En Chile somos millonarios y no lo sabemos. Ignoramos que en las provincias, o “los territorios”, como se les dice ahora, existe una riqueza infinita. No se trata de la comida o del vino; son las personas que, de sol a sol, cultivan –o crían– todo lo que nutre. Dedicar tiempo y dinero a viajar a conocerlos a ellos, a probar sus productos y escuchar sus historias tiene un nombre: turismo gastronómico. Eso es algo que en Chile no hacemos, y que deberíamos adoptar; a fin de cuentas, malos para comer no somos.

Definir un sabor como centro del viaje abre también un mundo de paisajes y experiencias únicas. Porque cuando la comida es el destino y no una parada rápida o algo secundario que resolver, entrega, junto con la enjundia, un universo de saberes y tradiciones de los que apenas sospechamos.

¿Habrá algo más rico que comer exquisito y escuchar de primera mano las historias de quienes producen nuestros alimentos? Aquí, tres sabrosos destinos gastronómicos a hora y media de Santiago: como para juntar hambre y partir.

Tostaduría Corcolén: maní y mucho más

“¿Sabe usted qué parte de la planta es el maní?”. Esta pregunta abre el tour en la Tostaduría Corcolén, ubicada en la zona de Malloa, municipio de la provincia de Cachapoal en la Región de O’Higgins. Gastón Maturana pregunta inquisitivo a una audiencia casi siempre citadina, mientras recorre las hileras de plantitas de maní en crecimiento –que por estos días lucen pequeñas flores amarillas–.

Gastón explica que el maní es en rigor una legumbre y no un fruto seco, y que crece en la raíz de la planta. Seguido, viene una detallada explicación sobre su cultivo y procesamiento, desde el arado a caballo hasta el envasado a mano, pasando por la cosecha, el secado, el tostado o confitado, y el etiquetado.

Se trata de una caminata educativa fascinante, sobre todo por la pasión con que Gastón y su hija Pilar cuentan de una historia familiar de treinta años de perseverancia e innovación en torno al maní; incluso, realizan selección y mejoramiento genético de la variedad chilena.

Gastón y Pilar Maturana, de Tostaduría Corcolén, se encargan de mostrarles a sus visitantes cómo se cultiva el maní, que no es un fruto seco, sino una legumbre. Foto: Tostaduría Corcolén.

La conversación continúa en la sala de procesos y luego bajo un precioso almendral, donde una degustación de maní y varios productos elaborados con el mismo demuestra la versatilidad del ingrediente. ¿La estrella? Una refrescante malta con maní –preparación creada por el mismo Gastón en su infancia–; se trata de un brebaje contundente y sabroso, absolutamente acorde con las arduas labores del campo. De fondo, se hace presente un coro de gansos, gallinas, chanchos y ovejas.

Pilar Maturana, a cargo de la oferta turística de la Tostaduría, busca también rescatar el valor patrimonial de la tradición manicera chilena, no solo esa de los barquitos maniceros y del maní con cáscara que se vendía en los circos, sino que también la tradición local del cultivo del maní, en franca desaparición: “Lo que me gusta a mí es dar a conocer a la gente la cultura campesina, contarles cómo es el arado, cómo se trabaja la tierra y dar a conocer Corcolén, mi pueblo”, cuenta emocionada.

El tour con degustación dura algo más de dos horas, cuesta $13.500 por persona y se adapta a las necesidades y horarios de cada grupo.

Para visitar, se debe agendar directamente con Pilar al +56 9 8556 2923. En www.tostaduriacorcolen.cl y en el Instagram @tostaduriacorcolen se puede conocer más sobre su trabajo.

Miel Moni Mony: un universo apícola

Hasta el año 2003, Mónica Rodríguez tenía otra vida: trabajaba como secretaria universitaria y residía en Santiago. Buscando algo nuevo que aprender tomó un curso de apicultura; rápidamente se encontró con una motivación intensa y profunda que la llevó a volcarse completamente al trabajo apícola y al campo.

Así fue como se afincó en San Luis de Almahue, en Pichidegua, provincia de Cachapoal, donde cuenta hoy con más de 200 colmenares; un espacio educativo donde realiza actividades para niños, estudiantes de turismo y otros apicultores en capacitación, y que además tiene un acogedor salón de ventas llamado La Casa de la Miel, donde ofrece una variedad sorprendente de productos apícolas, desde licores hasta champús.

Moni Mony produce miel en distintos formatos, pero también una variedad sorprendente de productos apícolas, desde licores hasta champús. Foto: Daniel Ojeda.

“Esto te cambia la parada frente a la vida, los objetivos que una tiene; si bien es una actividad económica, el sentido del trabajo es diferente, porque se toma conciencia del rol de las abejas para nuestra subsistencia y la biodiversidad completa”, cuenta Mónica. Precisamente, tal es el enfoque de su oferta turística que amplía el foco desde lo meramente productivo hacia una reflexión profunda sobre el cambio climático y el cuidado del medio ambiente.

Si bien los tours se adaptan a la edad de los asistentes y al tamaño de los grupos, comparten una estructura común: comienzan con una charla teórica sobre la vida de las abejas, para luego seguir con una caminata entre los colmenares –cada asistente con su atuendo para evitar picaduras–. Sigue una cata de mieles de distintos orígenes florales, y dependiendo de la temporada, se puede ver cómo se extrae la miel, aprender a hacer velas con cera de abejas o, si se trata de niños, participar de una entretenida dinámica teatral sobre los roles en la colmena.

El tour con degustación de mieles dura dos horas y media y cuesta $7.000. Es posible reservar aparte un desayuno con paila de huevos, o un almuerzo bajo un fresco parrón con empanadas de horno de barro, o preparaciones de pollo o chancho con aliño de miel y mostaza. Por $25.000 por persona, en tanto, se puede pasar un día completo en el campo, con desayuno, almuerzo y cosecha de sandías o melones en alguno de los predios de los agricultores vecinos.

“Eso da buen resultado, porque vienen familias completas, que después recomiendan a otras familias: se van pasando el dato”, cuenta. Previa reserva, también se pueden probar los vinos de la cercana viña La Torina, donde Moni también tiene algunos panales instalados.

Dice orgullosa: “En Pichidegua somos turismo emergente y de intereses especiales; ya no somos destino de paso, somos destino final, la gente viene y está dos días completos en la zona”. Y lo cierto es que con tanto cariño y sabor, resulta difícil no querer quedarse.

Para reservar un tour, se puede hablar con Mónica vía Whatsapp al +5697477641. Más información en @casadelamiel.cl y www.monimony.cl

El Mercadito de Jessica Moreno: coseche usted mismo

Cosechar desde la mata misma un zapallito italiano nuevo y aún en flor, y comérselo a mascadas bajo un cielo limpio es algo que no tiene precio. Eso es exactamente lo que ofrece la agricultora Jessica Moreno a 10 minutos del centro de Rancagua, en el sector La Gonzalina.

Un predio de apenas dos hectáreas alberga hileras de flores de distintos tipos, tomates rosados de los antiguos, kale, lechugas, sandías, los zapallitos mencionados y mucho más, todo cultivado sin químicos ni pesticidas. A un costado, un agradable quincho provee la necesaria sombra y contiene todo lo necesario –desde horno de barro hasta los tenedores– para pasar un día completo de cosecha y cocina.

Aquí la lógica es “hazlo tú mismo”: previa reserva con Jessy, se recolecta o cosecha lo que se desee. Seguido, hay dos opciones: se puede volver a casa a disfrutar de lo cosechado o, alternativamente, se puede usar el quincho –por unas horas o el día completo– y preparar todo allí mismo. El aforo permite hasta veinticinco personas, por lo que también está disponible para eventos pequeños, como paseos de curso o cumpleaños.

Sin embargo, lo que más motiva a Jessy, y también su servicio más requerido, son los tours educativos para familias con niños: “Llegó una señora de Santiago y sus niños no sabían que las papas salían de debajo de la tierra; a mí lo que me interesa es que los niños vengan y que sepan que las lechugas no salen de la góndola del supermercado”, cuenta.

En su campo en Rancagua, Jessy Moreno invita a los clientes a cosechar ellos mismos los vegetales, para luego llevárselos a casa o cocinarlos ahí mismo. Foto: El Mercadito.

Previo agendamiento y pago de $2.000 por persona, Jessy entrega canastas de mimbre para recolectar, y acompaña a un máximo de dos familias a buscar los vegetales. Ella va explicando cómo se cultiva y cosecha lo que corresponde a la temporada y cómo es posible manejar un predio de manera agroecológica. Luego, lo cosechado se pesa y se paga aparte. Por estos días, “los tomates renguinos están pintando, esta semana ya vamos a ir cosechando los primeros”, anuncia Jessy.

Se recomienda llevar sombrero, bloqueador y también repelente, porque a veces hay zancudos. Aparte, también se pueden encargar mote con huesillos o una once con sánguches de pernil o arrollado en pan amasado –a los que por supuesto convendría agregar un buen par de rodajas del tomate recién cosechado–.

Se puede seguir a Jessy en su Instagram @mercadito_jessicamoreno, y coordinar una visita vía Whatsapp al +56 9 7871 894.