La crónica sobre los cientos de trámites para aprobar proyectos de inversión me recordó los caminos de tierra. La ruta a través de la burocracia estatal, ya sean ministerios, servicios descentralizados y/o regionales, municipios, es similar al turismo aventura. Está llena de "eventos", algunos desconocidos al iniciar el viaje, otros fuera de toda norma. A veces, lamentablemente, se puede transitar por una ruta más pareja y rápida si se contrata a un guía (consultor) recomendado.

Se ha reconocido que este es un gran problema para la productividad y el crecimiento económico. Todos los ministros de Economía desde 1990 hemos tenido agendas, programas, planes, comisiones y diálogos para enfrentarlo. Incluso el ministro Jorge Rodríguez Grossi (entre 2001-2006 y 2017-2018) acuñó el término "eliminar los lomos de toro", para hacer más rápido el viaje de un proyecto dentro del Estado.

Hoy se puede crear una empresa en un día, pero los tramitadores y otorgadores de permisos se encargan que pueda entrar en operaciones en un futuro condicional. No es posible decir "yo haré" sino "yo haría…. A lo mejor, si tengo suerte, si la gestión es positiva…".

Lo anterior es el resultado de una sumatoria simple, no de una integración, de trámites y permisos que han ido apareciendo cada vez que existe alguna dificultad, mala práctica de una empresa o demandas de la población por externalidades negativas, de las cuales crecientemente se ha ido tomando conciencia.  Existen mecanismos que no han funcionado, entre ellos formar un Comité Interministerial, o nombrar a una persona con poco equipo técnico de apoyo "a cargo" de pavimentar ese camino. Cada organismo tiene buenas razones para mantener sus trámites, con respaldo legal, reglamentario o de una norma, que si se interpreta al límite lógico (a veces ocurre) hace que el tránsito sea lento. En general, existe la idea de que las autorizaciones deben darse luego de un proceso exhaustivo de revisión de antecedentes, informes, consultas ciudadanas.

Es mucho menos difícil plantear la problemática que abordar la "solucionática". Por supuesto, no se trata de retroceder y aceptar actividades productivas peligrosas para los trabajadores, para el medio ambiente, ni contratos abusivos ni acuerdos anticompetitivos. Menciono dos aspectos que podrían ayudar a que la "tramitocracia" no triunfe.

Uno es que el gobierno asuma el tema de "no en mi barrio", porque sin una mirada global, que imponga normativas, será cada vez más compleja la autorización de proyectos que nadie desea en su entorno, pero que son vitales para la vida en una comunidad mayor, en una ciudad. Plantas de tratamiento de basura y residuos productivos, cárceles, entre otros, necesitan planificación y normas claras; el mercado no resuelve la contraposición de intereses y cada comunidad por separado tampoco.

El segundo es tener incentivos y penalidades respecto al cumplimiento de la normativa; más que confiar en los análisis ex ante y demorarse hasta la exasperación, castigar incumplimientos y malas prácticas, demoliendo lo construido y multando en serio, con montos muy significativos. Como es evidente, eso requiere normas claras, que se deriven de leyes cumplibles, sin letra chica ni arbitrariedades. Es parte ineludible de un asunto clave para que la inversión florezca y logremos crecer sobre el 4%; es parte de una reforma del estado. ¿Tendremos fuerza para hacerla?