Usó las leyes de Newton: la historia del cura británico que predijo la existencia de agujeros negros hace 200 años

Agujero negro
Usó las leyes de Newton: la historia del cura británico que predijo la existencia de agujeros negros hace 200 años. Foto: representación de un agujero negro / NASA.

Tras estudiar y enseñar en Cambridge, el inglés John Michell decidió dedicarse a la iglesia. No obstante, siguió investigando en las áreas que le interesaban.


Los agujeros negros son uno de los fenómenos que más llaman la atención de la comunidad científica y los especialistas dedicados a estudiar el espacio.

Pero a pesar de que a inicios del siglo XX había físicos que rechazaban su existencia, también hubo algunos de momentos previos de la historia que confiaban en que eran reales.

Es aquí donde aparece el nombre del sacerdote británico llamado John Michell, quien nació en Eakring (Inglaterra) en 1724 y murió en 1793 a sus 68 años.

Con el apoyo de las leyes de Isaac Newton, predijo la existencia de los agujeros negros hace casi 200 años.

Era hijo de Gilbert Michell —el rector de la parroquia del pueblo— y Obedience Gerrard, mientras que fue educado en casa junto a sus hermanos menores.

Según informaciones rescatadas por la BBC, el historiador Russell McCormmach relató que desde pequeño destacó por aprender con rapidez y eficiencia.

De hecho, un amigo de su padre que solía visitar la casa familiar describió a John Michell como la persona con “la cabeza más clara que haya conocido”.

Los Michell creían en el cristianismo latitudinario, una corriente que pone énfasis en la razón por sobre la doctrina excesiva.

Cuando terminó sus estudios primarios, entró a la Universidad de Cambridge y se mantuvo ahí por más de 20 años, tanto estudiando como enseñando.

Entre las asignaturas que dictó se encontraron hebreo, griego, aritmética, teología y geología.

También destacaba por su creatividad y motivación para explorar distintas áreas.

“Le gustaba construir sus propios aparatos”, escribió uno de sus biógrafos, Archibald Geikie, quien precisó que sus habitaciones en el Queens College de Cambridge “a veces parecían un taller con todos sus implementos y maquinaria”.

Michell también investigó el área de la física. De hecho, en 1750 publicó un artículo sobre magnetismo en el que presentó la llamada “ley del cuadrado inverso”.

Una década más tarde, en 1760, publicó otro enfocado en los terremotos, en el que describió las capas de la Tierra y un método para estimar epicentros, entre otros puntos que contribuyeron a investigaciones posteriores.

Ya en 1764 dejó Cambridge, se casó con una mujer llamada Sarah Williamson y se trasladó a Thornhill, Yorkshire, para convertirse en rector parroquial, al igual que su padre.

Sin embargo, según archivos revisados por la BBC, ella murió al año siguiente, por lo que Michel se volvió a casar en 1773, con Ann Brecknock.

No obstante, aunque decidió dedicarse a la iglesia, también continuó investigando en el ámbito de las ciencias.

En palabras de McCormmach, “las verdades de su religión estaban de acuerdo con las verdades de la naturaleza”.

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Usó las leyes de Newton: la historia del cura británico que predijo la existencia de agujeros negros hace 200 años. Foto: agujero negro / NASA.

Cómo John Michell predijo la existencia de agujeros negros con las leyes de Newton

Ya en 1783, Michell publicó un artículo en el que utilizó las leyes de Newton para explicar cómo se podía determinar la densidad de las estrellas, a partir de la forma en que su gravitación afectaba a otros cuerpos que estaban cerca.

En aquel texto, también abordó cómo podía afectar el comportamiento de la luz.

Supongamos ahora que las partículas de luz se atraen de la misma manera que todos los demás cuerpos que conocemos... de los cuales no puede haber ninguna duda razonable, siendo la gravitación, hasta donde sabemos (...), una ley universal de la naturaleza”, escribió.

Previamente, Isaac Newton había propuesto su teoría de las partículas o “corpuscular” de la luz, la cual era una referencia tanto para Michell como para otros estudiosos de la época.

Según el sacerdote británico, el comportamiento de la luz bajo la gravedad podía permitir una manera de calcular la densidad de las estrellas, especialmente si una era “lo suficientemente grande como para afectar la velocidad de la luz que emana de ella”.

Pese a que hoy se considera que estaba equivocado en ciertos puntos —como en el impacto de la gravedad en la velocidad de la luz—, científicos posteriores a él han afirmado que su razonamiento tenía solidez.

Con esos principios, a grandes rasgos, Michell sugirió que también era posible que la gravedad de estos cuerpos más grandes pudiera dominar completamente sus propios rayos de luz.

Hizo hincapié en que para que una estrella pueda lograrlo, necesitaría tener una densidad como la del sol y unas 500 veces su tamaño.

Bajo esas características, planteó que la luz escaparía de esa estrella, pero que “tendría que regresar hacia ella, por su propia gravedad”.

Aunque reconoció que “no podríamos tener información a simple vista”, manifestó que se podría detectar la luz a partir de irregularidades en las órbitas de otros cuerpos.

“No sería fácilmente explicable con ninguna otra hipótesis”, escribió Michell.

Aquel razonamiento es considerado como una predicción de la existencia de los agujeros negros, según expertos consultados por la BBC.

De hecho, dijeron que se han podido detectar varios a través de las órbitas de estrellas cercanas, es decir, con parte de los planteamientos que hizo Michell como base.

Posteriormente y en paralelo a sus investigaciones, otros científicos también trabajaron en hipótesis relacionadas a este tópico.

Sin embargo, Michell no fue reconocido por sus avances hasta la segunda mitad del siglo XX, a diferencia de otros que publicaron más seguido y sobre temas que generaban mayor debate en la época.

Otro punto a considerar, según comentó el físico Kip S. Thorne en su libro Black Holes and Time Warps, publicado originalmente en 1994, es que las estrellas oscuras que consideró el sacerdote británico “no representaban una amenaza para ninguna creencia apreciada sobre la naturaleza” ni un desafío para “la permanencia y estabilidad de la materia”.

Aún así, McCormmach destacó que Michell “se ocupó de los problemas científicos que le interesaban, en cualquier campo, y los persiguió hasta donde quiso y no más allá; y publicó su trabajo cuando quiso, y solo cuando estuvo completamente satisfecho con este”.

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