Llueve en Seattle. La ciudad es como nuestra Valdivia, rodeada de verde, un cielo tan lindo como gris, agua constantemente mojándolo todo. Por cuatro temporadas ya, The Killing (2011), la serie estadounidense de detectives y un caso terrible para resolver, ha usado la lluvia como una protagonista más de la historia. Llueve en Seattle, llueve a cántaros, pero Sarah Linden (Mireille Enos)_y Stephen Holder (Joel Kinnaman), los investigadores del departamento de homicidios, parecen no notarlo. No usan paraguas, sus abrigos siempre húmedos, como si la oscuridad y la lluvia fueran la respuesta de la naturaleza a lo que suelen estar sintiendo.
Los protagonistas de esta serie avanzan por un mundo oscuro y triste, donde las niñas desaparecen, donde la familia miente, donde hacer lo mejor que se puede no siempre es suficiente, y donde hombres inocentes mueren en manos de una justicia que no se conmueve ante nada.
The Killing, inspirada en la serie danesa Forbrydelsen, tuvo una primera temporada apasionante: Rosie Larsen, una adolescente bonita y bien portada, desaparece, y la detective Sarah Linden, tan triste como capaz, debe unirse con un nuevo compañero, Stephen Holder, para encontrarla.
El terror a que los inocentes sufran lo corroe todo, mientras los protagonistas se van encontrando en sus diferencias: Linden es intuitiva; Holder, esforzado. Linden es obsesiva; Holder sabe apaciguarla. Para cuando termina la temporada, se han convertido en los detectives más adictivos del cable, porque están constantemente tratando de hacerlo bien, a pesar de sus múltiples caídas y fallas personales. Es tratar de ser mejores, a pesar de sí mismos.
La segunda temporada, transmitida por A&E en Chile, seguía el mismo caso; un alargue innecesario y un error que le costó a la serie una importante baja en audiencia. Por eso fue cancelada y revivida dos veces. Ahora, en Netflix encontró una nueva manga de seguidores dispuestos a consumirla con varios capítulos a la vez. De esa manera, las fallas de la trama se hacen menos evidentes y lo que queda en la memoria son los casos, la angustia, y Linden y Holder.
La temporada anterior, más breve, seguía a un asesino en serie y a un hombre condenado a muerte. Ahora, aunque los eventos se retoman momentos después del fin de la temporada 3 -con Linden y Holder enfrentando el haberse manchado las manos con sangre-, hay un nuevo caso que involucra a un internado militar para adolescentes adinerados y problemáticos: una familia entera muere, incluida una pequeña niña, con disparos a quemarropa, y Linden y Holder deben encontrar al culpable.
Los capítulos pasan rápido, llenos de pasos en falso en la investigación, y todo se agrava porque las consecuencias de lo que hicieron los protagonistas se vienen encima como un aguacero del que es imposible tratar de salir seco. En esta última temporada de The Killing, con sólo seis capítulos, también llueve y uno casi ni lo nota.
Esta serie siempre se trató del lado oscuro de seres humanos buenos, y uno, porque ya los quiere, sólo puede esperar que las gotas de agua ayuden a los protagonistas a lavar la sangre y lavar lo malo, para lograr lo que vienen tratando de hacer desde el primer capítulo de la historia: salvar a otros, y así salvarse ellos mismos.