El “delivery” de los servicios técnicos para celulares

Altouch
Foto: Sergio López Isla.

Julián Felipe Velázquez detectó una necesidad, la tomó y creó Altouch, un servicio técnico para celulares a domicilio que, tras cuatro años, suma una tienda física y proyecciones de más crecimiento. Acá cuenta lo difícil que fue lidiar al comienzo y, luego, cuando abrió la tienda, que coincidió con las cuarentenas.


De pronto se iluminó. Como lo hacía todas las semanas, de lunes a viernes, Julián Felipe Velásquez (27) fue en su moto a dejar un pedido del restaurante de sushi en el que trabajaba, a la casa de una clienta a la que ya le había despachado varias veces. Ella era mayor y, muy amablemente, lo hacía pasar hasta la cocina para dejar el pedido sobre la mesa. Ese día, en la conversación cordial que siempre se daba, la mujer le planteó un problema. Para él, ahí encontró todo: en ese problema estaba su oportunidad.

“La señora tenía un iPhone quebrado y me preguntó si yo sabía de un técnico o alguien que fuera a su casa, porque ella no podía salir, no podía moverse mucho, le daba miedo salir. Era una persona de edad y no había podido encontrar a una persona que fuera hasta su casa y le arreglara su teléfono”, recuerda Julián Velázquez, quien en 2017 creó Altouch, empresa que comenzó entregando servicio técnico para iPhone, como cambio de pantallas y baterías, a domicilio y hoy, además de expandirse a algunos modelos Android y a aparatos electrónicos como iPads y consolas de videojuego, tiene una tienda física.

Sentado en un café de una galería en Providencia, donde está su local, Velázquez cuenta que llegó a Chile desde Colombia en 2015, en busca de nuevas oportunidades laborales. Su objetivo era probar suerte para vender la finca ganadera que tenía junto a su familia en Caqueta —de hecho, antes de dedicarse a la electrónica, estudió medicina veterinaria zootécnista—, y así su mamá, papá y hermanos se vinieran al país.

El fundo estaba ubicado en lo que en Colombia llaman “zona roja”, es decir, un territorio de la guerrilla. “Ya nos cobraban impuestos por muchas cosas, por litro de leche, por cabeza de ganado, o sea, era ya absurdo. Por eso yo me vine para Chile, a ver qué tal era el tema de algunos negocios para invertir acá para poder hacer la venta de la finca y poder traer a mis papás para acá”, relata.

El comentario de la mujer, sumado a su interés por la electrónica, un área en el que se había especializado a través de cursos, le quedó dando vueltas. Comenzó a averiguar y notó que prácticamente no existían servicios técnicos a domicilio y exprés para smartphones, por lo que decidió “innovar” y empezar su propio emprendimiento: “Ese es el plus: estás tú ahí y yo estoy acá reparando tu equipo, lo estás viendo”.

Durante mucho tiempo él fue la empresa: le escribían a través de la página de Facebook que abrió, iba a las casas de los clientes y cambiaba las pantallas y las baterías. Eran uno o dos servicios diarios. Por las noches, eso sí, seguía trabajando en el restaurante como repartidor.

El arranque fue lento, pero siguió. Se contactó con una agencia de marketing y, con ella, creó una página web y una estrategia para posicionarse en Google. Desde ahí solo creció: ya no eran uno o dos clientes diarios, sino cuatro, cinco, seis y hasta diez. Un año y medio después dejó el sushi porque la demanda le permitió vivir de su emprendimiento y, de hecho, contrató a un técnico que lo apoyaba yendo a domicilio y ya, hace dos años, instaló una tienda en la que trabajan dos personas más y donde, además de cambiar pantallas o baterías, también se prestan otros servicios como baños químicos o microsoldaduras.

“Si uno tiene un emprendimiento tiene que saber que no va a ser de la noche a la mañana y que va a salir ganando, siempre va a ser difícil empezar. Uno empieza con poco y vas a ver que poco a poco va a ir creciendo. En mi caso, por lo menos, fue así. Fue escala por escala. Empecé de muy abajo. Por ejemplo, tenía solo presupuesto para comprar una o dos pantallas y así fue: iba y compraba una pantalla y con la ganancia de esa, compraba dos más, para tener cuatro pantallas, y así poco a poco fui haciéndome yo el stock como tal”, reflexiona el dueño de la pyme, quien hoy ya puede dedicarse puramente a la administración de su negocio.

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“Si uno tiene un emprendimiento tiene que saber que no va a ser de la noche a la mañana y que va a salir ganando, siempre va a ser difícil empezar", sintetiza Julián Velásquez, de Altouch.

Una tienda en pandemia

Con el objetivo de expandirse, Julián Velázquez abrió una tienda. Sin embargo, al poco tiempo llegó la pandemia, las cuarentenas y restricciones, y tuvo que cerrar. Tampoco podía ir a la casa de sus clientes, así que improvisó una solución: comenzaron a atender en sus propios domicilios o se encontraba con las personas en una estación de metro donde le recibía el equipo para arreglarlo.

“Fue bastante difícil, tantos clientes que querían servicio pero no tenían cómo. La página web se disparó muchísimo, porque los servicios técnicos estaban cerrados, entonces podría decir que en ese sentido me favoreció”, sostiene, y agrega que, finalmente, le dieron un salvoconducto para desplazarse y poder ir a las casas de sus clientes, algo que les benefició aún más.

Velázquez, quien lleva puesta una polera y una gorra negra con letras blancas en la que se lee “Altouch”, insiste en que le gusta que todo se vea “impecable”. La razón: eso también lleva a los clientes a confiar.

“Siempre me ha gustado, aparte de dar el servicio, poder tener una muy buena presentación personal. El técnico que va a domicilio siempre va identificado por todas partes: su camisa, su gorro y su credencial. Todo. Y en el local también. Me gusta tener las cosas que sean muy bonitas, que la persona llegue y verdaderamente se sienta confiada en que va a dejar su equipo en buenas manos”, dice.

“El tema de la recomendación es muy bueno aquí en Chile. Que te recomienda una persona es porque eres bueno en realidad”, concluye.

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