No hay espacio para dudas: Construcción de la noche es la biografía definitiva de Juan Carlos Onetti, un hombre que les dedicó al amor, al alcohol y a la literatura el inmenso poder de su genio.
Para los admiradores de la obra de Juan Carlos Onetti, la biografía del inestimable autor uruguayo escrita por Carlos María Domínguez será un documento trascendental. La primera frase del libro da pistas al respecto: "Onetti fundó en la literatura del Río de la Plata un tono, una ciudad y una leyenda". Y a aquellos que no estén familiarizados con la insoslayable propuesta de Onetti, el recuento de su vida les resultará de igual modo fascinante, pues el personaje aquí revelado -un libertino que no mentía, un genio que rara vez habló en público, un hombre que leía, escribía, fumaba y bebía whisky en cama- es un ser a todas luces excepcional.
Construcción de la noche es una versión ampliada de una biografía publicada por primera vez en 1993. Según el autor, "los nuevos documentos sumados en los últimos 20 años recuperan la trama de una de las sagas más audaces de la lengua española". Y no exagera: es tan completo y definitivo el material dispuesto para la reconstrucción biográfica, que muchas veces uno llega a olvidar que el asunto, después de todo, consiste en el relato de una vida ajena.
De hecho, en innumerables ocasiones es el propio Onetti quien, tras la nube de humo que siempre lo envolvió, se dirige al que lee con una honestidad implacable: "Las mujeres, como los niños, son bichos de otro mundo. No se las puede tratar como a personas sino como a mujeres. Adorándolas, y también brutalizándolas". Lector insaciable de novelas policiales, y admirador de Faulkner y Céline, Onetti fue al mismo tiempo un tipo alejado de lo literatoso: "Siempre he sacado poca o ninguna utilidad de mis lecturas sobre técnica y problemas literarios; casi todo lo que he aprendido de la divina habilidad de combinar frases y palabras ha sido en críticas de pintura".
Otra cita referida a lo mismo: "Todos los vicios de que pueden despojarse las demás clases sociales son recogidos por la clase media. No hay nada más despreciable, más inútil. Y cuando a su condición de pequeños burgueses agregan la de intelectuales, merecen ser barridos sin juicio previo (...) Nunca iría a una peña literaria, las odio, nunca iría a dar una conferencia, para mí es vergonzoso. Y sigo detestando a esos 'intelectuales' que opinan sobre todo y no son más que bocasucias".
En la vida de Onetti hubo tres ciudades fundamentales: Montevideo, Buenos Aires y Madrid. En las dos primeras, el autor vivió intensamente la bohemia de su época, conoció de cerca la miseria y se desempeñó en actividades singulares, algunas bastante alejadas del círculo previsible del ejercicio literario. Su exilio madrileño fue distinto: allá recibió el Premio Cervantes en 1980, y por primera vez, a los 71 años de edad, pudo disfrutar de la holgura económica. Claro que, por medio de un guiño típicamente suyo, no dejó de reparar en el hecho de que el dinero le llegaba en un momento impropio para gastarlo como él hubiese deseado. Por ese entonces, y hasta su muerte en 1994, Onetti se levantaba muy poco de la cama.
La relación ambigua con Borges, la amistad silente con Rulfo, los amores con la poetisa Idea Vilariño, las dudas sobre su origen (el apellido era O'Nety, irlandés, pero su abuelo lo italianizó), el compromiso con la izquierda, la inverosímil detención que sufrió de parte de la dictadura uruguaya, su renuencia a hablar, sus capacidades míticas para beber, su inextinguible rijosidad, el forjamiento de una obra literaria única y absolutamente genial, todo ello está detallado con maestría en Construcción de la noche, un libro definitivo para llegar a conocer al inmortal Onetti, tal vez el más grande de todos los nuestros.