LA PRESIDENTA Bachelet realiza su segunda visita a China. En adición a efectuar una visita de Estado, participa también en el Foro de Cooperación Internacional de la Franja y la Ruta en Beijing, una cumbre que congrega a 28 jefes de Estado y gobierno.
¿Qué tiene que ver Chile con un proyecto aparentemente tan ajeno y tan lejano como éste?
Por sorprendente que parezca, mucho. El proyecto chino de reestablecer la antigua Ruta de la Seda, recorrida alguna vez por Marco Polo, tiene como propósito primordial recrear Eurasia, conectando la zona más dinámica del mundo (Asia Oriental), con el mayor mercado (el europeo). La Iniciativa de La Franja y la Ruta ("One Belt, One Road", OBOR, en la sigla en inglés), lanzada en 2013, tiene dos componentes : uno terrestre, la Ruta Económica de la Seda, y uno marítimo, la Ruta de la Seda Marítima del siglo XXI. El primero va desde China atravesando Asia Central hasta llegar a Europa. El segundo, desde Guangzhou (la antigua Cantón), cruzando el Océano Índico, subiendo por el Golfo Arábigo y el Mediterráneo, hasta culminar en Venecia. Este año, ya hay servicio de trenes entre ciudades chinas como Chengdu y Xian y capitales europeas como Varsovia y Budapest, acortando mucho los tiempos en relación a la carga marítima.
Hoy, la iniciativa ya es parte del proyecto más amplio de cooperación internacional de China, que incluye el desarrollo de la infraestructura y la conectividad con el resto de los países del mundo como un elemento central de la política exterior china.
Para Chile, que se ufana de su condición de país-puerto y país-puente entre Sudamérica y Asia, OBOR tiene gran trascendencia. El proyecto, presentado por el gobierno chileno, de un cable trans-Pacífico de fibra óptica submarino entre China y Chile, el primero de su tipo entre Asia y nuestra región, es un ejemplo concreto de cómo extender la iniciativa de la Franja y de la Ruta a las Américas, en una época en que la conectividad digital es tanto o más importante que la física.
Más allá del cable de internet, sin embargo, la oferta china de aportar al desarrollo de la infraestructura de Sudamérica y así potenciar los flujos de comercio e inversión con Asia no podría ser más oportuna. Las deficiencias de infraestructura en el Cono Sur (sin ir más lejos) son enormes, y nos restan competitividad. Corredores bioceánicos, túneles transandinos, y megapuertos están entre los proyectos a considerar y que podrían llevar a cabo empresas chinas con vasta experiencia en la materia, materializando nuestro propio viejo sueño de convertir a San Antonio en la Rotterdam de Sudamérica.
En 2050, Asia representará la mitad del producto mundial. En el caso de Chile, la mitad de nuestras exportaciones ya van a Asia, y la cuarta parte a China. En momentos en que se ciernen nubes negras sobre el libre comercio y la globalización (que tan provechosos han sido tanto para Chile como para China), esta Cumbre en Beijing representa una gran oportunidad para dar un nuevo impulso a la conectividad y a los flujos transnacionales de bienes, servicios y capital no solo en Eurasia, sino que en todo el mundo.