La ingeniera que se reinventó con productos de colecho
Trabajando cerca de sus hijas, en Temuco, Paula Pérez pasó de ser agrónoma a tener una tienda de productos infantiles luego de no haber encontrado un nido de colecho para su hija prematura. Su nueva etapa de madre y las ganas de darles trabajo a más mamás emprendedoras de la zona la hicieron confeccionar un producto nacional poco explorado.
Partió como una necesidad personal. Paula Pérez tuvo a su primera hija en 2012 de forma prematura. En esa época, ella trabajaba como ingeniera agrónoma y se quedó sin trabajo. “Trabajaba en el campo y hacía asesorías agrícolas para la municipalidad, pero a las 28 semanas nació mi hija y como estaba a honorarios no tenía derecho a licencia”, explica. Fue entonces cuando pudo dedicarle todo el tiempo a su rol de madre.
La primera vez que vio una cama tipo “nido” fue en la incubadora donde estaba su hija. Allí, la clínica usaba este tipo de cuna que se pone encima de un colchón, que permite la estabilidad del bebé sin que se mueva o que sea aplastado (en el caso de dormir en la misma cama con él, acto al que se le llama colecho). En el mercado existen muchas camas de colecho que se pegan a la cama de los adultos por un costado, pero la versión nido es mucho más segura y tiene los beneficios del apego. Y desde que la conoció nunca más quiso dejarla.
“Cuando nació mi segunda hija, tiempo después, me pregunté cómo íbamos a dormir los cuatro en la cama sin aplastarla. Me acordé de la alternativa que había visto en la clínica y porque había leído sobre ella también. Pero busqué y busqué y fue muy difícil de encontrar en el mercado. Me metí a todas las páginas de Google, sin éxito”, cuenta la profesional. Sin poder comprar lo que quería, decidió hacerla ella misma, ya que no podía abastecer su necesidad de otra manera. “Lo más cercano que encontré fue una tienda en Argentina que hacía nidos de colecho, así que lo vi como una oportunidad de hacerlo con mis manos. A mi siempre me gustó coser. Tenía esa inquietud y por lo mismo también tenía mi máquina de coser y logré hacerlo fácilmente”, cuenta.
Mientras tenía su viaje personal con este tipo de productos, Paula Pérez siguió investigando más al respecto. “Descubrí que este era un invento sueco que fue creado para los bebés prematuros, justamente para las incubadoras. No era solo un cojín, sino que tenía su motivo específico”, dice. Se dio cuenta entonces que efectivamente había poca demanda, porque no había mucho conocimiento. Pero le entusiasmó tanto la idea de traer este nuevo producto que comenzó a confeccionar para sus amigas que habían tenido hijos. Y así comenzó.
Un nuevo nicho de trabajo
De pronto, las amigas de sus amigas también se interesaron por su producto. De a poco los pedidos, que llegaban a su WhatsApp, se hicieron más seguidos. Así que inició con los básicos. Hizo un Facebook y un Instagram bajo el nombre de Kolecho y los empezó a vender por ese medio. “Al principio iba al centro de Temuco, donde vivo, compraba las telas justas y necesarias para el encargo que me habían hecho y eso era todo. Usaba el segundo piso de mi casa para acomodarme en la sala de estar a confeccionar toda la tarde”, comenta.
Hasta ese entonces ella hacía todo, mientras sus hijas tenían 1 y 3 años. Pero lentamente eso le dio un sentido diferente a su emprendimiento, porque activó una dinámica familiar que iba alineada con lo que era el colecho, que era la vida en familia y el tiempo de calidad. “Sabía que en ese entonces era la única haciendo esto en Chile, al menos con el sello ‘a mano’. Así que tomaba los pedidos, que cada vez eran más, y los hacía durante tardes enteras mientras mis hijas me ayudaban a tirar las cajas con los pedidos por la escalera y mi marido los subía al auto para llevarlos al correo. Era un negocio familiar”, relata.
Tanto creció este pequeño nicho que tuvo que agrandar el equipo. Cuando ya no podía seguir tomando los pedidos sola y se quedaba cosiendo hasta las 4 de la mañana, porque sus dos pedidos a la semana se transformaron en 15 pedidos diarios, su marido la convenció de que consiguiera a alguien más con quien trabajar.
“Siempre me gustó trabajar con gente, por mi pega anterior, así que busqué una persona que me ayudara a coser. Pero la idea era buscar una red de emprendedoras que pudieran hacer lo que yo hacía cada una desde su casa”, cuenta. Ese era el espíritu de la marca y su razón de ser. En este caso, nunca estuvo en sus planes instalar un taller de confección.
“Era el principio del proyecto porque nació desde la necesidad de estar más con mis hijas y verlas crecer. Y quería eso para el resto también”, cuenta. Paula Pérez afirma que, la manera más sencilla para ella de hacer este negocio exitoso, fue poder armar una red de personas que estuviesen en la misma línea que ella, y, al mismo tiempo, lograr emplear a gente que no tuviese que salir de su casa, cada uno con sus tiempos y horarios, de manera moderna.
Profesionalizar y fidelizar la marca
Además de contratar a gente que la ayudara a confeccionar, se asoció a Andrea Trecañanco. Allí, ambas se instalaron en un taller/ oficina que construyó en el patio de su casa en Temuco, cuando el negocio siguió creciendo. Si bien la red de mujeres que motivó el proyecto daba buenos resultados, la marca aún necesitaba profesionalizarse. Por eso postuló a un proyecto de Corfo. “Ganamos un PRAE regional, con el que pudimos implementar la página web y todo lo que fue el desarrollo de la marca y el marketing. En verdad eso nos impulsó harto”, comenta. Con la marca www.kolecho.cl ya lista, y los fondos destinados a todo lo que era fotografía y desarrollo digital, por fin pudo asentarse.
Parte importante de profesionalizar la marca fue la información que se le daba al cliente. “Darlo a conocer fue algo arduo. El producto en sí no es totalmente masivo y no se tenía mucho conocimiento aquí. Había que llegar a la gente y educarla, enseñarles qué es”, comenta la emprendedora. Mucha gente que llegaba interesada por la marca infantil no sabía para qué servía un nido de colecho, y ese proceso de educar a la gente, armar un discurso, fue largo pero tuvo sus frutos. La gente se interesó aún más. “Era muy cuidadosa para decir que esto no es un juguete y que igual tiene sus especificaciones, no es cualquier cosa. Pero la gente agradecía el profesionalismo, confiaba en nosotros”, dice.
En ese proceso pudo distinguir que las mamás jóvenes eran su público objetivo principal, ya que, según su experiencia, ellas tienen una idea mucho más moderna de cómo criar a sus hijos, leen mucho más sobre las tendencias del apego y tienen mucho respeto por el oficio manual. “Una niña chilena que vivía en Australia me pidió uno de los nidos porque ella quería algo cosido a mano, con valor. El envío era caro pero ella estaba dispuesta a pagarlo. Me impresionó mucho”, cuenta.
Un futuro prometedor
Kolecho tuvo que batallar con la crisis social y con la pandemia. Un 95% de los pedidos que recibe son de la capital y parte esencial de su trabajo se vio muy perjudicada por el problema de transporte. Sin embargo, al mismo tiempo este encierro aumentó las ventas y el espacio donde podía compartir con sus hijas, inspirando la creación de nuevos productos para bebés y niños en la marca.
“Hemos hecho un súper buen trabajo de hacer un buen producto, esa es la clave. Yo prefiero perder productos si estos no van a pasar mi prueba de calidad máxima. La fidelización de nuestros clientes pasa directamente por allí”, comenta. Y parte de eso tiene que ver con innovar. No solo con el afán de ampliar el abanico de posibilidades, sino que la marca pueda seguir con su objetivo: acompañar a los hijos en todas sus etapas de crecimiento.
Para el futuro espera ampliar aún más esa idea de crecer con sus hijas y sus necesidades, haciendo más productos. “Quiero ampliar mis espacios de venta online pero no quiero ir a una tienda porque se pierde el espíritu inicial del proyecto, que es gente trabajando desde su casa”.
Al final, con esa determinación, pudo cerrar el círculo completo. En el hospital regional de Temuco le pidieron que hiciera nidos especiales para su unidad de neonatología, al igual que su hija, que estuvo en uno cuando nació. Hoy siguen en conversaciones para renovar esa colaboración.
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