LA SEMANA pasada el ministro de Hacienda Rodrigo Valdés recibió una tremenda bofetada y en vez de devolverla prefirió poner la otra mejilla, tal como lo promueve la religión cristiana. La bofetada se la propinó el senador Girardi, que solo horas después de que el ministro había hecho un llamado casi desesperado a los políticos de la Nueva Mayoría a cuidar el crecimiento económico, el honorable senador montó una campaña sucia, pero exitosa para que no se aprobara un proyecto de inversión por cerca de US$ 2.500 millones en la Cuarta Región.
"Dominga", como se denomina el proyecto, cuya aprobación ambiental fue rechazada luego de que se produjera un empate entre las 12 autoridades que tenían que votar su aprobación y que fue dirimido por el intendente regional, es uno de los mayores proyectos de inversión que figuran en el menguado catastro de la Corporación de Bienes de Capital. La tramitación ambiental de dicho proyecto había tardado más de cuatro años y hasta hace un mes todo indicaba que sería aprobado en forma unánime. Sin embargo, la mente enferma de algunos chilenos que prefieren anotarse un pequeño triunfo político, aunque éste signifique privar a Chile y los chilenos de la oportunidad de mejorar su bienestar social y material, terminó por ponerle una lápida a la aprobación de Dominga. Primero fue la infundada y mal intencionada conexión entre el proyecto Dominga con el expresidente Piñera. Luego fue una amenaza directa del senador Girardi (que incluso incluía fotos de las autoridades que debían votar por este proyecto), de que quienes votaran a favor serían severamente castigados.
La lealtad y la humildad son virtudes que se aprecian en cualquier ser humano. Cuando la persona que exhibe dichas virtudes, como el ministro Valdés, es poderosa e influyente se aprecian aún más porque quienes ostentan posiciones de poder tienden, más bien, a ser arrogantes y soberbios. Sin embargo, la actitud del ministro de Hacienda es a mi juicio una lealtad mal entendida. Valdés ha evitado criticar directamente la campaña de Girardi (que milita en el PPD, la misma tienda política del ministro Valdés) y a quienes orquestaron el rechazo al proyecto Dominga sin ningún argumento técnico y con la sola intención de obtener una pequeña y mezquina ventaja política sobre Sebastián Piñera. Al hacer esto ha enviado una muy errónea señal a los inversionistas chilenos y extranjeros. La camaradería al interior del PPD y la convivencia política al interior de la Nueva Mayoría son más importantes que los argumentos técnicos y que la urgente necesidad que tiene Chile por retomar la senda de crecimiento económico, que le ha sido completamente esquiva en estos últimos cuatro años.
Al ministro Valdés le pegaron una bofetada injusta y mal intencionada, y a pesar de que su hijo adolescente estaba mirando y esperaba una respuesta pacífica, pero enérgica y contundente de su padre, el ministro prefirió callar. Eso no está bien. En este caso, la lealtad del ministro le hace muy mal a Chile.