear la llegada de un segundo hijo. Era el turno de Rosario.

"Uno piensa que es fácil, y no", dice Rosario, quien se acerca por primera vez al living y se sienta. Desde entonces esta conversación será de tres.

La sommelier cuenta que durante dos años se sometió a un tratamiento de fecundación in vitro y no dio resultado. "Hay que ir al doctor, comprar las muestras, importarlas, hacer un seguimiento del ciclo, hacer la inseminación y esperar 15 días para saber si funcionó", dice. Lo intentó cuatro veces. Después del último fracaso, como era una situación emocionalmente difícil, la pareja decidió que Carolina tratara de embarazarse. "Probamos con la China y resultó a la segunda", recuerda Rosario.

Ambas vienen de familias numerosas. Carolina tiene cuatro hermanos; y Rosario, nueve. Su experiencia les decía que para Iñaki era esencial tener un hermano. "Los hermanos son amigos para toda la vida. Nadie te va a entender más que tu hermano", dice Bazán. "Un compañero de vida", agrega Onetto.

El llanto de Mía interrumpe la conversación. Rosario va al dormitorio y vuelve con Mía entre los brazos. Le besa el cuello y la apoya en su hombro. La niña es muy parecida a Iñaki; y ambos se parecen mucho a Carolina.

-Se nota que ambos niños son hermanos de padre y madre

-(Sólo con escuchar la frase, Rosario se pone alerta y de inmediato empieza a aclarar la respuesta). Le decimos donante, porque ser padre es otra cosa. De hecho, puedes ser padre sin tener una conexión biológica. Yo siempre digo que el lenguaje crea, y me pasa que a veces hasta mi mamá me habla del "papá" de Iñaki. El lenguaje crea y él no tiene papá. No quiero que lo escuche. Porque la carga de ser papá o donante no es la misma. La palabra es linda, porque es donar, pero no tiene que ver con la paternidad. Ellos no son hermanos de padre y madre.

Preocupándose

Para Carolina y Rosario la aceptación de la familia que formaron nunca ha sido un problema, aunque debieron enfrentarse a escrúpulos y temores incluso de familiares cercanos. "Mucha gente tenía aprensiones y prejuicios, pero la llegada de Iñaki fue tan increíble, y él es tan increíble, que quizás se han dado cuenta que se equivocaron", cuenta la chef.

-¿Alguien les dijo que tuvieran cuidado con ese tema?

-Cuando le contamos a mi mamá que queríamos tener guagua la primera vez, yo creo que le dio un poco de nervios, o susto -dice Carolina.

-Aprensión -precisa Rosario.

-Lo que pasa es que mi mamá es mucho más conservadora, aunque evidentemente con estos años es super activista -prosigue la chef.

-Hasta ha hecho videos para la Fundación Iguales -complementa Onetto.

-Al principio se asustó por nosotras, por Iñaki, por el qué dirán, por cómo lo iban a recibir a él. Cuando le dije que quería tener un hijo, me dijo: "Estás en el peak de tu carrera"… Fue una excusa yo creo -describe Carolina.

-Para protegerte -agrega Rosario.

Mientras el Ambrosía se hacía cada vez más conocido, la pareja decidió hacer pública la llegada de su primer hijo. La entrevista la dieron a revista Paula en 2015. "Queríamos abrirle el camino a Iñaki. Pensamos: 'Si nosotras respondemos las preguntas ahora, quizás va a haber menos preguntas para él'. Fue una segunda salida del clóset, salió en todas partes y desde ahí no tuve que explicarle a nadie nada más", dice Rosario. "Es política, es activismo, es abrir caminos y mostrar el lado luminoso también, porque a veces la historia gay tiene una curva oscura".

La estrategia tuvo éxito. Los clientes les llevan regalos al Ambrosía y la gente las saluda en la calle. "Las fotos que he subido con Mía o Iñaki son las que tienen más likes. No las de mis comidas ni del restaurante. Se revientan las redes sociales de pura buena onda ", cuenta Carolina.

Este año Iñaki ingresó al colegio. Dicen que, al igual que en el jardín, el recibimiento ha sido excelente. "En los papeles donde dice papá, rayo y pongo mamá; chao, no más", dice Rosario.

-Igual es un mundo menos protegido para él, ¿qué sienten frente a eso?

-Siempre me ha dado nervios, quizás más que ahora, el rollo del bullying. Uno puede tener un papá y una mamá e igual te hacen bullying, pero me daría lata que éste sea un tema para agarrarse contra él. Ahora, puede que sea una generación totalmente distinta, con otro chip y que no sea tema que tenga dos mamás -dice Carolina.

Opina también Rosario: "Razones hay miles para el bullying, lo que pasa es que ésta es una grande pa agarrarse... Los niños no salen homofóbicos, pero sí muchas veces se recalcan las diferencias".

"Me daría lata que una decisión nuestra le haga daño a él", agrega Carolina.

Pese a los miedos de sus madres, Iñaki no parece complicarse. Rosario recuerda el Día del Padre de este año. En el colegio organizaron una actividad que consistía en hacerles un dibujo a los papás. Apenas las profesoras dieron las instrucciones, el niño gritó: "Yo no tengo papá, pero tengo dos mamás". Y enseguida él mismo propuso hacerle el dibujo a su abuelo. "Lo solucionó solo, no pregunta del tema. Es algo que no existe, que no tiene, entonces no se enrolla", cuenta Onetto.

A las 12.45, Rosario sale a buscar a Iñaki. El colegio está cerca. Regresan apenas media hora más tarde. El niño tiene un corte melena y los ojos rasgados como Carolina. Se acerca a la chef, que sostiene a Mía, y se acomoda a su lado. Le habla con ternura a su hermana, luego le da un beso. "Ya po, China", le dice a su madre, pidiéndole tomar a la niña en brazos.

Desordenándose

¿Como llevar dos restoranes y dos hijos? Esta es la pregunta que se hicieron Carolina y Rosario mientras esperaban la llegada de Mía. "Ha sido super difícil", reconoce Bazán.

Siguieron pensando y decidieron replantearse el formato del Ambrosía Bistró. "Es también como una guagua", afirma Rosario, porque según ella requiere tanto tiempo y energía como sus hijos. Debían adaptarlo entonces al nuevo funcionamiento de la familia. "Era demasiado absorbente, y necesitábamos poder respirar un poco más tranquilas", cuenta Bazán.

Antes del nacimiento de Mía, la chef y la sommelier iban a los dos servicios del restaurante: almuerzo y cena. Además, seguían monitoreando el local de Vitacura. "Con dos hijos, quiero ir unos días al almuerzo y otros días en la noche. Me he dado cuenta que es importante para Iñaki estar en la noche, acostarlo, dormirse con él, cosa que antes nunca habíamos hecho", dice Carolina.

"Comfort food", así define la chef la nueva línea del restaurante. Este concepto, que se popularizó en Estados Unidos, se refiere a un estilo de platos caseros realizados con productos de alta calidad y con precios accesibles. "Estamos dando ese giro. En el fondo, diferenciarnos del otro restaurante y hacer una comida más de calle", cuenta Rosario.

"Nos desordenamos. Éste debería ser un restaurante que hubiera gente siempre, que vas pasando a picar algo, te tomas una chela y sigues. Algo muy casual, un lugar entretenido", explica Carolina, quien, al igual que en su vida, ajusta su negocio a un modelo más distendido y familiar.

Son las 14 horas. Hace no tanto tiempo, ni Rosario ni Carolina estarían a esta hora en su casa. Pero ahora las cosas son diferentes. Con un primer hijo más grande aparecen nuevas preguntas; con una niña recién nacida, desafíos; y con el cambio del Ambrosía Bistró, incertidumbres. Mía ya se alimentó y a Iñaki le van a preparar el almuerzo. Esa tarde, es el único cliente de Bazán.