El camino es más largo del que siempre cuenta. En resumen, cuenta Claudia Godoy, fundadora de Biorigen, son la primera pasta dental local sustentable y que está hecha con 100% de ingredientes naturales. Además, en junio pasado fueron una de las empresas ganadoras de Open Salcobrand, que las llevó a promover sus productos en el sitio web de la farmacia. Actualmente, dice, comenzaron a trabajar con Sercotec y ProChile, en un programa especial de emprendedoras y buscan dar el gran salto al extranjero.

Doce años atrás, la ingeniera en acuicultura viajó junto a su hijo y esposo a Nueva Zelanda, luego que este se adjudicara una beca de doctorado. En ese entonces, el niño tenía tres meses, pero a eso de los dos años comenzaron los problemas. Fue ahí cuando al pequeño le comenzaron a salir aftas en la boca y, tras una investigación y lectura de distintos trabajos académicos, llegaron a una conclusión.

“En distintos papers y otros trabajos hablaban de productos que tenían la pastas dentales, que eran nocivos o muy fuertes para la mucosa bucal y habían algunos que hablaban particularmente del laurilsulfato de sodio (SLS)”, recuerda ella. En algunos estudios, como uno de la Universidad de Oslo, en Noruega, se indicaba que el ingrediente, cuando se usa en dentífricos, existen mayores probabilidades de producirse aftas.

El siguiente paso fue buscar algún producto que no tuviese ese ingrediente, indagaron en el mercado de pastas de dientes para encías sensibles y encontraron algunas que carecían de SLS. Mayoría de ellas, no tenían tampoco flúor y eran naturales. “Con esa prueba nos dimos cuenta que mejoró y los aftas ya no le salían, y fue ahí cuando nos relajamos y pensamos en volver a las pastas normales”, afirma Godoy. En ese momento le volvieron aparecer las lesiones en la boca y comprobaron cuál era el problema.

La iniciativa eliminó su envase de cartón y permaneció con su empaque de vidrio, para generar menos residuos y así poder reutilizarlo.

Prueba y error

Fue justo ahí que comenzaron a investigar en extenso y a encontrar otros ingredientes que, a largo plazo, pueden resultar nocivos. Godoy menciona el dióxido de titanio o el triclosán, que está prohibido en países como Estados Unidos.

“Empecé a hacer un intento de pasta de dientes y primero fue todo en seco, con bicarbonato, polvo de clavo de olor y stevia, y lo que leyera que servía para la higiene bucal, lo probábamos para ver si nos gustaba”, afirma la ingeniera. Eso sí, dice, fue en 2013 cuando se trasladaron a Londres que iniciaron con los experimentos.

Primero fue con aceite de coco, pero no les gustó mucho. Comenzaron a probar con glicerina, pero encontraron algunos estudios que indicaba que cubre la boca y no permite que se remineralicen los dientes. Luego pasaron al aloe vera y les gustó más, pero ahí cuando partieron con todo el proceso “más casero y de forma autónoma”. También utilizaron en algún momento bentonita, pero consideraron que era muy cara y la idea siempre fue mantenerse con ingredientes que fueran naturales, pero que no ameritaran tanto gasto.

Como ella es ingeniera en acuicultura y su marido es fisiólogo animal, sabían bien el método científico y tenían conocimientos sobre biología. “En ese sentido nos sentíamos seguros de lo que estábamos haciendo, testeamos ingredientes y todo lo que hicieron fue en base a conocimiento acumulado en el trayecto de los años y que estaba disponible para todas las personas”, señala Claudia Godoy.

Claudia Godoy es la creadora de la iniciativa, que sumará una línea blanqueadora, otra para niños y que pretende expandir su catálogo con productos con flúor.

Formalizar el proyecto

Tres años después regresaron a Chile, les presentó el producto a sus familiares y amigos y ella comenzó a vender cepillos de dientes de bambú. Se acercó a Sercotec, comenzó a trabajar con ellos y, coincidentemente, se abrió un fondo en la región, que era un semilla especial de Corfo focalizado a productos o servicios innovadores sustentables que tuvieran impacto social o medioambiental. “Ya llevaba tiempo acá y había gente que había probado mi pasta de dientes y me sugirieron postular al fondo, me incentivaron y quisimos ver si resultaba ser un aporte”, señala.

Ganaron el fondo, comenzaron a profesionalizar el proceso de producción del producto y sumaron al equipo a un químico farmacéutico y a un dentista, para que colaboraran en la formulación de la pasta de dientes comercial, sus porcentajes, el pH, entre otras cosas. Como el Instituto de Salud Pública (ISP) cataloga la pasta dentífrica como un producto de alto riesgo, porque la vía oral es la primera entrada al cuerpo, para entrar al mercado deben ser fabricadas con altos y seguros estándares estándares.

Los productos deben fabricados por laboratorios certificados por el ISP, pero no es solo el resultado final el que debe recibir el visto bueno, sino también todos los ingredientes que lo componen. “Si no pasan el control de calidad, que es microbiológico, no pueden ser utilizados en la fabricación y, cuando hacía la pasta antes, era con cosas que compraba en la droguería de Concepción, pero no estaba permitido y ahora no podía ser así”, recuerda.

Tuvo que “luchar para mantener sus ingredientes”, porque la idea era no utilizar ningún químico artificial y tardaron en encontrar un preservante que no fuera sintético. “No podía estar vendiendo una pasta que dijera ‘100% natural’, pero que tuviese un preservante que no”, reflexiona. Eso fue en 2018 y, desde entonces, han ido progresando en el desarrollo. Su esposo, docente de la Universidad de Concepción (UdeC), ya no participa en el proyecto y el equipo está solo formado por mujeres.

Futuro verde

Recientemente ganaron un concurso de Salcobrand, que premiaba a productos innovadores y sustentables. Fueron de los principales nombres seleccionados y, junto a ellas, fueron otros nueve los que eligió la cadena de farmacias. Como premio, la firma lleva a esos productos a su sitio web y los comercializa a través de este. “Están contentos con el producto y nos ha ido bien, porque ha sido un éxito inesperado y era un público completamente distinto al que apuntábamos”, señala.

Además, también decidieron prescindir de su packaging de cartón y solamente comercializar el producto en su frasco de vidrio reutilizable. La idea, afirma, es poder generar menos residuos en el medio ambiente y generar también, a través de esto, un consumo inteligente y sustentable.

Uno de los puntos que ha sido relevante para ellos, es que sus productos carecen de flúor. Si bien ese era uno de sus objetivos y mercado específico, ahora quieren sumar una línea con el ingrediente y que es fundamental para la prevención y protección contra las caries. “Estamos constantemente preguntando a los laboratorios si existe la posibilidad de agregar flúor a nuestra fórmula y es uno de los objetivos de nuestro programa”, dice Godoy, y apunta a que es muy difícil eso sí que un laboratorio en Chile trabaje con el material y es la gran limitante.

Comenzaron un trabajo con Sercotec y ProChile, en un programa especial que tienen para emprendedoras y quieren ver si consiguen llegar con su producto al extranjero. La conversación, apunta, comenzó hace un mes atrás y Corfo tiene un programa especial que está lanzando, para la internacionalización de emprendimientos liderados por mujeres.

A sus sellos entregados por el ISP y la certificación contra la crueldad animal, pretenden sumar el V-Label y que es el sello reconocido internacionalmente para productos veganos, que en Chile entrega la fundación Vegetarianos Hoy. Además, son Marca Chile y esperan un estudio de biodegradabilidad de la UdeC.

Próximamente lanzarán una pasta de dientes blanqueadora, hecha con aceite de coco, carbón activado, carbonato de calcio y aceites esenciales y que “nos costó mucho”. Además, están trabajando en una línea orientada hacia los niños, que tiene la misma base de su pasta básica, pero ahora tendría sabor. Lo que resta es un estudio hipoalergénico y, luego de eso, pueden distribuirla oficialmente como pasta dental infantil.