Entre viviendas improvisadas de uno de los 11 campamentos que hay actualmente en la comuna de Maipú está ubicado el taller de Pagana, donde sus fundadoras, en conjunto con mujeres que habitan el Campamento Latinoamericano, “hacen la magia”, que es como les gusta denominar al proceso de creación de prendas originales a partir de jeans desechados.

Isidora Azolas (26) y Sofía Lillo (25), ambas ingenieras comerciales de profesión, comenzaron hace un par de años con esta idea en el contexto del proyecto de título para su magíster en innovación y emprendimiento. Según relatan, para completar este postgrado, se les solicitó realizar un prototipo de pyme con alguna característica distintiva.

Más que como un proyecto universitario, ambas se tomaron esta labor como un desafío que se pudiera desarrollar en la sociedad. “Queríamos hacer una empresa que no fuera igual que las tradicionales y es ahí donde empezamos a investigar de las mujeres que viven en campamentos. Yo tenía un conocimiento porque había sido voluntaria de Techo; desde ahí empezamos juntas a investigar y nos dimos cuenta de que ellas no podían acceder a un trabajo estable por distintos motivos. Ahí buscamos una manera de darles una solución de empleabilidad que fuera justa y flexible con sus tiempos”, comenta Sofía Lillo sobre los inicios de Pagana.

Paralelamente, en sus investigaciones para desarrollar su proyecto de título, se dieron cuenta de que la industria de la moda es altamente contaminante, por lo que decidieron unir ambas miradas y aportar con una solución que abordara ambas problemáticas.

Macarena Puga, jefa del taller de confección de Pagana.

Isidora y Sofía llegaron al Campamento Latinoamericano de Maipú con estos dos propósitos en mente, pero poco antes de entrar vieron que en otro grupo de casas había un cartel que anunciaba: “Se hacen costuras”. Allí conocieron a la actual jefa del taller de Pagana, Macarena Puga (35), quien ya tenía conocimiento y afición por el diseño textil.

Desde ese momento todo comenzó a tomar forma. Le presentaron la idea a Macarena Puga, quien desde el primer minuto quiso participar y confió en que funcionaría. Más adelante, se incluyó en el equipo a María Esther Camacho y a su hija, Marilin Mojica (16), quien no trabaja en el taller, pero acompaña y ayuda a su mamá cada vez que puede, motivada por su afición por la creación de ropa. Por eso, ya la consideran una más.

Un jeans con rostro e historia

Las socias de Pagana levantaron ellas mismas el capital de su emprendimiento. Ambas lo ven como un negocio, que busca generar ingresos estables y justos para sus colaboradoras, intentando alejarse de la idea de que por ser un proyecto con sentido social debieran ser una fundación.

Con inicio de funciones en 2019, gracias a ese modelo pudieron sortear la pandemia, aunque hay partes del proceso, ya en 2022, que aún deben perfeccionar: uno de ellos, y de los más importantes: la dificultad para instalar un gran centro de acopio donde las personas puedan donar los jeans que ya no utilizan. Hoy se las arreglan gracias a puntos de entrega que tienen en algunas tiendas sustentables de Santiago. Además, los primeros jueves de cada mes realizan recolecciones a domicilio en casas que se han inscrito para cooperar con la marca.

Para convertir estos jeans ya en desuso en una nueva prenda original y a la moda, el equipo de Pagana clasifica los distintos tipos de tela, tratando de utilizar la mayor cantidad de esta.

Cada prenda de Pagana es única, ya que al ser confeccionada con jeans reciclados, siempre está hecha con más de un tipo de tela.

Todas las prendas responden al concepto de upcycling: cada uno de sus jeans son únicos y no existe otro con las mismas características. Esto se debe a que como son confeccionados con jeans reciclados, siempre están hechos con más de un tipo de tela.

Eso mismo es lo que ha puesto un foco diferenciador en Pagana y ha hecho que la recepción por parte de los clientes sea muy buena. De hecho, según sus creadoras, no han tenido la necesidad de realizar un trabajo de posicionamiento muy arduo; más que nada, se han dedicado a educar a sus clientes respecto de la responsabilidad sobre sus prendas en desuso y a mostrarles la historia de cada prenda hecha por Pagana, mediante la incorporación de una etiqueta donde se muestra el rostro y el nombre de quien confeccionó su jeans.

Más que moda circular

Isidora Azolas y Sofía Lillo han tenido importantes logros con Pagana: tan solo con la idea ganaron un fondo que les permitió complementar el financiamiento para la puesta en marcha del taller. La vida les cambió en 2020, cuando una conocida marca de jeans las llamó para hacer una colaboración con Pagana.

“Nosotras establecimos desde el principio que solo trabajamos con reutilización de material y que la confección iba a ser en nuestro taller en el campamento y por las chiquillas que trabajan con nosotras. El reto no fue fácil, estuvimos muchos meses sacando moldes, trabajando en diseños, en pruebas, en muestras, invirtiendo en máquinas, pero lo hicimos y nos dio un conocimiento técnico, desde cómo negociar con el retail a conocer cómo funciona una fábrica que se produce en masa”, dice Isidora Azolas. “Creo que fue una experiencia que fue como la raya para la suma. Fue súper positiva”.

“Ellas significan el corazón y el motor del taller. Creo que por ellas no hemos tirado la esponja de decir ‘ya, me voy a un trabajo tradicional’”, dice Sofía Lillo sobre quienes componen el taller del campamento.

El concepto de moda circular no es, por cierto, la única consigna que mueve a Pagana. Detrás de sus confecciones también hay un fuerte motivo social: reinsertar laboralmente a mujeres que viven en campamentos.

Según Isidora Azolas y Sofía Lillo, trabajar con mujeres que habitan en un campamento, ha significado “agrandar la familia. La Maca y su familia también es mi familia. No es una señora más. Para nosotras significa mucho. Ella nos abrió las puertas de su casa, apostó con nosotras en este proyecto y confió a ciegas”, reconoce emocionada Isidora Azolas.

“Ellas significan el corazón y el motor del taller. Yo creo que por ellas no hemos tirado la esponja de decir ‘ya, me voy a un trabajo tradicional’”, manifiesta Sofía Lillo.

Para este año, las dueñas de Pagana quieren tener un prototipo de un nuevo taller, ya que a largo plazo les gustaría instalar por lo menos dos más, con las mismas características del actual. “Queremos ser una marca referente internacionalmente de moda circular, que todo el mundo sepa qué es Pagana”, dicen ambas socias.