2012 fue el año que marcó a Juliana Mierez (41): un período que ella misma describe como “la historia más fascinante de mi vida”. Tras sufrir una lesión que le impidió seguir dedicándose a lo que en ese entonces era su pasión, el freestyle downhill en longboard, esta deportista argentina comenzó a replantearse toda su vida y, en eso, Chile se atravesó en su camino.

Desmotivada por el panorama que estaba viviendo, Mierez decidió confeccionar una lista de sueños a realizar. Uno de ellos era aprender a surfear. “Cuando practicaba en longboard conocí a un grupo de patinadores que me invitaron a Pichilemu y, siguiendo el sueño del surf, cargué mi mochila y llegué a vivir allí”, recuerda.

“El mar me limpió por completo y me mostró que podía vivir, ser feliz y hacer lo que quería y soñaba. Pero también me hizo cuestionar la contaminación que se veía. Me acuerdo de los carretes en las playas, que eran masivos y que al otro día dejaban todo destruido. Esa conexión que tuve directamente con el mar me dijo: ‘Este es el momento si quieres empezar a hacer algo’”.

Además del valor ambiental, Juliana Mierez quiso aportar al empleo femenino de Machalí, donde ya lleva ocho años viviendo. Actualmente My Way cuenta con cinco mujeres en su equipo, de las cuales tres son costureras de la comuna.

Esa idea, sumada a las dificultades laborales que tuvo en su primer año en Chile, hicieron que Juliana Mierez tomara la determinación de mudarse desde Pichilemu a Machalí, también en la Región de O’Higgins. La idea: encontrar trabajo o comenzar a desarrollar un proyecto acorde con una visión sustentable.

Tras un par de años trabajando como administradora gastronómica en su nueva comuna, la argentina volvió a replantearse su presente: su situación laboral no era mucho mejor que en Pichilemu, y tampoco había tenido el tiempo para iniciar su plan sustentable.

El cambio definitivo llegó en 2016, cuando se decretó la ley 21.100 que eliminaba las bolsas de plástico de los negocios. Eso resonó en la cabeza de Juliana Mierez; así nació la idea de crear bolsos de tela lo suficientemente resistentes como para cargar las compras diarias, pero fabricados a partir de descartes generados por las industrias textiles y de plástico, y también de las mismas personas que habitaban en la región. Ese fue el comienzo de MyWay Ecobags.

Un cambio en la industria del reciclaje

Desde ese entonces, Juliana Mierez comenzó a analizar el problema ambiental de las bolsas de compras. “Las bolsas de tnt, las primeras que se comenzaron a vender como una alternativa al plástico, estaban hechas de propileno; es decir, no eran una real solución. Ahí fue cuando pensé: ‘¿Y si hago un bolso confeccionado a partir de descartes?’”.

Con esa idea en mente postuló a un fondo de Sercotec para comprar máquinas de coser y desarrollar su proyecto, con un modelo de negocio basado en la economía circular: rescatar lo que otros descartaban para crear un producto al que se le pudiera atribuir un nuevo uso y comercializarlo.

A pesar de tener un importante sentido medioambiental, el proceso comercial de este tipo de negocios puede ser dificultoso, debido a la necesidad de generar lazos con empresas que quisieran aportar entregando sus desechos.

Sin embargo, Juliana Mierez cree que ese paso no fue tan complicado, gracias a que se hizo asesorar por personas que la guiaron correctamente. “Fui bien ‘busquilla’, busqué asesoría, mentores que me pudiesen ayudar, y a medida que iba presentando mis productos, las empresas comenzaron a verlos y eso me abrió más puertas”, contó Mierez hace algunos meses en conversación con Álvaro Morales en una de las ediciones de Lives Transformadores.

El 20% de la composición de los bolsos de MyWay es fibra de yute natural, que según Juliana Mierez “es capaz de soportar más de 35 kilos de carga".

Como buena emprendedora, Juliana Mierez empezó a capacitarse y a asistir a distintas instancias donde podría mostrar sus productos. Fue en ese contexto donde la conocieron las más de veinte empresas que actualmente la proveen de materia prima para sus confecciones.

El primero de estos negocios nacionales fue el Mercado Lo Valledor, que contactó a Mierez y le ofreció aportar con descartes que ellos manejaban. “Recuerdo que me hicieron entrar a una bodega y ese día retiramos más de 300 kilos de textiles. Al otro día fui nuevamente y me tenían más de 400 kilos de pendones publicitarios, además de chalecos de seguridad, bolsas plásticas, etc. Así comencé a juntar cada vez más desechos que me servían para confeccionar un bolso, que es en un 80% hecho de materiales reciclados”, cuenta.

Los desechos con los que los bolsos My Way son fabricados provienen de pendones publicitarios, carpas para camiones e incluso restos de velas de barcos.

Luego de eso se unieron más empresas e incluso fundaciones que quisieron aportar con sus descartes a My Way. Según su fundadora, todo el proceso ha sido muy orgánico; incluso se sorprendió de que tantas empresas mostraran un real interés por aportar.

Hoy, los bolsos y mochilas de las distintas líneas de My Way son confeccionados a partir de pendones, carpas para camiones e incluso restos de velas de barcos. Todos son comercializados tanto a través de canales digitales como su página web o su cuenta de Instagram, donde cuenta con más de 10 mil seguidores, como también en la tienda que tiene en el Apumanque.

Además de los materiales reciclados, el otro 20% que conforma la fabricación de los bolsos My Way es tela de fibra de yute natural, que según Mierez “es capaz de soportar más de 35 kilos de carga, lo que hace que cada uno de los bolsos de My Way tengan mucha más durabilidad que otros en el mercado”.

Un impulso el sector laboral femenino

Además del valor ambiental, la emprendedora quiso incluir otro valor en su negocio y aportar en el empleo femenino de la comuna de Machalí, donde ya lleva ocho años viviendo.

Actualmente My Way cuenta con cinco mujeres en su equipo, de las cuales tres son costureras de Machalí. Entre el equipo, el proceso de fabricación de los bolsos de My Way es el siguiente: Juliana Mierez, en conjunto a dos diseñadoras, planifican un boceto en el taller que la emprendedora tiene dispuesto en su casa, y luego este es enviado al taller de sus costureras que se encuentra muy cerca, en el mismo sector.

Para la argentina, aportar en la inclusión laboral de mujeres del sector es algo muy importante y gratificante. “Mis primeros años en Chile viví muchas necesidades y pasé por injusticias de brecha salarial, entonces poder retribuir en esto me hace sentir muy honrada”, expresa.

"Ahora más que nunca tenemos que tratar de hacer lo correcto y tenemos la oportunidad de repensar el modelo de negocio que queremos para el futuro", expresa la fundadora de My Way.

Además, con la finalidad de realizar un aporte social, My Way se asoció con la Fundación Banco de Ropa, que se encarga de entregar vestimenta digna a las personas que lo necesiten. Mierez tiene una línea de bolsos solidarios que aportan con esta asociación.

“Que las personas digan ‘llevaré este bolso, porque sé que detrás hay varias personas van a poder vestirse dignamente’ es algo genial, porque, como nosotros decimos, ya no es un simple bolso, es un bolso consciente”.

“La moda es una de las industrias de bienes de consumo más grandes del mundo y es una de las más contaminantes. Ahora, más que nunca, tenemos que tratar de hacer lo correcto y tenemos la oportunidad de repensar el modelo de negocios que queremos para el futuro. Nada puede ser que peor que volver a la normalidad. Este es el momento de apoyar al producto nacional y, sobre todo, al oficio de la costura porque hay mucho talento dando vuelta por aquí”.