La pyme que importa joyitas para fanáticos de Star Wars
Ignacio Mena siempre ha sido fanático de la franquicia y comenzó a armar sus propios sables con tubos de PVC y luces de Navidad, hasta que encontró tecnologías que replicaban un sable de luz muy parecido a los de las películas. Así empezó a importar y dio origen a la pyme que definió su vida.
Ignacio Mena (23) y Roberto Merino (25) se ponen sus capas de combate, toman las empuñaduras de sus sables de luz y los colores verde y azul iluminan instantáneamente la habitación. Solo se escucha el sonido característico que emiten las espadas de Star Wars mientras se sitúan uno al frente del otro dispuestos a combatir. Apenas unos segundos después, inician una coreografía perfectamente pulida, golpes que van en dirección contraria a su rival para así estrellar los sables y que están fríamente calculados para dar un espectáculo de movimientos y sonidos. No importa que la habitación se haga estrecha, mientras alcance para hacer unos giros y hacer la “pelea” más vistosa.
Es un día normal en las oficinas de StarBlade, una pyme que fundó Ignacio Mena y que importa y vende sables de luz con empuñaduras de aluminio y tubos de policarbonato que proyectan distintos colores y replican los sonidos característicos que hacen al moverse y chocar entre sí. Además de las ventas en Chile, también lo hacen al resto de Latinoamérica e incluso a España.
Mena heredó la pasión por La Guerra de las galaxias de su abuelo y su padre, quienes ponían una y otra vez las películas de la saga. “Disfruto todo Star Wars. Con StarBlade trato de mantener el equilibrio, porque muchos fans se separan en segmentos: los de la trilogía original, los de las precuelas y los de la nueva saga. A algunos no les gusta la nueva, pero hay que despojarse como buen jedi de la original y aceptar este mundo”, dice en una de las habitaciones de la oficina ubicada en Andrés de Fuenzalida, Providencia
Con los años fue desarrollando su pasión a su modo: de pequeño tuvo espadas de plásticos y cuando aprendió de electrónica y a soldar, se animó a confeccionar sus propios sables con luces de navidad y tubos de PVC o acrílico que amoldaba, pintaba y decoraba para que se asemejaran a uno real. Eso ocurrió en 2018. Con eso se motivó a subir videos a las redes sociales y los seguidores empezaron a pedirle sables personalizados.
“Cuando comencé practicando había muchas, muchas críticas. Lo único que se veía en internet era yo con un sable de luz. Un ñoño viral. La gente decía: ‘Oye, qué está haciendo este niño’. Poco a poco la gente fue mostrando más ese lado. Cuando partió la pyme creamos estos grupos donde las personas se sintieran en confianza, porque siempre somos los rezagados, los perdedores. Ahora la gente ha sacado su lado ñoño y logramos exponer eso, juntarnos sin miedo a las críticas sociales”, reflexiona el fundador del negocio, quien está terminando la carrera de Ingeniería Civil Mecánica.
Mena partió haciendo ese tipo de sables y luego invirtió $20 mil y los empezó a vender, hasta que consiguió dinero suficiente para poder importar juguetes de última generación. El puntapié formal del negocio fue en marzo de 2021. “Me costaba poco hacer uno, lo vendía y le sacaba ganancia. Así formé StarBlade, que después se transformó en una pyme con suficiente capital para invertir en más”, detalla.
Ahora, en cambio, los sables vienen desde el extranjero, cuentan con productos que replican los detalles de las empuñaduras que aparecen en la franquicia, se iluminan a la perfección, replican los sonidos y se pueden golpear entre sí sin exponerse a quebraduras ni daños. Están catalogadas en categorías, que van desde los $149.900 hasta los $999.990, y que implican distintos detalles. Por ejemplo, el tipo de tecnología: las RGB, en la que la luz se proyecta desde la empuñadura y es ideal para combates, y la XenoPixel, que tiene leds a lo largo de la hoja y se asemeja a cómo se ven en las películas. Por cierto, tienen réplicas idénticas de los sables que ocupan los personajes, como Luke Skywalker o el sable doble del sith Darth Maul.
Después de un rato, Ignacio Mena se pone de pie y saca de una repisa distintos modelos de sables. Los toma cuidadosamente de las cajas y los exhibe uno por uno. Conoce sus nombres, si corresponde a un personaje, sus detalles en las empuñaduras y, por supuesto, cómo funcionan.
“Tenemos modelos que tienen este cristal que aparece en el canon de Star Wars, que es de donde proviene la energía. Por supuesto, este cristal no existe, es de fantasía, porque lo que de verdad se ocupan son baterías de litio que se usan para electromovilidad”, puntualiza Mena. Pero el fundador también aprendió a abrirlos, repararlos y hacerles mantención. Cuando el negocio se formalizó, adquirió uno solo para desmontarlo y aprender cómo funciona el sistema, cómo se abre, en qué orden van los cables, cómo repararlos y cómo hacerles una mantención.
“Nunca esperé que definiera mi vida”
Ignacio Mena amplió el equipo de StarBlade de forma casual. Conoció a Roberto Merino, el gerente de la tienda, y él le empezó a ayudar en los eventos que hacían con otros fanáticos de Star Wars en plazas y donde disponían algunos de sus sables para que otros también pudiesen jugar. “Nunca pensé que se iba a armar una pyme y tampoco las consecuencias que traería a la comunidad. Éramos cabros jugando con sables de luz; luego aparecieron más personas”, narra.
En el camino aparecieron, además de Roberto Merino, Constanza Palacios (24) y Scar Cortés (25), quienes se encargan del diseño de las piezas gráficas del negocio y de las redes sociales y comunicaciones, respectivamente. “Es gente muy talentosa, todos tienen una especialidad que han hecho crecer a StarBlade”, afirma el fundador.
Todo el equipo sabe manejar los sables de luz a la perfección. En más de una oportunidad al día, todos blanden su espada y se enfrentan a alguien del equipo con destreza. Es normal, por ejemplo, que cuando están todos reunidos en la oficina –porque se reparten entre los estudios y StarBlade– almuercen juntos y, además de cumplir con las responsabilidades del negocio, practiquen con sus espadas más durante la jornada. Incluso Mena, quien debe dedicarle tiempo a la gestión de importación y finanzas, asegura que siempre se las arreglan para jugar entre ellos o solos. Posiblemente, pasan más tiempo con un sable en las manos que sin él. “Yo lo confirmo, uno está así todo el día con esto. Todos los días”, dice Merino entre risas mientras le ajusta el color a su espada y quien además practica e instruye muay thai y le enseña movimientos a los más pequeños en las juntas que realizan.
Ignacio reconoce que también practica y aprende distintas artes marciales para ir agregando a los estilos de combate con sable de luz. Por eso, explica que “son siete estilos en el universo, de forma ficticia, pero que hay que aplicarle técnicas de artes marciales, por ejemplo, para pelear al estilo de Darth Maul, hay que ponerle kung fu, porque se ocupa un sable doble y se hacen saltos triples. Hay que ir tomando cosas de la realidad para meterle al fanatismo de Star Wars”. De hecho, en los videos que suben en sus redes sociales es común verlo lucir su destreza.
Pero además de combatir, también salen a las calles a hacer sesiones de fotos y videos para sus redes sociales donde suben memes y contenido informativo de la tienda de una forma lúdica. Sin los trajes escondidos, sino puestos y con la espada en la mano.
“Ahora, afortunadamente, pudimos forjar una disciplina. Hay más gente que practica en Chile, cientos de personas que nos siguen en Santiago. Antes no había nada, yo era un noño que en las redes sociales me decían consigue polola. Y conseguí polola la conocí en uno de estos eventos; sí, rompí el código jedi. Antes me criticaban en las redes sociales, ahora la gente en la universidad me pide ayuda, me preguntan cosas”, relata Mena.
Las ventas en estos años han sido positivas para StarBlade, en especial porque dedican tiempo a enseñarles el funcionamiento a sus clientes y algunos movimientos. Aunque muchos clientes se quedan con los sables de la colección First Sabers, que son ideales para comenzar pues son más básicos, livianos y resistentes, también llegan fanáticos por artefactos de las colecciones más caras. No solo para dedicarlos al coleccionismo o a eventos donde realizan cosplay, sino también para utilizarlos. “Sí, hay gente que destina su presupuesto para estos sables y que los lleva a todas partes. Nuestro público, más o menos, se segmenta entre los de 13 a 30 años y los mayores de 30 años, estos últimos son los que tienen un presupuesto mayor, que participan de eventos, van a convenciones”, explica Mena.
Pero también tienen muchos clientes más jóvenes, muchos niños que llegan con sus papás a participar y que se han hecho con un sable. Ignacio Mena le da un valor especial a ese público, pues revela que en los eventos que han hecho los pequeños han forjado amistades entre ellos, logrando encontrar un punto de reunión en torno a la Guerra de las galaxias.
Por eso, relata que en un sorteo de Instagram que realizaron, se lo ganó un niño que llevaba cuatro años enfermo producto de una infección al fémur y a quien le habían realizado ocho operaciones. “Él afortunadamente se sanó. Se ganó el sable de luz, fue como que la Fuerza quería que sucediera justo cuando estaba saliendo de tanto sufrimiento. Ahora su padre incluso se compró un sable para poder jugar con él, mantenemos siempre un contacto, conversamos con sus papás”, relata.
–¿Qué significa StarBlade para ti?
–Nunca esperé que esto definiera mi vida, mi vida laboral, amorosa, a mis amistades. Todos fueron por StarBlade. Nunca pensé que iba a agarrar tanto vuelo. La gente me habla en la calle, me preguntan por los videos. Ha sido una experiencia que cambió mi vida, como te digo, en la universidad se acercan a mí porque tengo un emprendimiento. Por eso también busco la forma de ayudar a amigos o conocidos, como a Karen Benítez, que atendía en la panadería de la esquina de mi casa y un día supe que empezó a hacer mascarillas al inicio de la pandemia, nos hizo diseños personalizados de StarBlade y luego nos contó que ella era circense y que además tiene experiencia haciendo trajes, entonces nos empezó a confeccionar las capas que nosotros vendemos.
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