EN TIEMPOS de Wonder Woman y con las mujeres avanzando en posiciones de poder, pareciera que el sexismo encuentra más oportunidades para expresarse. Ejemplos abundan. En España, en medio de la reciente moción de censura presentada contra su presidente, Mariano Rajoy, el portavoz del PP hizo una desafortunada referencia a la relación sentimental entre Pablo Iglesias, el líder de Podemos e impulsor de la iniciativa con su portavoz, Irene Montero. En Chile, el expresidente de la República Sebastián Piñera recurrió a un chiste que muchos asociaron con la violación. No era la primera vez. Para su mala suerte, coincidió con el lanzamiento del último informe del PNUD, Desiguales. En él el machismo, junto con el clasismo, son las dos principales causas de mal trato y detonante de las desigualdades. En ambos casos, las acusaciones airadas de machismo, que la RAE define como "la actitud de prepotencia de los hombres respecto de las mujeres", no se hicieron esperar.
Nadie duda de las credenciales de Montero, una gladiadora de la oratoria, para ser la número dos de su partido. Sin embargo, no puede esperar que su vínculo con Iglesias se sustraiga del escrutinio público porque tiene implicancias políticas. Por lo demás, el tiempo dirá si la situación no termina siendo una versión peninsular de la "política conyugal", frecuente en América Latina. Con ello se alude a las primeras damas que han buscado la presidencia, luego de pasar por el palacio de gobierno.
Por su parte, la Presidenta Bachelet reaccionó al chiste con un indignado tuit. Hubiera sido más ejemplarizador, además de consistente con la imagen mundial que ha proyectado como la presidenta más comprometida con los derechos de las mujeres si, cuando tuvo lugar el suceso de la "muñeca inflable" de Asexma, hubiera pedido las renuncias del caso.
Lo que se observa es que, al tiempo que el machismo es un reclamo legítimo en sociedades que aspiran a la igualdad de género, también es un arma arrojadiza de la contienda política. No es raro que, como lo han documentado los primeros estudios sobre liderazgo político femenino, algunas mujeres decidan manipular estereotipos tradicionales para enfrentar los obstáculos, burlando o desarmando a sus oponentes. Cuando se invoca machismo, teniendo en cuenta la cantidad de muertes de mujeres que cobra, habría que andar con tiento. Como advierte Víctor Lapuente en "Caza machistas", en El País: "Al abusar de un término, éste pierde sentido. Si todo es machismo, entonces nada es machismo".
El chiste proferido por el ahora candidato presidencial, deliberado o no, es un desatino como la copa de un pino. Aunque la UDI le pasa factura por su apoyo cuesta creer que, quien impulsó un postnatal que, si bien no es de tipo nórdico, supuso algún tipo de avance, pero también nombró a las primeras mujeres a la cabeza de ministerios tradicionalmente masculinos como Justicia y Obras Públicas, por no hablar de la Dirección de Presupuestos o la jefatura del Segundo Piso, sea un machista de manual.