Desde su juventud, Cristian Argel (52), contador de profesión, comenzó a incursionar en el turismo náutico. Primero trabajó como guía en el río Serrano de las Torres del Paine; luego formó parte del grupo de exploración de un crucero, lo que le permitió conocer personas y vivir experiencias que después reunió como un puñado de herramientas para dar el gran salto.
Actualmente, Argel está a la cabeza Kayak Agua Fresca, una de las principales agencias turísticas de Punta Arenas, especialista en ofrecer recorridos en kayak por el Estrecho de Magallanes para hacer avistamientos de fauna marina y también llegar a territorios inexplorados de la zona, no accesibles en automóvil.
El negocio lleva más de 10 años en funcionamiento desde su creación y ha tenido un crecimiento constante a través del tiempo. Además, se encuentra asociado con más emprendedores de la región que también ofrecen servicios turísticos, como transfer, cabalgatas o trekking; un modelo de negocios asociativo cuya idea es que los turistas tengan una buena vivencia completa: transporte confiable, la opción de realizar distintas actividades en tierra, la posibilidad de ver ballenas y delfines en su entorno natural, sin alterar el ecosistema, hasta de conocer el punto más austral del continente, el Cabo Froward (o, si se mira de otra forma: el punto donde comienza América).
Gracias a esa idea, Cristian Argel ha logrado posicionar al Estrecho de Magallanes como un nuevo destino turístico y foco para nuevos emprendimientos; un territorio que anteriormente no había sido explorado y solo se presentaba como un hito geográfico de Punta Arenas, ciudad de paso para quienes querían ir a las Torres del Paine.
“(El Estrecho de Magallanes) tenía una cantidad de recursos naturales históricos que no eran promocionados y que daban para destino de viajes. Queríamos ponerlo a la altura de Torres del Paine y hoy, luego de más de 10 años, lo logramos”, reconoce orgullosamente.
El paso a paso de algo grande
Antes de que todo tomara la forma que actualmente posee, Cristián Argel debió aprender y ganar experiencia. Su primer acercamiento al kayak de mar fue en el año 2000, cuando decidió tomar un curso para especializarse en el turismo de aventura, específicamente en la conducción de estas embarcaciones.
Recuerda que sus inicios con Kayak Agua Fresca, nombre que recibe debido a que el comienzo de sus recorridos parte en la Bahía Agua Fresca, fueron arriesgados: invirtió los ahorros de toda su vida y pidió un préstamo para cubrir la inversión inicial, que incluía la compra de kayaks (hoy, uno de fibra de vidrio promedio vale sobre los $500.000), zodiacs, trajes de neopreno y otros implementos necesarios para la seguridad en el océano. Los primeros tiempos fueron difíciles: recién al quinto año su emprendimiento logró hacerse un nombre en la zona y obtener un flujo mayor de turistas. La mayoría de ellos, extranjeros que venían a conocer el lado más desconocido de la Patagonia chilena. “Los gringos venían a buscar experiencias, el chileno todavía prefería una fotito de lejos en el paseo de las Torres”, se ríe ahora Cristián.
Fue la pandemia la que, en medio de las restricciones de movilidad, acercó a los pasajeros nacionales a vivir la experiencia del kayak en el Estrecho. Al ser una actividad al aire libre, apenas se levantó el confinamiento en Magallanes -una de las primeras regiones en presentar números positivos en el primer año de la crisis sanitaria-, comenzaron a llegar a Agua Fresca grupos de familias chilenas que querían sacarse de encima el encierro de tantos meses. Para acogerlos, la empresa debió realizar varias modificaciones a su protocolo con el fin de cumplir con todas las normas de higiene y seguridad.
“Si tienes un bus para 40 personas, ahora vas a tener que poner 20. Si antes en un bote cabían personas, ahora pondremos 2 o 3. Será un tipo chárter, algo más específico, más personalizado. Pero siempre habrá gente que quiera ver de cerca una ballena, o ver saltar un delfín. Los guías y los kayak nunca andan juntos, pegados, están al aire libre, en plena naturaleza. Además, usaremos mascarillas, así que el tema del distanciamiento no aparece como gran problema a la hora de las actividades outdoor”, contaba Argel en una entrevista al medio regional El Ovejero Noticias en julio de 2020, cuando se vislumbraba que sería uno de los primeros emprendimientos turísticos en Chile en volver a funcionar. “Tenemos ventilación, distancia y un guía que siempre estará coordinando todo, preocupándose de la bioseguridad. Con esto estaríamos bien. El tema es preocuparse de los vehículos y los hoteles. Nosotros pretendemos usar vehículos grandes con pocas personas”.
Afortunadamente, Cristián Argel pudo sobrellevar los primeros meses de la pandemia gracias a ahorros, que además le permitieron reacondicionar su negocio para funcionar de acuerdo con las nuevas exigencias. Mientras estuvieron cerrados, se dedicaron a realizar una activa campaña a través de redes sociales: aprovecharon Facebook e Instagram para subir espectaculares fotos de avistamiento de ballenas y delfines magallánicos, para realizar cápsulas educativas sobre la fauna patagónica y mostrarle a Chile y el mundo todo lo que podrían ver una vez que se levantaran las restricciones de viaje. Hoy, su fan page tiene más de 22.000 seguidores, y su cuenta de Instagram, más de 5.000.
La inversión y trabajo rindió frutos: en algunos momentos del año han tenido lista de espera en todos sus servicios, que van mucho más allá de la navegación en kayak.
“Estamos invirtiendo para poder dar mayor cobertura a todas las necesidades que hay, porque la gente quiere pasear con nosotros, quiere comer cosas típicas, quiere ir a un lugar privado donde tú les enseñes la historia de la etnia, de los canoeros”, cuenta Cristián Argel, quien acaba de adquirir nuevas embarcaciones para realizar paseos de avistamientos de delfines y ballenas. Quiere, además, crear un museo con restaurante incluido, para continuar cubriendo todos los aspectos que demandan los turistas.
Con la seguridad de que su proyecto es algo grande e importante, pero aún un pequeño emprendimiento regional, Cristián Argel hace un llamado a potenciar esta área y reconocer su relevancia de la misma forma que se hace con las grandes empresas. “Los grandes hoteles son un buen negocio y son necesarios, pero también los emprendimientos locales para que se desarrolle una economía circular. De eso se trata el turismo: que el restaurante aporta, que la picada aporta, que los emprendimientos pequeños de actividades aportan”.