Wiesbaden: las termas, los chocolates y la vida cerro arriba
Ladera Sur recomienda: Un viaje por Wiesbaden, capital del estado de Hessen. Un lugar que, a sólo 45 minutos en S-Bahn desde el aeropuerto de Frankfurt, muestra un lado verde de Alemania.
Una pequeña ciudad con mucho verde. Así describen algunos a Wiesbaden, capital del estado de Hessen, a sólo 45 minutos en S-Bahn desde el aeropuerto de Frankfurt. Y no se equivocan: más de 50.000 árboles adornan sus inmediaciones, y parques y plazas invitan a disfrutar de una caminata por la naturaleza junto al sonido de los loros salvajes que anidan en los orificios huecos de los troncos.
Aquí todo está cerca. Es una ciudad para descubrir a pie y perderse entre sus calles y avenidas; como la Wilhelmstrasse, cuyos plátanos americanos en primavera están podados con la forma de antiguos candelabros. Esta calle no sólo alberga tiendas de shopping y lujosos hoteles, sino también el Museo de Wiesbaden, el Kurpark y el Kuhhaus. Este último es el mismo casino donde en 1863 el escritor ruso Fedor Dostoievsky perdió todo su dinero, lo que lo llevó a firmar un apresurado contrato para escribir El jugador y salir así de la deuda.
En el centro hay más atractivos. Como la famosa Marktkirche, espectacular iglesia protestante de ladrillos rojos y cinco puntiagudas torres que la transforman en el edificio más alto de la ciudad, con 89 metros de altura.
Aguas subterráneas
Esta ciudad fue sede de los baños termales de los romanos, hace 2 mil años, porque bajo sus calles fluyen 26 manantiales de aguas termales. Un tesoro natural que hoy sigue atrayendo a diversos turistas y a habitantes locales para disfrutar de un baño de vapor o aliviar problemas reumáticos.
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Vista de la ciudad alemana. Foto: Romina Bevilacqua[/caption]
De hecho, sus aguas termales son las que dieron el nombre a la ciudad. Wiesbaden es una palabra compuesta que une Wiesen (campos) y baden (baños).
Un buen dato es el Thermalbad Aukamtal, cuyas piscinas son abastecidas por estos manantiales subterráneos. El edificio, de fachada moderna, es el spa más sofisticado de Wiesbaden. El área de piscinas abarca 4.400 m2 y además cuenta con cuatro salas de sauna al interior -a distintas temperaturas- y otras tres al exterior, cada una con su propia ambientación y diseño.
Pero los que buscan rememorar tiempos pasados, en la calle Langgasse se encuentra el Kaiser-Friedrich-Therme. Está construido sobre los cimientos de los baños romanos y decorado con columnas y mosaicos. Con su baño ruso y piscina restaurados en los colores y decoraciones del tardío art nouveau, este complejo termal revive los badeluxus propios de la época wilhelmiana. Pero ojo, que el pudor aquí no es bienvenido: este establecimiento tiene una política clara de nudismo.
Los beneficios de las aguas termales incluso se pueden disfrutar en plena calle. Dispuestas en distintos puntos de la ciudad, hay llaves de agua termal para beber: se cree que tiene poderes curativos. Las más populares son las de Kochebrunnen, la principal fuente termal de la ciudad y donde convergen todos los manantiales; y la Bäckerbrunnen -junto al famoso restaurante del mismo nombre-, que existe desde el siglo 18 y era utilizada por panaderos y carniceros de los alrededores para sus negocios. Hay sí que tener en cuenta dos cosas: la primera, los límites diarios de consumo recomendados son de un máximo de 400 ml -el agua contiene minerales, entre ellos arsénico-; la segunda, su sabor: entre salado y metálico, no es agradable.
Muy dulce
Llama aquí la atención la cantidad de cafeterías, panaderías y pequeñas tiendas de dulces y aliños. Imperdibles son el café Maldaner y la chocolatería Kunder.
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La chocolatería Kunder. Foto: Romina Bevilacqua[/caption]
Ubicado en el número 34 de la calle Marktstrasse, Maldaner no llama la atención. Pero tras cruzar su puerta, se viaja al pasado. Un mesón con pasteles y kuchenes alemanes y olor a café recién molido dan la bienvenida a esta cafetería cuyos orígenes están en 1859. "Todo lo hacemos nosotros. Tenemos a 50 personas trabajando, juntos hace 20 años", cuenta Renate Schulz-Winkel, quien en 2001 junto a su esposo compraron este lugar.
Renate cuenta que remodelaron completa la cafetería: "Tomé unas fotografías antiguas del café y me basé en ellas". Quedó tan bien, que años atrás cuando un miembro del Klub der Wiener Kaffeesieder (club de los dueños de cafeterías vienesas) visitó el Maldaner, quedó impresionado y se lo comentó a sus colegas en Austria. Por eso esta tienda fue reconocida como un auténtico café vienés y en 2011 obtuvo el título del "Primer Café Vienés oficial de Alemania". Ello, a su vez, lo llevó a transformarse en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco.
Hoy por 3,5 euros puedes disfrutar aquí un trozo de pastel tradicional como el especial de Frankfurt; la Scharzwärder kirschtorte -selva negra, típica de Baden-, o la especialidad de la casa: el maldaner praliné, una deliciosa torta de crema de moca y vainilla.
Para los fanáticos de los chocolates, obligación es la chocolatería Kunder, en el numero 12 de la avenida Wilhelmstrasse. Centenares de pequeños bombones llenan las vitrinas de la tienda que en 1898 fundaron Fritz Kunder y su esposa Hermione. Hoy la administra su bisnieto, Jürgen Brand.
¿La especialidad? La anana tortchen o tarta de piña: una masa de waffle y nuggat, rellena de mermelada de piña con un anillo de mazapán, almendras molidas y una cubierta de chocolate. "Fue un invento de mi bisabuelo a partir de una recomendación de su esposa, en 1903", asegura Jürgen.
Pero eso no es todo. Esta era la chocolatería tradicional donde el emperador Wilhelm II de Prusia solía comprar bombones en sus visitas a la ciudad en el siglo XIX.
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El funicular Nerobergbahn está en operaciones desde 1888. Foto: romina bevilacqua[/caption]
Cada año se presenta aquí un nuevo chocolate. Este año la temática elegida son la arquitectura y principales atractivos turísticos de Wiesbaden. Así que en esta visita pude probar el bombón Riesling, inspirado en la champaña producida en la zona; el chocolate Nerobergbahn -relleno de maracuyá-; y el Green Parrot, inspirado en los loros salvajes de la ciudad y relleno de frutilla.
Neroberg, en altura
Es el principal cerro de la ciudad, ideal para obtener panorámicas. Uno sus principales atractivos es el Nerobergbahn, un funicular que funciona desde 1888 hasta la cima de este cerro de 245 metros de altura.
Otro de los imperdibles de este cerro es la visita a la iglesia ortodoxa rusa, la única de su tipo en Wiesbaden. Es una hermosa construcción que, según comenta el guía, tiene sus cúpulas pintadas con oro. Construida entre 1849 y 1855, guarda una triste historia. Su construcción fue en honor a la duquesa Elizabeth, sobrina del Zar de Rusia Nicholas I y esposa del Duque Adolph de Nassau, quien murió durante el parto de su primera hija (que también falleció en el acto). Hoy ambas están enterradas bajo sus cimientos.
En las laderas del cerro hay un viñedo. Existe desde 1525. Se cultivan principalmente uvas riesling, muy populares en esta zona que forma parte de la región vinícola del Rheingau.
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Marktkirche, esta iglesia protestante es el edificio más alto de la ciudad, con 89 metros de altura. Foto: Romina Bevilacqua[/caption]
Lo interesante de este viñedo es lo que ocurre bajo tierra. "Tenemos la ciudad aquí debajo. En los meses de verano, cuando hace más calor, la ciudad crea una ola cálida que durante el día sube a través de los viñedos. Esto es muy conveniente. Tenemos un flujo constante de viento, por lo que, si llueve, se seca rápidamente; así que tenemos pocos problemas con hongos. Lo otro es que las tierras tienen muchas piedras, por lo que el agua se filtra rápidamente", explica Erika Buntshuh, de la viña Kloster Eberbach, la mayor de Alemania y a la que pertenece el viñedo del Neroberg.
Vale la pena tomar el tour que incluye una cata de vinos de Kloster Eberbach. Se puede tomar una exquisita copa de vino blanco mientras se admira la ciudad, con sus grandes casonas y edificios con fachadas del siglo XIX.
¿Un dato curioso? Wiesbaden, una de las ciudades más ricas de Alemania, fue de las pocas que durante la guerra no se vieron completamente destruidas. Se dice que sólo cerca del 20% al 30% fue destruido por los bombardeos y que esto se debería al clima: el mal tiempo y un cielo densamente nublado los habrían protegido de un destino menos favorable.
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