La marca de diseño y joyería realizada por mujeres en la cárcel
María José Aguirre es la emprendedora tras María La Biyux, ubicada en el Drugstore, y que trabaja con mujeres reclusas de distintas cárceles de Chile para realizar productos textiles y de joyería hechos a mano.
Sucedió hace unos cinco años atrás, pero María José Aguirre (39) aún recuerda ese momento. “Miré para arriba y el cielo estaba precioso, muy azul, y esas nubes se me quedaron grabadas. Y ahí lo supe, y me dije a mí misma: ‘Aquí es’”, dice la emprendedora. Desde entonces, cuando presentó por primera vez su proyecto de diseño y joyería de autor María La Biyux, en el Centro Penitenciario Femenino (CPF) en San Joaquín, en la Región Metropolitana, ha trabajado mano a mano con distintos establecimientos en el país y entregado, de esa forma, un nuevo hábito a la población femenina de los recintos carcelarios. Y, sobre todo, las ha llevado a emprender más allá de los muros.
Todo comenzó con el nacimiento de su primera hija, que hoy tiene 10. María José Aguirre, de profesión publicista, trabajó casi 12 años en retail en las áreas de marketing y publicidad, pero dice que con el embarazo fue difícil volver a su oficina. “Lo complejo fue no estar en sus primeros años, lidiar con la culpa de no acompañarla ni dar las primeras comidas, tampoco poder ver sus primeros pasos, y eso complicó todo”, recuerda. Tres años después, vino su segunda hija, que hoy tiene 7 años. La perseguía la culpa y, al volver al trabajo, decidió renunciar. “Mi prioridad era poder estar en el maternaje y sentir mi energía femenina, entonces vino un proceso de reparación, volver a encontrarme y de validarme desde eso”, añade.
En ese proceso de estar en calma y aprovechar su maternidad, comenzó a hacer asesorías a emprendimientos y marcas. Una de ellas le ofreció un canje, que resultó ser un curso a telar. “Me empezaron a pasar cosas, me conecté con el color y descubrí un proceso de reparación, de volver a armarnos como personas, así como tejes algo”, recuerda la publicista. Fue cuando surgió todo.
“‘Esto hay que compartirlo y llevarlo a otro lugar’, pensé, y fui tocando puertas hasta llevar el proyecto a la cárcel de mujeres. Podía funcionar o no, pero tenía esta convicción”, recuerda la creativa, que sostuvo su idea bajo tres ejes: un producto final, vinculado a la moda; un proceso terapéutico para quien realiza la pieza; y una arista social, de compartir con otro.
Tuvo una reunión con la Fundación Mujer Levántate, que trabaja con mujeres privadas de libertad, para así mostrarles la idea. Les comentó de qué se trataba, a nivel teórico y práctico, la cantidad de horas metodológicas, pedagógicas y cómo lo iban a evaluar, además del proceso y la propuesta económica. “Era un proyecto bien armado, con estrategia, metodología y la hermana Nelly, que está a cargo, me dice ‘¿Cuándo partimos?’. Esa fue la primera gran alegría”, recuerda.
María La Biyux entrega la materia prima a los Centros Penitenciarios (CP) que forman parte de su cadena. Además del CP femenino de San Joaquín, han trabajado también con el CP Alto Bonito de Puerto Montt y el CP de Valdivia. De la mano de la emprendedora, unas 40 reclusas han aprendido a trabajar tela y pedrería, con las que fabrican piezas únicas. “Cuando conocí a las chicas fue otra emoción muy bonita, porque fueron los primeros acercamientos y yo era una desconocida para ellas, que les venía a mostrar algo que podía funcionar o no”, señala.
Inicialmente, las mujeres estaban desconfiadas, pero les compartió su experiencia, cuál era su intención y cómo creía que podía servirles. “Cuando les hablaba de autoestima, reparación, compromiso, trabajo en equipo y aporte humano, ellas me miraban con cara de ‘¿De qué está hablando?’, y acá se generó un vínculo que se fue trabajando”, asegura. Para acceder al taller de María José Aguirre, las mujeres deben postular al trabajo. Primero pasan por una capacitación, una marcha blanca, y ahí comienzan a tener sus primeras piezas textiles y que tienen que pasar por controles de calidad para que salir a la venta.
La tienda está ubicada en el Drugstore de Providencia, pero Aguirre explicita que las piezas se pagan se venda o no. Ya van más de siete mil artículos. El pago, explica, se realiza a través de su cuenta de ahorro a través de Gendarmería y, en otro sistema, se deposita donde la beneficiaria decreta. Hay pago de imposiciones -porque firman un contrato laboral luego de postular y ser seleccionadas-, y se les entrega el 20% del valor por pieza realizada. “Nosotras nos encargamos de darles la materia prima, capacitarlas, se paga IVA y realizamos todo lo necesario, como la campaña, packaging e incluso el envío”, dice la emprendedora, que también dispone de los artículos en Falabella, Cornershop, Rappi y realiza envíos internacionales.
Cada uno de los artículos hecho por las mujeres tiene un valor único, porque amerita tiempo de realización, que usualmente tienen en sus dormitorios, pero también llevan en su manufactura el trabajo en equipo con sus pares. Algunas estiran la tela, por ejemplo, mientras otra cose y pule la pedrería. Si bien los primeros pasos fueron autofinanciados, en el camino se sumaron capitales de CORFO y otros fondos. “Es importante para nosotros y hay muchas mujeres que este significa su primer trabajo y remuneración”, asegura Aguirre.
“Es vital que sigamos haciendo comunidad, porque el camino del emprendedor es solo, pero necesitamos tomar decisiones, hacer brainstorming y es importante pertenecer a comunidades donde uno puede acompañar a otros también”, añade. Actualmente, la emprendedora está en conversaciones con la fundación española Amar Dragoste de trata de personas, para poder implementar el proyecto en Europa.
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