La emprendedora turística que preserva la cultura mapuche
Cuando Ana Carrasco (50), agricultora de Llifén, en la Región de los Ríos, se vio corta de dinero para pagar los estudios de sus hijos, apostó por levantar cinco cabañas que dieran alojamiento y además conectaran a los visitantes con el pueblo mapuche. La jugada fue exitosa: la convirtió en una pionera del turismo en la zona.
A orillas del lago Ranco, entre la espesa vegetación de un bosque nativo y un ciego sin smog, se encuentran los hospedajes que Ana Carrasco (50) ofrece a distintos turistas que llegan a Llifén, comuna de Futrono, en la Región de Los Ríos. Las cabañas Pixel Llifén son parte de un paisaje “hermoso. No hay otra palabra para describirlo”, dice su dueña, Por algo esta localidad ha ido ganando terreno como destino turístico aún poco explorado y, por lo tanto, alejado de cualquier atisbo del mundanal ruido.
Hace ocho años, Ana Carrasco vio en esa calma un oportunidad de oro para emprender. Hoy tiene cinco cabañas que no solo entregan servicios de alojamiento, sino que además buscan compartir algo de la cultura mapuche huilliche con los visitantes: en el patio común hay un canelo y un rehue, espacio de meditación y sanación propio de esta cultura.
Pero antes de que comenzara esta historia, Ana Carrasco no tenía ninguna experiencia en el mundo de la hotelería: era una agricultora con cuatro hijos cuyas cosechas no le estaban alcanzando para pagarles los estudios.
Eso sí, ni las plantaciones de papas ni las matas de acelga que sacaba de la tierra a diario le quitaban la idea de que debía hacer algo más que dedicarse al campo. Visionaria como pocas, en 2008 abrió junto a Jorge Garcés, su hijo mayor -hoy de 35 años-, un pequeño cibercafé llamado Pixel. Sin embargo, el local no rentaba todo lo que necesitaba, así es que como segunda opción comenzó a arrendar una de las piezas de su casa.
En Llifén, si uno no es agricultor, es difícil obtener recursos por otro lado. Por eso, un día Ana Carrasco se preguntó: ¿y qué pasaría si arriendo una cabaña?
Como no tenía ahorros empezó a pedir pequeños créditos bancarios en distintos lugares. Compró madera, materiales de construcción y le propuso a su marido, Elías Garcés, que él las construyera. “No podríamos haber estado como estamos sin él”, dice Ana Carrasco. En 2013, el pequeño complejo turístico ya estaba listo.
Un emprendimiento que para la familia “ha sido todo”. Orgullosamente cuenta que, gracias a él, logró darles estudios universitarios a sus dos hijos mayores, y que este año su hija Valentina (18) entrará también a la educación superior.
“Es una gran emoción poder lograr todo esto desde una parte lejana como es donde nosotros vivimos. Le doy gracias a Dios de haber tenido esta oportunidad y que con este emprendimiento pueda sacar adelante a mis hijos”, expresa con emoción.
Su negocio es cien por ciento familiar. Ella misma, junto a sus hijos y su esposo hacen todas las labores necesarias en las cabañas. Con la ayuda de ellos logró abrir su página web, a través de la cual se pueden hacer las reservas totalmente online para alojar en las cabañas. Además, se promociona en los sitios de INDAP y Sernatur, desde donde también se pueden reservar sus servicios. Por supuesto, tienen sus propias redes sociales, Facebook e Instagram; esta última la que usan principalmente para darse a conocer al resto del país.
“El turismo en Llifén recién está partiendo, a mis cabañas han llegado muchos turistas del país, pero también uno que otro extranjero y es muy lindo que poco a poco vayan queriendo conocer esta zona”, dice la emprendedora. En verano es el peak más importante, ya que “todos andan de vacaciones”, pero en invierno llegan algunos turistas que quieren aprovechar el clima frío del sur.
En los periodos donde las cabañas no reciben una gran cantidad de clientes, Ana Carrasco y su familia siguen dedicándose a la agricultura y sus huertos, con los que surten de verdura a la comunidad de Llifén.
Orgullosamente huilliche
Ana Carrasco comienza su día al alba. La primera parada son sus huertos; allí recolecta verdura en compañía de su esposo y luego la reparte a sus clientes, pesada de a kilos en bolsitas “para cuidarnos del Covid”. Las tardes las dedica a las cabañas, que en las jornadas de alta demanda le dan trabajo hasta la madrugada.
Por todo este esfuerzo, en el 2020 fue una de las ganadoras del concurso Mujer Empresaria Turística, otorgado por el Sernatur, que significó un reconocimiento muy importante para su emprendimiento. “Me hubiera gustado que fuera más cálido, haber podido ir a una ceremonia presencial a recibir el premio”, se lamenta. “Pero como recién estaba partiendo la pandemia, todo fue online”.
Además, como buena emprendedora, se ha capacitado constantemente, tanto a través del Sernatur como de INDAP. En un comienzo, reconoce, no sabía muy bien cómo atender a sus clientes, cómo hablar con ellos o darles las indicaciones necesarias. “Mis papás no tenían las condiciones para que yo pudiera terminar mis estudios, así es que me fui perfeccionando con muchas capacitaciones. Allí me ayudaron a expresarme, a entregar las cabañas, a recibir al pasajero”, cuenta.
Cada cabaña cuenta con todo lo necesario: camas, cocina, mesa, sillas y Wi Fi. Pero también incluye fuertemente el componente cultural.
Ana Carrasco es una mujer orgullosa de sus orígenes mapuche; por eso dispuso su rehue a vista de los pasajeros y les permite, si ellos quieren, participar de una rogativa. Siempre les explica de dónde proviene y responde todas las dudas respecto de la cultura.
“Mis clientes siempre han sido muy respetuosos con esto. Yo soy mapuche, mis rasgos son mapuche y que no me presente tal, que no lo hiciera valer, sería injusto para mí y para mi etnia”, expresa orgullosa.
Está feliz de contribuir con mostrar un poco de la cultura mapuche, tanto a chilenos como extranjeros que quieren conocerla mejor. Sin embargo, siente que en el país aún hay mucha desigualdad respecto de ellos y que muchas veces se les relaciona solamente con conflictos.
“Me gustaría que nos vieran como iguales. No solo tenemos conflictos. Los mapuches somos personas que amamos la tierra, que queremos cuidarla; me gustaría que se acordaran de nosotros no solamente cuando haya conflictos, sino que también para cosas bonitas”, dice.
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