El museo popular del fútbol que nació en un café de Ñuñoa
Motivado por salvar su café de un remate, Pablo Moreno abrió hace un año y medio Casa Estadio, donde todos los platos, la ambientación y hasta las imágenes que se ven por la TV giran en torno al fútbol. Tanto fanatismo ha despertado que los comensales -hinchas y los propios futbolistas- lleven todos los souvenirs que están convirtiendo al lugar en un espacio de culto a este deporte.
Fue una notificación la que prendió las alarmas. Era fines de 2020 y a Pablo Moreno, dueño junto a su familia del café literario Pushkin, ubicado en la calle Ricardo Lyon 3387, en Ñuñoa, le anunciaron que su local saldría a remate. Este emprendimiento era un sueño común, y la idea de ver truncados los esfuerzos de cuatro años no estaba entre sus planes. Pero un momento tan difícil fue, a la vez, el nacimiento de una nueva oportunidad.
Luego del estallido social, el café debió modificar su horario debido a la disminución de la frecuencia del transporte público. Si ya con eso bajaron las ventas, la pandemia hizo lo suyo: estuvieron cinco meses con las cortinas abajo. Todo este escenario era apremiante: había un crédito hipotecario que cubrir y los días pasaban rápido y sin una solución a la vista.
“Me gustaba tanto, pero tanto el fútbol, que uno de esos días, cuando ya estábamos cerrados, con cadenas puestas y solo acumulando polvo... pensé que había que darle un giro: había que irse por algo temático”, recuerda Pablo Moreno.
Ese fue el nacimiento de Casa Estadio. En la misma casa y espacio del otrora café, donde antes había un mural de Mafalda hoy luce un hiperrealista Elías Figueroa retratado por el destacado muralista urbano nacional Cristóbal Persona, y donde antes había una fotografía de Pablo Neruda, hoy hay una de Marcelo Salas.
“En un principio fue difícil, porque había que partir de cero... Hubo que convencer a la familia y costó, pero... ¿cómo íbamos a perder ese sueño común del local propio?”, recuerda Moreno.
El resto ya es historia. Todo comenzó con un banderín y, progresivamente, se fueron sumando artículos a la ambientación del lugar, que Moreno encontraba en el Persa Biobío. Sin embargo, la tarea se fue haciendo cuesta arriba. “Después de tener un café literario y pintar todas las paredes, ver todo el espacio ‘pelado’, con un par de banderines y camisetas... era para pensar que no sabía cuándo íbamos a poder terminar con esto”.
Esa fue una primera piedra en el camino. La segunda: conquistar a los vecinos del barrio. De ser un local familiar y donde “los abuelos” iban a tomarse su café por las tardes, ahora irrumpía en un barrio residencial un sitio orientado al fútbol. “El estigma de las barras bravas, de que llegarían a desordenar el sector, existía, pero hubo que hacer un trabajo con los vecinos”, dice.
“Ellos mismos se fueron dando cuenta de que el local es completamente diferente. Los vecinos empezaron a conocer el local y vieron que era lindo, entonces empezaron a ir con sus amigos, esposas y niños. Se dieron cuenta de que hay un ambiente familiar, donde se pueden encontrar con un jugador de fútbol, como Carlos Caszely o Pedro Reyes. Con eso, mi sueño es hacer un museo de fútbol”, asegura Moreno.
Construir en comunidad
Una cosa es comenzar desde cero en un espacio, dar un giro hacia otro público y buscar una mayor masividad. Otra, adecuar la oferta a ese nuevo nicho. ¿Cómo hacerlo?
En el caso de Casa Estadio partieron por la carta: cada plato tiene nombre de jugadores, por ejemplo, o de ciertas tácticas que se pueden ver en la cancha. Pero Moreno quería ir un poco más allá. Además de personajes particulares, hay preparaciones con recetas entregadas por los mismos jugadores. También hay versiones veganas que llevan los apodos de futbolistas que siguen este estilo de vida.
Por ejemplo, hay chorrillanas llamadas Carlos Caszely y Christiane Endler y está hamburguesa Sergio Livingstone. En el caso de Leonel Sánchez y Pedro Reyes, ellos mismos prepararon su menú. Marcelo Barticciotto es el nombre de un barros luco con algunas particularidades que el jugador pedía durante sus concentraciones. Fernanda Pinilla, en tanto, es una chorrillana vegana porque la seleccionada lleva este tipo de alimentación. “Acá se da eso de que no precisamente priman las camisetas ni el amor por una en particular; de hecho, es gracioso que un hincha de la U pida un Esteban Paredes, o un colocolino quiera un Diego Rivarola... Entonces, más allá de los nombres, gana el gusto por el fútbol”, dice Pablo Moreno.
“Ahora todo lo que tengo lo traen los clientes o los mismos jugadores que van al local y me dejan un recuerdo. Todas son donaciones. Hay árbitros que me dejan su camiseta. También tenemos artículos de clubes de regiones. Por ejemplo, viene gente de Iquique a ver a su equipo con Santiago Morning y pasa al local a dejarme una camiseta”, dice el emprendedor, que ha visto cómo la comunidad deportiva y seguidora se ha interesado por contribuir y ayudarles a construir un espacio común, que ayude a retratar la pasión por el deporte.
“Así se ha ido transformando, porque las personas quieren que se pueda ver algo de su club en el local. Antes no sabía cuándo íbamos a poder terminar con esto. Ahora, después de un poco más de un año y medio, va quedando poco espacio”, cuenta Pablo Moreno.
El lugar, por cierto, también ha recibido nuevamente a esos antiguos comensales del café Pushkin. “Antes llegaban y, con cierta extrañeza, miraban y decían... ‘Oye, pero acá había una Mafalda’, justo donde ahora hay un mural de Elías Figueroa. ‘¿Y qué le pasó que cambió todo?’, preguntaban. Entonces les preguntaba si les gustaba el fútbol, les daba un recorrido por el lugar y quedaban fascinados. Particularmente la gente mayor, que es la que se iba a tomar el tecito o el café a diario”, cuenta el dueño de Café Estadio.
En las pareces se pueden ver fotografías antiguas y camisetas, justamente porque quiere que el local tenga un tono de museo, que le permita retratar y dejar plasmada la historia deportiva local. Lo mismo pasa con las mesas, decoradas con fotografías que recuerdan episodios relevantes del fútbol local o de ídolos del sector. “Incluso hemos condicionado algunos espacios para mamás y papás vayan con sus niños si es que quieren jugar FIFA, por ejemplo”, asegura el administrador de empresas. También tienen espacios de futgol, donde los visitantes pueden intercambiar pases sin molestar a quienes estén cerca suyo. “Ya se olvidaron del café literario; a los que no les gustaba el fútbol ahora les encanta, y en caso de no entender, ahora entienden un poco más”.
Un viaje a la nostalgia
Cuando no hay partidos dentro del calendario futbolístico, Pablo Moreno deja corriendo en el local un set de partidos antiguos que llama directamente a los espectadores mayores. Hace poco, asegura, observó llorar a uno de sus clientes. Preocupado por su emoción y congoja, se acercó a él y le preguntó si estaba todo bien. La respuesta fue la que le dio el sentido a lo que realmente busca con su espacio dedicado al fútbol.
“Él mismo me explicó... El partido que se proyectaba fue en 1978, Colo Colo frente a Palestino, cuando salió campeón. Cuando era joven, había ido con su papá al estadio justo a ver ese partido y, como había fallecido hace unos años, le recordó la emoción del momento con él. Eso es lo que queremos generar en este lugar”, dice Moreno.
El espacio también es utilizado para eventos vinculados al sector, como lanzamientos de libros o encuentros que ayuden a potenciar la motivación de Moreno de transformar el local en una “casa museo” orientada exclusivamente al fútbol. Los baños son como camarines y el sitio está ambientado para que un fanático pueda sentirse en un estadio, pero en un sitio temático. Y por eso mismo, asegura, decoraron también las paredes del lugar con murales de ídolos del deporte. Retratos de Marcelo Salas, Christiane Endler, Iván Zamorano, Carlos Caszely, Claudio Bravo, Elías Figueroa, Alexis Sánchez o Carla Guerrero -todos de Cristóbal Persona- permiten cruzar generaciones y plasmar en sus paredes décadas de los favoritos de los seguidores.
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