La línea de ropa que permitió la redención de una diseñadora
Catalina Uriarte (36) se atrevió a dejar su trabajo en una marca de ropa y a crear su propia línea de prendas slow fashion. Sin embargo, al poco tiempo la diagnosticaron con esclerosis múltiple y todo se puso cuesta arriba. Aquí cuenta cómo superó los desafíos.
No es una habitación grande. Apenas entra un escritorio con una silla, un par de repisas en la pared y dos estanterías alrededor con un montón de ropa ordenada por tipo y talla. Entremedio, unas cuantas prendas colgando de un perchero. También hay retazos de tela, reglas, lápices, tizas y unos cuantos moldes que cuelgan junto a otras prendas. Hasta allí llega Catalina Uriarte (36), quien toma un par de plantillas y las lleva hasta la mesa del comedor, su lugar principal de trabajo, para mostrarlas junto a otros bocetos de su emprendimiento de ropa, Loica Mía.
Una escena sencilla y cotidiana, pero que hoy tiene muchísimo valor.
Catalina Uriarte es diseñadora de vestuario, se tituló en Chile y luego en Milán, Italia. A eso ha dedicado toda su vida y, luego de casi una década trabajando en empresas grandes de ropa, una idea empezó a crecer en su cabeza. Una idea contagiosa, resistente y que se fue apoderando de ella al punto que fue imposible erradicarla.
“Llegó un momento en que los tiempos no me daban y no quería ser la mamá que no está presente. Mi trabajo había cumplido una etapa, súper bien realizada, y la quise cerrar”, recuerda sobre el momento en que decidió renunciar a su trabajo para independizarse.
La parte creativa del proyecto comenzó en marzo de 2020, justo en el inicio de la pandemia. Ponerlo en marcha, por cierto, no fue sencillo. Tuvo que gestionar proveedores que le enviaran muestras de telas a la casa, lo que supuso gastos extra, y probar con distintos materiales que se ajustaran a su ideal de sustentabilidad. Así empezó a diseñar en la mesa de su comedor y a darle vida a Loica, como iba a llamar a su emprendimiento en un comienzo. Pero, de pronto, su sistema nervioso comenzó a fallar y su mundo se remeció: doce lesiones cerebrales y una en la médula espinal la dejaron sin caminar ni mover sus brazos.
En agosto de 2020 recibió el diagnóstico: esclerosis múltiple. Tuvo que internarse en una clínica. Dejó de cambiarles los pañales a su hijo e hija, de escribir, de diseñar, de cortar y de coser. Pero no dejó de soñar.
“Todas las respuestas eran de incertidumbre; no sabía si iba a volver a caminar, por ejemplo, porque depende de cómo tu cuerpo toma el medicamento. Yo tengo que tomarlo de por vida, me inyectan cada seis meses. Pero en medio de esa incertidumbre me dije ‘démosle, qué importa’. Quiero dejar una huella, demostrar que hagas lo que hagas, por más barreras que te pongan, se puede”, reflexiona hoy, en 2022, sentada en el comedor de su casa.
Catalina Uriarte se puso de pie. En todos los sentidos.
En medio de tres meses difíciles, en los que tuvo que aprender de nuevo a escribir, a cortar y a caminar, siguió con el plan y lanzó su marca, Loica Mía. Como dice su eslogan y repite cada cierto rato, había que “atreverse más y pensarlo menos”. Gracias a los ahorros de casi una década pudo poner en marcha su línea de ropa, y producto de su enfermedad tuvo que mandar a cortar y coser sus prendas a talleres externos.
Así partió el 1 de diciembre de 2020. Su primer lanzamiento fue con una colección de invierno, a las puertas del verano. Pero lo vendió todo, pese a sus inseguridades. Un consejo fue clave: “Santiago no es Chile”. Y, cómo no, los mejores clientes llegaron desde regiones.
Objetivo: la sustentabilidad
La ropa de Loica Mía tiene una identidad slow fashion. Es decir, un modo de concebir el vestuario de una forma sostenible, con materiales sustentables; contraria a la producción masiva del retail de la que fue parte por tanto tiempo.
“Quiero ser una marca 100% sustentable, hoy estoy en un 70%. Trato de que esto también sea un comercio justo, que la gente pueda usar cosas de buena calidad, de diseño de autor, a un precio asequible. Esto suena bien, pero hay que ponerlo más en práctica todavía”, dice la diseñadora.
Sus diseños no están categorizados para hombre y para mujer, y van desde lazos para el pelo ($4.990), shorts ($15.990) y calzas ($24.990) hasta enteritos ($42.990) y vestidos ($52.990). Algo que no había vislumbrado en su idea original, pero que adaptó rápidamente con el tiempo. Por ejemplo, prendas que tenía pensadas para que las vistieran mujeres las terminaban comprando hombres. “Fue gracias al tema de la posventa, porque siempre les pregunto a mis clientes cómo les llegaron los productos, busco un feedback, y a veces hombres me decían que les quedaban más grandes en la cintura, o que les gustaba la calidad del material. Entonces pensé en que no tenía que hacer una línea de hombres, sino una transversal, en cuanto a género, a edad, y a estrato social. Mi clienta de más edad tiene 89 años, por ejemplo”, detalla la fundadora de Loica Mía.
El crecimiento de la marca
Catalina Uriarte parte las jornadas muy temprano. Prepara a sus dos pequeños para el jardín, donde están hasta las 13:30 horas, y divide su tiempo entre ir a comprar las telas que utiliza, el taller a cargo de la confección y el diseño de más prendas, un proceso que describe como extenso. Ahí tiene que ver qué corte va a usar, prueba tallas, cantidades, colores, presupuestos, etc. Reconoce que muchas de sus creaciones responden a sus propios estudios de mercado, pero deja un porcentaje para experimentar y atreverse con “cosas más exóticas”. Todo eso, antes de ir a buscar a sus hijos.
Excluyendo los despachos, que están a cargo de una empresa externa, y las finanzas, que delegó a su hermana, Catalina Uriarte se encarga de todo. Construyó su página web, administra las redes sociales, hace los envoltorios de los pedidos y las tarjetas de su marca, que antes elaboraba a mano -para volver a aprender a escribir- y que hoy imprime. Para sus publicaciones en Instagram y Facebook les pide ayuda a algunas amigas; unas para que fotografíen y otras para que modelen las prendas. En ese grupo incluso coopera su madre.
“Nunca había hecho una página web; tenía una amiga que tenía su marca y le pedí ayuda. Me contó que ella la había hecho desde cero en Wix, que era bien amigable para alguien que no sabe de informática. Así monté la mía, le fui poniendo todas las partes, conectándolas a las redes sociales. Me funciona perfecto. No iba a apostar por algo tan profesional si no sabía cómo me iba a ir. Había que apostar, pero de forma inteligente también”, narra.
En su primer año, que cataloga como marcha blanca, ya tiene un buen camino recorrido, con altos y bajos. Con números verdes, ya que todo lo que gana lo reinvierte con la intención de hacer crecer su emprendimiento. Incluso tiene un espacio en una tienda, La Sebastiana (local 9E), en Drugstore, galería comercial en Providencia, donde ofrecen sus productos.
“Nunca dejo de aprender. En este camino son muchas cosas las que he aprendido. Al principio uno tiene muchos miedos de empezar, pero al final te das cuenta de que uno debe tener la fortaleza y seguridad, y trabajar. Si fallaste, puedes volver a intentarlo. La esclerosis múltiple fue un complemento y no es algo que me victimice, estoy aquí porque soy diseñadora y he tenido años de pega en la espalda, donde nada ha venido fácil”, dice Uriarte.
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