Al fin se produjo el tan esperado debate presidencial donde concurrieron todos los candidatos. Era una actividad ampliamente esperada por quienes, convengamos, estamos interesados en este microclima de la política porque seguramente, para la gran mayoría de los ciudadanos y potenciales electores, este debate no existió. En efecto, la sintonía promedio no superó los tres puntos, lo que quiere decir que apenas algo más de 210 mil personas siguieron el debate por televisión.
Este dato es importante y constituye el telón de fondo de nuestra reflexión porque vale la pena preguntarse ¿cuánto modifica u orienta el comportamiento electoral este tipo de debates?. Sin perjuicio de lo anterior, es preciso también considerar que estos debates no solo se juegan en la sintonía, sino en la capacidad de mantener "la tensión dramática" en los medios por unos días, a partir de los hechos o dichos significativos ocurridos en escena.
Con ese elemento de contexto, vale la pena analizar lo ocurrido.
Parto por despejar a las candidaturas que marcan una intención de voto muy baja y representan a los extremos de espectro electoral. Ubico ahí a las alternativas que representan Kast, Artés y Navarro. En los tres es fácil encontrar un denominador común, discursos que interpelan desde posiciones radicales y que, posiblemente, no consigan con este tipo de debates algo más que ganar visibilidad y hablarle a su escaso pero comprometido votante.
Por su parte, Marco Enriquez- Ominami, en su tercer y más débil intento por competir para alcanzar el sillón presidencial, hizo uso de todas sus armas, buscando interpelar de forma permanente al candidato de la derecha y, en menor medida, al senador Guillier. Si bien la experiencia de campaña lo ha convertido en un candidato mucho más sólido, lo cierto es que los cuestionamientos públicos que ha enfrentado por el financiamiento de la política, lo ha dejado hoy prácticamente sin opción. En tal sentido, su rol provocador es útil, en la medida que incomoda y obliga a la respuesta, pero más aún, porque en segunda vuelta tendrá un rol que jugar en un eventual pacto contra la opción del ex presidente Piñera.
Con Carolina Goic ocurre algo curioso, ha ganado mayor solidez y fuerza en el discurso, pero no logra convencer. Ello ocurre probablemente más por responsabilidad de las circunstancias que la llevaron a la carrera presidencial que a ella misma. No hay que olvidar que no solo su opción fue desde el principio débil en la ciudadanía, sino que en su propio partido, lo que de seguro le ha costado caro.
A Beatriz Sánchez no se la vio particularmente cómoda, de hecho era evidente a ratos su nerviosismo. La razón de esto es probablemente la falta de oficio en este tipo de espacios, pero también, la tensión que enfrenta quien representa una novedad y vislumbra que podría tener una chance, pero que enfrenta el peso de una coalición nueva que no tiene definiciones de fondo sobre un sinnúmero de materias.
Hecho este repaso general, probablemente la verdadera competencia estuvo entre quienes representan las mejores opciones para pasar a segunda vuelta.
De un lado, a Sebastián Piñera se le vio algo incómodo en la que para él ha sido, además, una mala semana. La información recientemente publicada sobre el financiamiento que habría recibido de la empresa SQM ha golpeado de manera importante a este sector, no tanto por la consecuencia judicial, sino que por lo que devela del propio candidato. Parece a lo menos curioso que alguien que acuña una fortuna como la de este candidato, actúe con avaricia tal que haya tenido que recurrir a este tipo de financiamiento. No obstante, no es claro que esto tenga efectivamente una mella en la intención de voto de un sector que parece no castigar este tipo de dilemas éticos.
En este cuadro, probablemente el que mejor utilizó este espacio fue el candidato Alejandro Guillier, por dos cosas muy concretas. Primero, porque se le vio tranquilo y con manejo de temas, cuestión que hizo notar su experiencia en medios de comunicación y sus años en la política. En segundo lugar, tomó una definición clave, abrazar la continuidad de la obra de la Presidenta Bachelet, reconociendo la necesidad de rectificar y también de consolidar. Esto es un hecho importante para un candidato que había sido acusado de ambigüedad. Adicionalmente, si bien no hubo gestos explícitos de acuerdo, ninguno de los candidatos que podría ser parte de un gran pacto de segunda vuelta para enfrentar la opción de Piñera cerró la puerta a esta posibilidad.
Con todo, a poco más de 50 días que tenga lugar la primera vuelta presidencial, queda aún mucho por debatir, pero sobretodo, que movilizar, porque el gran convidado de piedra de esta elección es y seguirá siendo la abstención.