En buena parte del mundo, el ciudadano de a pie está desconcertado. Debe mucho más de lo que gana, los trabajos ya no son estables y los bien pagados escasean; todo es caro en relación a sus ingresos. La mayoría de los jóvenes se pregunta si su máxima aspiración consistirá solo en sobrevivir.
Esta situación ha conseguido que el nacionalismo, por una parte y el populismo, por otra, campeen por doquier: Brexit, Trump, Cataluña, ya nada parece detenerlos. La Unión Europea, uno de los proyectos políticos más imaginativos del siglo XX, corre peligro gracias a integrantes como Polonia, Hungría y Chequia, quienes, a pesar de recibir generosos aporte de los países más ricos de la Unión, están desconociendo sus normas de convivencia democrática con el aplauso de sus gentes, arriesgando fracturas profundas.
Estas nuevas crisis políticas son producto de tormentas perfectas provocadas por la alianza del legítimo sentimiento de gente harta de ser abusada con bajos salarios, recortes en sus beneficios sociales y falta de trabajo, con la extensión de un tipo de capitalismo que los ingleses llaman: Crony Capitalism, que se puede traducir como capitalismo de compadres.
Este tipo de capitalismo lo podemos ver en acción en muchas partes, por ejemplo en Inglaterra, donde el Brexit fue provocado por la pobreza creciente de su población y el desahogo de un grupo minoritario de empresarios, con fuertes alianzas políticas, que quiere desregular completamente el mercado, o regularlo a su favor que es lo mismo. En Cataluña, la situación es muy parecida con el agravante que los gestores de la pobreza son en buena parte algunos de los líderes del nacionalismo.
Chile no se escapa: hay colusiones y abusos de variado tipo, más o menos visibles, creación de carreras universitarias inútiles, cobros excesivos en teléfonos, comida y farmacias, entre otros; se tolera también el atropello que empresas fuertes, como los grandes supermercados, puedan abusar impunemente de sus proveedores pagándoles a seis meses, cuando ellos cobran diariamente, haciendo del negocio financiero su principal ingreso.
El capitalismo de compadres es un sistema que denigra y humilla a los verdaderos emprendedores y a los trabajadores haciendo que los beneficios de algunas empresas no sean producto de su función social o económica, ni de su innovación y eficiencia, sino más bien, de su capacidad de controlar por la fuerza nichos de mercado con la connivencia activa o pasiva de una parte transversal de la clase política, que así obtiene financiación para sus organizaciones y algunas veces también para los propios bolsillos de sus dirigentes.
El capitalismo de compadres tiene varias formas en el mundo. Desde la colusión, generalmente castigada tarde y a medias por los gobiernos, hasta el pago de la deuda privada con cargo a los impuestos de todos, entre muchas otras manifestaciones, casi todas ellas todavía legales.
Chile debe terminar con el Crony Capitalism. De no hacerlo de una manera rápida y eficaz, los pocos votantes que aun se entusiasman con el sistema se esfumarán muy rápidamente debilitando aún más la democracia.
"Ser un país estable y una economía abierta no es suficiente para sostener el desarrollo empresarial o responder a las demandas de la sociedad", nos dice la OCDE. Tiene que haber regulaciones que sean eficaces para que realmente el mercado funcione para todos y que, cuando no funcione para el bien común, sea un deber de la comunidad, en sus distintas expresiones y no solo del Estado, proteger a los mas débiles y conseguir que nadie se quede atrás en el desarrollo personal y familiar.
Por lo tanto, el modelo como está no sirve. Su actualización solo se podrá lograr desde la cooperación y no desde la confrontación. Si no es así, un populismo implacable y de largo aliento, nacionalista y utópico, se tomará Occidente.