Soy psicoanalista y estas son las 5 ideas sobre la felicidad que todos deberíamos conocer
El autor del bestseller Historias de diván y La felicidad: más allá de la ilusión, Gabriel Rolón, abordó este tema en entrevista con La Tercera.
La felicidad es uno de los fenómenos que más ha llamado la atención de los pensadores de distintas disciplinas a lo largo de la historia. Y como es de esperar, las definiciones en torno a ella varían sustancialmente.
Es por esto mismo que no existe una única y universal que detalle específicamente en qué consiste, mientras que tampoco hay una fórmula exacta y validada para todos que detalle cómo se puede llegar a ser feliz.
Sin embargo, aquello no impide que se pueda analizar este concepto que es de suma relevancia.
Uno de los expertos que se ha dedicado a estudiar la felicidad es el psicoanalista y escritor argentino Gabriel Rolón.
De hecho, su libro más reciente, titulado La felicidad: más allá de la ilusión (Planeta, 2023), nació a partir del cuestionamiento mencionado al principio de esta nota.
A través de casos reales de pacientes, algunas experiencias personales y las reflexiones de nombres como Byung-Chul Han, Sigmund Freud, Friedrich Nietzsche, Jorge Luis Borges, Albert Einstein y Ana Frank —por solo mencionar algunos— Rolón presenta ciertos planteamientos que se deberían tener en cuenta sobre la tan anhelada felicidad.
No se trata de un texto dirigido únicamente hacia entendidos en el psicoanálisis, sino que le habla a todo tipo de audiencias y aborda aristas que se cruzan entre el arte, la literatura, la filosofía, la psicología y la historia.
Así, el también autor del bestseller Historias de diván (Planeta, 2007) invita a realizar una mirada inmersiva en torno a cómo confluyen los recuerdos que se tienen de la niñez, la percepción del presente y las aspiraciones que se tienen para el futuro.
Dentro de este análisis, también tienen un rol clave las relaciones interpersonales.
En entrevista con La Tercera, Rolón comparte una serie de puntos sobre la felicidad que se deberían tener en consideración.
1. La felicidad no es permanente
Seguramente has escuchado en múltiples ocasiones a personas que hablan sobre la felicidad como si fuese una suerte de espacio al que hay que llegar y que una vez que se logra estar ahí, se está en medio de él de forma inamovible.
No obstante, Rolón afirma estar convencido de que no es así y de que más bien “es un estado que no es permanente”.
“La única manera de que la felicidad fuese permanente, es que uno muriera en el momento exacto en el que está siendo feliz”, sugiere.
Un argumento que sostiene esa premisa puede verse reflejado en el ejercicio de pensar en los momentos de felicidad que se atraviesan a lo largo de nuestras vidas.
Después de que ocurren “volvemos a acostarnos, a dormir, a levantarnos y a salir a la vida, que es ahí donde nos esperan los desafíos”.
Con esto último hace referencia a todo lo que implica “seguir amando, trabajando, deseando, construir proyectos y relacionarnos con amigos, hijos o parejas”.
Por supuesto, lo anterior también implica invertir esfuerzos, los cuales suelen verse enfrentados a una serie de conflictos internos que aparecen.
“Recuerdo esto que decía José Ortega y Gasset de que contenemos multitudes. ¿Cuántas veces queremos algo y una parte de nosotros no? Una parte decide hacer algo y al rato la otra se arrepiente y dice: ‘¿Para qué hice esto?’”.
En este sentido, Rolón detalla que “la felicidad es un estado pasajero que tenemos mucha más opción de disfrutar cuanto menos queramos retenerlo, sino, se comporta como el agua”.
“Si dejas las manos ahuecadas, puedes tenerla ahí un rato, pero si la quieres apretar, se te va a escapar entre los dedos”, ejemplifica el psicoanalista.
“Cuando estamos siendo felices, tenemos que tener la serenidad de no pretender que dure para siempre y de relajarnos para de algún modo sentir ese extraño y mágico placer”.
Pero no basta con ello, ya que también se debe “hacer lo posible para no arruinarlo”.
“En eso la felicidad se parece a la seducción. Cuando tú conoces a una persona y se miran, los dos ya saben si es posible que pase algo o no. Después, lo que uno hace es dejar que eso fluya o arruinarlo. Si uno no hace las cosas mal, va a pasar. Lo que ocurre es que comúnmente lo estropeamos con torpezas en medio (de ese proceso). Yo creo que con la felicidad es igual”.
2. Mide las expectativas
Pese a que la felicidad puede generar una sensación de placer, el especialista advierte que estos conceptos no son sinónimos. Si bien, el primero puede contener el segundo, este último no necesariamente hará que se llegue a un estado de felicidad.
Por lo tanto, alguien podría estar sintiendo algún tipo de placer, pero eso no se traduce automáticamente en que esté siendo feliz.
Aún así, vale la pena analizar cómo se desenvuelve este factor.
Rolón comenta que “por lo general, el placer que uno busca siempre es mayor que el que se alcanza, porque el placer encontrado nos deja una falta, una sensación de que podría haber sido más”.
“Puedes ir a escuchar un grupo de música que te gusta y a lo mejor estuvo fantástico, pero si lo estuviste esperando y esperando, cuando vuelvas vas a decir: ‘Oh, lástima que no cantaron tal canción. Me hubiera gustado que lo hicieran”, ejemplifica.
Aquello ocurre “porque el ser humano vive en falta. Somos seres que nunca alcanzaremos todo lo que queremos. Siempre nos va a faltar algo”.
“Y es maravilloso que así sea, porque eso que falta es lo que nos estimula a seguir deseando”.
Por otro lado, si se tiene la oportunidad de alcanzar un objetivo que se perseguía, “tenemos que asumir que jamás estará a la altura de nuestras expectativas conscientes o inconscientes”.
Esto se debe a que “lo que el ser humano busca en realidad es algo que calme la angustia existencial, lo que Miguel de Unamuno llamaba ‘el sentimiento trágico de la vida’”.
“Somos seres conscientes de nuestra finitud. Sabemos que nos vamos a morir y que hay gente querida que no volveremos a ver. Son infinidades de vacíos que nos recorren e imaginamos una felicidad que los colme todos, pero eso no va a pasar”.
“Me parece genial desear e ir en pos de lo que se desea, porque ahí es donde uno construye su vida. Pero hay que estar preparados para saber que lo que encontraremos no es exactamente lo que creíamos desear”.
3. Si no te das cuenta de que eres feliz, no lo estás siendo
El psicoanalista argentino enfatiza en esta premisa y dice que “lo vemos cuando alguien mira hacia atrás y dice: ‘Qué feliz fui en ese momento’”.
“Ahí observa el pasado desde el presente y dictamina racionalmente que estaba todo dado para ser feliz. Pero en el instante en que lo estaba viviendo, no pudo darse cuenta. Entonces, ahí no lo estaba realmente”.
Al interior de su libro más reciente, relata algunos casos reales que ha tratado en su consulta y que reflejan cómo sus pacientes se han percatado de que algunas de sus vivencias no fueron como ellos las recordaban.
“Yo creo que la felicidad conlleva necesariamente la capacidad de ser percibida, porque sino, lo que aparece es el checklist de las cosas que deben pasar para que uno sea feliz, pero falta el estado”.
A modo de ejemplo, comenta: “Es como tener un atardecer perfecto que no se está mirando. Después, cuando la persona ve la foto de ese día, puede decir ‘oh, qué atardecer más maravilloso’, pero se lo perdió, porque estaba viendo otra cosa”.
Por tales motivos, el autor considera que uno de los grandes desafíos que contempla la felicidad es trabajar sobre uno mismo para “construir un estado anímico y psíquico que nos permita alojar ese momento de felicidad cuando pase por nosotros”.
“Creo que fue John Lennon quien dijo que ‘la vida es lo que pasa por nosotros mientras estamos haciendo otros planes’. Es una frase muy tentadora, porque realmente creo que muchas veces vivimos así. Obnubilados por el pasado, ya sea por añoranza o por culpa. Obsesionados por el futuro, por temor o por proyección de nuestros deseos. Y en ese viaje en el tiempo hacia atrás y hacia adelante, nos perdemos el único tiempo que existe, que es este: el ahora”.
En otras palabras, plantea que la felicidad requiere de “un estado de eternidad”, en el sentido de que tanto el pasado como el futuro deben confluir con el presente, para que así “esa persona sienta que no hay ningún otro lugar en el que quisiera estar más que donde está y que no hay ninguna otra cosa que quisiera hacer más que la que está haciendo”.
“Cuando eso ocurre, estamos en un estado en donde podemos percibir la felicidad. Sino, es mentira, una construcción a posteriori”.
4. No depende absolutamente de ti, pero tiene un carácter personal
Es usual que en algunas páginas o perfiles de redes sociales se presenten mensajes que plantean que “la felicidad depende uno mismo” o frases similares que pueden ser clasificadas dentro de un discurso de “positivismo tóxico”.
A grandes rasgos, dicho concepto hace referencia a que se puede ser feliz únicamente a partir de los deseos propios de cada persona. Si se asume esa premisa, se podría deducir hipotéticamente que una persona no es feliz porque no lo estaría deseando lo suficiente.
Aquel discurso ha sido ampliamente criticado por especialistas en salud mental —incluido Rolón— ya que también conlleva implícitamente a evitar las emociones que se consideran “negativas”.
Para él, frases como la mencionada tienen un carácter por lo menos “mentiroso”, ya que no solo basta con uno mismo para ser feliz e “interactuamos con el mundo y lo que ocurre en él nos influencia”.
Sin embargo, precisa que “sí tenemos que ver con la posibilidad de ser felices, que no es lo mismo que decir que depende de nosotros”.
“Tenemos que ver en la medida en que trabajemos para lograr ese estado del que hablábamos y nos demos cuenta de que, por ejemplo, estamos mirando un paisaje hermoso y no estemos distraídos buscando el celular para tomar una fotografía”, dice en referencia a lo planteado en el subtítulo anterior.
Asimismo, manifiesta que “creer siempre que todo va a salir bien es tan errado como pensar que siempre va a salir mal”.
“Lo que yo puedo hacer es dar todo de mí para que salgan lo mejor que se pueda. Y aún así, a veces saldrán mal y tendré que aceptarlo. Lo que me queda es ver cuál ha sido mi actitud en el camino. Eso es en definitiva lo que debe importar, porque sino terminaríamos juzgando todo simplemente por los resultados y eso sería un error”.
Y respecto a por qué la felicidad tiene un carácter personal, subraya:
“Solo nosotros podemos saber o experimentar qué nos hace felices y qué no, pero para eso hay un desafío enorme que enfrentar. Ya lo sabían los griegos desde la época del oráculo de Delfos, que en la entrada decía: ‘Conócete a ti mismo’. Si uno no sabe quién es, no sabe qué desea y no sabe qué le hace feliz”.
5. La felicidad no es perfecta
Tal como se mencionaba anteriormente, muchas veces es planteada como un estado ideal en el que no se presentan malestares y en el que los dolores internos desaparecen.
No obstante, Rolón sostiene que sí se puede sentir mientras se está en momentos de sufrimiento intenso.
“La única felicidad que los seres humanos podemos conseguir es una ‘felicidad en falta’. Fernando Pessoa, el poeta que a mi gusto mejor describió ‘lo perdido’, comienza un poema que se llama Aniversario con la siguiente frase: ‘En el tiempo en que festejaban mi cumpleaños yo era feliz y nadie estaba muerto’. Es demoledor, pero fíjate dónde ubica la felicidad: donde todavía no había tenido ninguna pérdida”.
Bajo esta línea, Rolón continúa:
“Cuando pierdes algo importante —como analista iría más atrás que Pessoa y diría que al nacer ya perdemos algo— , la posibilidad de que no haya heridas y tristezas no existe. Entonces, la felicidad como tal está perdida. ¿Qué nos queda? La ‘faltacidad’, que es la posibilidad de encontrar estados de felicidad que alojen mis dolores, ausencias y fracasos”.
Para ejemplificar en torno a este punto, pone el caso hipotético de un escritor que disfruta mucho de su trabajo y que recibe un premio altamente prestigioso a nivel internacional.
“(Aquel individuo) estaría muy emocionado, pero diría: ‘Cómo me hubiera gustado que mi familiar (fallecido) lo viera’ o ‘me habría encantado que esa persona que amaba compartiera este momento conmigo’. Es decir, en el momento de mayor felicidad, se va a presentar una falta, porque ya las tiene”.
De esta manera, el psicoanalista sentencia a LT:
“Prefiero pensar en la construcción de estos momentos de ‘faltacidad’, de felicidad con falta. Felicidades imperfectas, con ausencias, que a lo mejor tienen un dejo de tristeza o de dolor, ¿por qué no? Eso es lo que somos. Lo siguiente está mal, porque soy un analista y suena a tip, pero es necesario hacer el esfuerzo de desidealizar la felicidad. No busquemos el cielo, porque como dijo Borges citando a Milton, ‘los únicos paraísos son los paraísos perdidos’”.
“¿Por qué en vez de buscar una felicidad ideal, no buscamos una ‘faltacidad’ posible?”.
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