De empleados a emprendedores: los partisanos de las pizzas
Andrés Torres y Brayan Ortega se conocieron como trabajadores de una pizzería. Cuando ambos quedaron cesantes, decidieron abrir una propia: Partisanos. Un emprendimiento que le hace honor a su nombre; tal como los miembros de la Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial -que salían a los campos a pelear con lo que tuvieran en sus casas-, estos socios han dado la lucha con todo para mantener el sueño en pie.
Pasaron muchas cosas en el camino antes de que Brayan Ortega (30) y Andrés Torres (28) tomaran todo lo que tenían para abrir Partisanos Pizzería. Después de todo, no solo necesitaban harina, agua, aceite, sal, salsa de tomate, carne y verduras, sino también ideas, sueños, máquinas, ahorros y esfuerzo. Mucho esfuerzo.
Ambos puentealtinos se conocieron en otra pizzería, pero no alcanzaron a trabajar juntos: justo cuando Ortega se fue, Torres llegó para reemplazarlo. Sin embargo, comenzaron a forjar una amistad, a compartir intereses y sueños; uno de ellos fue creciendo en particular: tener un local propio.
Tras el estallido social, los dos se quedaron sin trabajo. Brayan Ortega, con estudios inconclusos de cocina, tenía hornos e implementos; Andrés Torres, preparador físico de profesión y con la experiencia de haber trabajado en otra pizzería, dio con un espacio para montar el local.
“Era lo que nos faltaba para ponerlo en marcha. Una tía me ofreció el estacionamiento de la casa de mis abuelos para poner un negocio. Llamé a Brayan y fuimos a conversar con ella. Había un cobertizo y cerámicas, nosotros empezamos a cerrarlo y a levantar todo”, narra Andrés Torres. El abuelo de su expareja y un vecino les ayudaron con las paredes, las puertas y las ventanas, a la vez que ellos empezaron a armar el mesón con pallets y contrataron a unos maestros para la cocina. Eso fue en enero de 2020.
Pero cuando todo ya tenía forma llegó la pandemia. El período más desafiante hasta ahora, dicen: los ahorros poco a poco se fueron esfumando y tuvieron que hacer otros emprendimientos para poder subsistir. Mientras Brayan Ortega aprovechó de vender pizzas desde su casa, su socio empezó a fabricar mascarillas y a veces le ayudaba a Ortega despachar la comida.
Con esos trabajos tuvieron algunos ingresos, pero no eran suficientes. Por eso, apenas se levantaron algunas restricciones sanitarias, se volcaron de cabeza a terminar los arreglos de la pizzería para empezar a vender. Como el dinero no abundaba, apostaron por reciclar cosas: hicieron lámparas a partir de botellas de vidrio y ocuparon maderas usadas para crear otros adornos. “Para ahorrar un poco de dinero, que no saliera tanto de nuestros bolsillos, quisimos que las cosas que se pudieran hacer autogestionadas lo fueran”, dice Bryan Ortega.
“Partimos en enero de 2021, repartimos algunos flyers y entre los dos hacíamos de todo”, narra Ortega. Fue la única vez que volantearon, porque los clientes comenzaron a llegar a la pizzería y la voz empezó a correrse. No influyó que hubiese una cadena de pizzas unas cuadras más allá o locales de sushi repartidos en el sector; Partisanos comenzó a hacerse un nombre desde Los Aliagas 809, en Ñuñoa.
El desafío de ser (tu propio) jefe
Pasar de trabajar para alguien a trabajar para uno mismo implica una serie de desafíos y sensaciones, dicen los socios de Partisanos. Por un lado, valoran la posibilidad de poder poner sus ideas a prueba, de experimentar, de ser creativos, de buscar maneras de hacer crecer su emprendimiento sin necesidad de que alguien más dé el visto bueno. En la vereda contraria está el rigor de intentar no cometer errores y dar siempre más del 100%. El esfuerzo, insisten, tiene que estar siempre al tope para que el sueño sea una realidad.
En la génesis de la pizzería partieron Brayan Ortega, Andrés Torres y su pareja de ese entonces, quien fue clave para ayudar en la compra de otro horno. Los dos socios hacían prácticamente de todo: levantar el local, arreglarlo, hacer las compras, preparar las pizzas y salir a repartirlas.
Ortega resume ese período como el resultado de “tener muchas ganas y motivación. Teníamos el potencial, aunque no fuera algo específicamente de nuestras áreas, pero cuando algo te motiva eso se convierte en el motor de todo. Los dos, de una u otra forma, tenemos alguna fortaleza y nos hemos ido complementando; si yo soy malo haciendo trabajos manuales, Andrés los hace; yo me manejo más con la cocina, mientras él tiene carisma para conversar con los clientes. Ese complemento ha sido una clave”.
Llegó un momento en que no empezaron a dar abasto, por lo que pensaron en contratar a un colaborador part time. Al tiempo, esa persona pasó a trabajar a jornada completa y trajeron a otro para cubrir su lugar. “Es muy gratificante estar con gente que trabaja contigo, comparte ideas y tiene energía. Ellos, eso sí, eran conocidos y amigos de nosotros, fue un plus”, dice Brayan Ortega. “Para mí fue distinto”, agrega Andrés Torres. “He manejado grupos en otros ámbitos, como el del fútbol, porque tuve una escuela que hasta hoy funciona (aunque sin él). Pero en la cocina es distinto. Aunque son amigos, nunca ha habido un exceso de confianza, eso es bueno”.
Eso pasó a comienzos de junio de 2021, justo en el momento en que entraron en una competencia de pizzerías.
“Le escribí a Raimundo Encina, periodista que tiene la cuenta de Instagram Rey Foodie. Le mostré nuestras pizzas y me respondió que quería probarlas. Me dijo que si le gustaban nos iba a recomendar en sus redes sociales, y si no, solo nos daría su opinión a nosotros. Le llevamos tres y compartió una foto en su Instagram. Los seguidores empezaron a subir y, aunque no se vio reflejado en las ventas, nos llamaron del concurso The Top Chile para concursar con nuestras pizzas”, narra Ortega.
No ganaron, pero estuvieron una semana en el top 5 de votaciones y terminaron en el lugar 14 entre unos 80 locales. La competencia se decidía por votación del público, que compraba la pizza en competencia; en este caso, una de lomo saltado con cebollín, tomate, lomo liso y salsa huancaína. Los clientes entraban a la página con el número de boleta y daban su veredicto. “Nos sentimos ganadores igual, porque nos metimos entre muchas pizzerías grandes y tradicionales”, coinciden.
Esa pizza es uno de los sellos de Partisanos. Además de tener una carta de pizzas tradicionales —que van desde los $6.990 sin promoción— están las premium, que son, además de la lomo saltado, la pollo miel ($9.990) o la burger pizza, que puede costar hasta $12.990. Las promociones, en tanto, van desde los $14.990 hasta los $19.990 y se pueden pedir a través del número de teléfono del local.
En este año de vida de Partisanos, sus dueños ya anticipan cambios y sueños.
Para marzo tienen pensado actualizar y expandir el menú de pizzas, además de incorporar más platos, como lasañas o ensaladas. Uno de sus trabajadores está terminando de juntar el dinero para irse a vivir a Canadá, mientras el otro ganó una beca para viajar a España en agosto. Así el panorama, saben que deben replantearse el modelo y buscar gente que no sea de su círculo, pero que tenga muchas ganas. De hecho, tienen pensado comenzar a buscar pronto candidatos para llenar esos dos cupos.
Esa idea de generar empleo incluso apunta más allá. Tener una o más sucursales es un sueño que comparten y que se plantean cumplir en el mediano plazo. Saben que hay muchos peldaños antes de eso, pero no se complican. Haciendo honor al nombre con el que bautizaron a su emprendimiento —partisanos, grupo de hombres y mujeres en Europa que, ante el avance de las tropas fascistas y nazis durante la Segunda Guerra Mundial, salían a los campos a dar la pelea con lo que tuvieran a mano—, saben que serán capaces de enfrentar todo lo que venga.
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