Sábado 14 de marzo de 2020:
La última noche
La temática de esa noche en la discotheque Blondie se llamó “Stranger Blondie”, inspirada en la serie Stranger Things, y la invitación era a vestirse con estilo ochentero y sumergirse en un ambiente de la época. Eran las 23.30 horas y la fila ya se estiraba por la Alameda. Apenas una hora después, el local estaba repleto. La música retumbó en cada rincón y pasadas las cuatro y media de la mañana la pista central comenzó a vaciarse. Terminó de sonar Running up the Hill, de la británica Kate Bush, y las luces se prendieron. Los asistentes se marcharon, el equipo de Blondie guardó los implementos y la cortina se bajó.
Ni el público ni el personal lo sabía, pero esa sería la última noche de este mítico espacio por un largo tiempo. Al día siguiente, las autoridades declararon el avance de la pandemia y las medidas para evitar su proliferación en Chile; entre ellas, la prohibición de reuniones públicas con más de 200 personas. Una medida que golpeó duramente a todos los centros de eventos y que provocaría el cierre de varios de ellos ante la obligada inactividad. Junto con el turismo, las salas de espectáculos fueron uno de los gremios más afectados por la crisis sanitaria, pero en ese entonces, nadie pensaba que la necesidad de cerrar sus puertas se extendería por tantos meses.
Lunes 16 de mayo de 2022:
518 días de encierro
Daniel Sánchez (52), dueño de la discotheque Blondie, baja las escaleras, prende algunas luces, se pasea por la pista central y saluda a los técnicos que realizan la mantención de las luces de colores del local, fundado en los 90 y que gracias a su programación -centrada en la música brit pop, hits de los 70 y 80 y fiestas temáticas de la época- se ha convertido en un espacio con una fiel barra de asistentes que cada semana llegan a llenar la pista de baile. “Fue una sorpresa para todos. Siempre tuvimos la esperanza de que se iba a cerrar un par de fin de semanas, no más que eso. Pero pasaron ocho meses y nos dimos cuenta de que esto venía para largo, unos dos años o más”, recuerda sobre el comienzo de la pandemia.
Anunciadas las restricciones, tuvieron que empezar a tomar decisiones. La primera fue tratar de vender cerca de 150 cajas de cerveza que tenían en la bodega con el objetivo de que no se perdieran. Aunque la incertidumbre reinaba, la ilusión de regresar en el corto plazo se mantenía firme, y durante las primeras semanas se dedicaron a chequear los equipos de sonido y las luces, con tal de estar preparados en caso de que se anunciaran noticias positivas.
Pero eso no pasó. La decisión más difícil, subraya Sánchez, fue decidir respecto del futuro de las 40 personas que trabajaban en Blondie. Quienes lo hacían con boletas de honorarios tuvieron que buscar otras fuentes de ingreso, mientras que los que tenían contrato pasaron a la Ley de Protección del Empleo. Eso sí, un par de meses después, un grupo de ellos fue finiquitado. “Muchos tuvieron que hacer emprendimientos y a un grupo que estaba más complicado nosotros los ayudamos. La lógica fue aguantar y aguantar, igual que todos”, narra Daniel Sánchez.
Como las medidas no aflojaban, menos para la industria, hubo que ejecutar un plan que permitiera mantener en contacto a Blondie con sus feligreses. En mayo de 2020 anunciaron una serie de conciertos vía streaming que funcionaba bajo donaciones del público y luego se sumaron fiestas online y la creación de radio Blondie.
El dueño del recinto recuerda esos tiempos: “La idea no era llegar, cerrar y olvidarse del público. Era algo ideal para mantenerse conectado con ellos, porque hay una comunidad y un nicho muy fuerte. Además, teníamos un feedback y un apoyo constante, muchos mensajes deseándonos que pudiéramos abrir pronto”.
Sánchez cuenta que las ganancias de los eventos online no eran abultadas y que servían para costear la radio, a los artistas y a los trabajadores. “Tenían un costo barato para el público y era íntegro para el personal”, afirma.
Sin embargo, si bien el plan funcionó durante los primeros meses, el 17 de octubre saltaron las alertas. “Llevamos siete meses sin poder abrir, lo cual ha sido muy rudo. Lo único concreto es que hoy tenemos nuestra última #BlondieOnLine y el 31 #HalloweenBlondie”, escribieron en un comunicado en redes sociales.
Aunque el mensaje ponía en duda la continuidad de los proyectos digitales producto de las pocas ventas para dichos eventos, muchos interpretaron que la Blondie podía llegar a su fin.
En 1992, René Sánchez –padre de Daniel– compró el cine Alessandri y lo transformó: quitó las butacas, sacó los permisos y dio vida a un nuevo recinto. En mayo de 1993 abrió la discoteca que con los años se transformó en un ícono de la contracultura; desde ese momento ha pasado por altos y bajos.
Cuando comenzó la cuarentena y las restricciones, Daniel Sánchez se marchó al sur y de vez en cuando viajaba a Santiago para darse una vuelta en el local ubicado en Alameda 2879. Por su cabeza pasaban muchas ideas, menos una: cerrar las puertas de Blondie. La idea de apagar las luces para siempre en un local que va a cumplir 29 años de vida no tenía fuerza. Básicamente porque había dos razones: la propiedad del local y un fondo de emergencia al que acudir en estos casos.
“No lo pensé. No había una medida así de drástica; como dije, la más drástica fue tener que finiquitar a parte del personal, pero sinceramente yo decía que esto en algún momento iba a tener que pasar”, asegura Sánchez sentado en la tarima ubicada bajo las escaleras de la Blondie. “Lo más crítico fue a mediados de 2020, cuando no sabíamos qué iba a pasar realmente, si en un mediano plazo podríamos funcionar con un aforo pequeño al menos”.
Aun así, el golpe financiero producto de la pandemia fue fuerte. No había ingresos frescos y había que seguir pagando cuentas y permisos. Para su fortuna, no había que pagar arriendo, porque el local es de su familia, ni tampoco deudas crediticias.
Los días más complejos también han tenido que ver con clausuras del recinto. La más larga fue una que se extendió por casi nueve meses en 2008.
“Somos hijos del rigor también, porque como hemos tenido diferentes clausuras, por distintos motivos, no es que nos haya pillado de sorpresa este cierre. Fue repentino, sí, pero por suerte teníamos un colchón financiero con el que pudimos mantenernos un poco a flote. También fuimos ordenados, entonces no hubo grandes problemas en cuanto a pagar esas deudas, porque son prácticamente cero. Eso nos ayudó a aguantar. Son lecciones que hemos sacado”, dice Sánchez.
Su modelo de negocios se ha basado en no pagar nada a crédito y así no generar deudas. Las iluminaciones, la amplificación y los proveedores son, la mayoría de las veces, pagados al contado. “No tengo ni chequera. Eso ayuda, porque permite ahorrar y tener un colchón para lo que venga, incluso ahora en el corto plazo puede pasar algo, nadie sabe, y por eso hay que estar preparado”, agrega.
Sábado 14 de agosto de 2021:
La tibia reapertura
518 días después del cierre de la Blondie, las puertas de la discotheque se volvieron a abrir y las luces iluminaban las escaleras hacia el subterráneo. Pero, a diferencia de la última vez en que las entradas daban derecho a ingresar al recinto, la fila que esperaba en la galería Alessandri solo tenía sentido porque había que chequear el pase de movilidad a las 50 personas que podrían ingresar. El horario tampoco era el típico: la fiesta comenzó a las 17.00 horas y terminó a las 21.00 horas.
Así fue la primera reapertura, que aunque poco se parecía al ambiente que había antes de la llegada del virus, era una satisfacción para el equipo. “Era mejor eso que nada”, dice Sánchez.
Las semanas siguientes fueron idénticas en el recinto, aunque el 27 de septiembre la situación dio otro giro cuando fue anunciado el fin del Estado de Excepción y, con ello, el levantamiento del toque de queda. Así, las fiestas partían a las 20.00 horas y terminaban a las 02.00 de la madrugada, algo que oportunidades especiales se extendió entre 23 horas hasta las 5 de la madrugada. Desde ese entonces, el desafío era adaptarse a los cambios del plan Paso a Paso.
El primer gran cambio lo vivieron el 6 de diciembre, cuando fue anunciado el avance a la Fase de Apertura Inicial que permitía un máximo de 250 personas en lugares cerrados. Eso sí, la situación cambió nuevamente al mes siguiente, por lo que, aunque había una cuota de alivio en la discoteca, la incertidumbre reinaba y no permitía hacer mayores proyecciones. El dueño de Blondie asegura que eso le ha hecho trabajar con mesura, porque “siempre está la el peligro latente. Estamos bien, pero qué pasa algo a futuro, si hay una nueva plaga. Estamos trabajando, pero no tan seguro como estamos antes más todavía”.
Abril de 2022:
Un nuevo presente
Las luces de neón volvieron a iluminar a cientos de personas, la música volvió a sonar en los distintos niveles y la llama nuevamente se encendió en el mítico espacio de la Alameda. El culto entorno a la discoteca Blondie regresaba con fuerza. De hecho, durante los últimos días de marzo fue lanzado el libro Gente Común: Una historia oral de la Blondie (Catalonia), escrito por el periodista Rodrigo Fluxá, en el que convergen distintas historias alrededor del recinto. Relatos de la familia que dio vida a este espacio, trabajadores que han visto la evolución a lo largo de casi tres décadas y asistentes que tienen a Blondie en un lugar especial en sus vidas. Sánchez sonríe y resume su opinión: “Sí, bien. La mitad es realidad, la otra mitad es ficción. Pero bien en general”.
Por cierto, el rotundo cambio al plan Paso a Paso también jugó un rol en la revitalización de la discoteca: la fase de Bajo Impacto Sanitario eliminó las restricciones en espacios cerrados en cuanto a aforos y distancia física, eso sí, en el lugar se lo han tomado con mesura. “Se ha estabilizado más, en cuanto a logística es un poco parecido, hemos abierto todos los espacios y pistas, aunque el aforo no es como el de antes todavía, pero es más del que venía el año pasado. El horario es hasta las 5 de la mañana”, detalla Daniel Sánchez.
La clave para estar cerca de cumplir 30 años, para su dueño, ha sido innovar, pasar de la absoluta oscuridad que tenía el recinto y la mística underground a incorporar pantallas de LED, mejores luces y equipos de sonido, y también refrescar la música. Por eso, el trabajo digital sigue con vida, las listas de reproducciones en las aplicaciones de música, la radio y también el plan de mejorar el local y transformarlo en un centro de eventos con todo el equipo necesario para proyectarlo a futuro.
Por eso Sánchez reflexiona: “Es que se transformó en un punto de encuentro, por la música, luego se transformó en una especie de ícono, por lo que representaba y representa. Mucha gente se conoce, y para muchos es un lugar propio. Es una especie de oasis dentro de lo que pasaba en la sociedad. El foco es tratar de conservar un poco el espíritu, tratar que no se pierda”.