ESTAMOS a pocos días de que Donald Trump asuma la Presidencia del país más poderoso del mundo. Vale la pena preguntarse qué puede esperarse de sus políticas. Trump llega al poder luego de una tumultuosa elección en la que una minoría de hombres blancos y sin educación superior logró ser determinante en el resultado. Al reducir el empleo manufacturero de trabajadores con baja capacitación, este grupo poblacional ha sido el gran afectado por el dinamismo tecnológico de los últimos cuarenta años y la incorporación de China a los mercados mundiales.
Trump ha prometido que, bajo su mando, Estados Unidos se retirará o renegociará el acuerdo de libre comercio de América del Norte (NAFTA), impondrá aranceles de un 35% o 45% a las importaciones chinas y promoverá el regreso de los puestos de trabajo que las grandes empresas han deslocalizado en las últimas décadas. Ha llegado a amenazar a Apple con obligarla a ensamblar sus productos en Estados Unidos.
Trump y sus asesores parecen no entender que, de ponerse en práctica políticas proteccionistas y retirarse de los acuerdos de libre comercio, se perderán muchos trabajos en el propio Estados Unidos, sin ganar los que ya emigraron hacia economías con salarios más bajos.
Esto por tres razones. En primer lugar, muchos de los bienes que se ensamblan en México, China y otros países de bajos salarios, contienen insumos más sofisticados producidos en Estados Unidos. Segundo, si las exportaciones a Estados Unidos provenientes de los países que deben enfrentar mayores aranceles cayeran, ellos reducirían sus importaciones, incluyendo aquellas desde Estados Unidos. Tercero, muchos de los empleos que Trump dice querer recuperar ya no existen, y será prácticamente imposible (y muy ineficiente) reconstituirlos. Lo único que ocurrirá es que Estados Unidos será más pobre, porque sus consumidores deberán pagar precios más altos por los productos que ahora se importan. Y tanto el producto como el crecimiento mundial serán más bajos. Además, crecerá la posibilidad que las grandes potencias se enfrenten en una guerra comercial, con consecuencias nefastas para todos.
Argumentos similares pueden hacerse acerca de las políticas hacia los inmigrantes. Si el nuevo gobierno logra deportar a unos 5 millones de ilegales, Estados Unidos perderá a trabajadores que realizan tareas que ya no desean hacer sus ciudadanos, y los países de origen de los inmigrantes (México, América Central y el Caribe) perderán las remesas que antes enviaban aquellos que Trump logre deportar. Todos perderán, como lo hará la economía mundial.
El único anuncio positivo es el que se refiere a la política fiscal, que finalmente será más expansiva que durante los últimos años, aunque con bajas de impuestos a los grupos de más altos ingresos, lo que morigerará su impacto sobre la demanda agregada. Con todo, las noticias para la economía mundial no son buenas. Amén de otros vaticinios poco auspiciosos en campos tales como el calentamiento global y la paz mundial, que abordaré en otras columnas.