El connotado arquitecto y académico Fernando Pérez dijo en una entrevista que densificar no significa construir monstruosidades, refiriéndose al revuelo que ha causado un edificio en la comuna de Estación Central, cuya imagen fue posteada por el intendente Claudio Orrego en su cuenta de Twitter. De inmediato proliferaron un sinfín de otros twitteos, fotos, columnas y entrevistas radiales sobre los tristemente bautizados guetos verticales. Pues bien, se podría agregar que construir monstruosidades no se condice con la idea de gueto.

Muchos de los edificios en altura construidos en las comunas centrales de la ciudad de Santiago han permitido la vuelta masiva de los grupos medios y medios-bajos al centro, probablemente la de aquellos que han experimentado movilidad económica reciente. Esto es una buena noticia. Por primera vez en décadas, familias que usualmente hubieran sido beneficiarias de un subsidio para comprar una vivienda en los extra muros de la ciudad, pueden optar por vivir mejor localizados.

Indudablemente hay un límite. Estación Central es el mejor testimonio. Densificar a cualquier costo sacrificando la calidad de vida de residentes nuevos y antiguos, y la sustentabilidad ambiental, urbana y económica del entorno, es a todas luces reprochable. Sin embargo, otra cosa muy distinta es hablar de guetos. Al referirse de esta manera a los edificios de departamentos en la comuna de Estación Central, no solo hay una falta de precisión, sino que se está contribuyendo a reforzar la realidad que condena con la estigma social.

Los guetos urbanos aparecen y se consolidan tras una doble operación. La primera es la excesiva concentración de pobreza (y en muchos casos también racial o étnica). Cuando ésta supera el umbral de 40 por ciento, se alcanza una suerte de punto de inflexión donde los problemas sociales aumentan y se complejizan, entrando en un espiral negativo, generalmente asociado a embarazo adolescente, abandono escolar, consumo y trafico de drogas, desempleo y violencia, cuya experiencia transmite a sus habitantes un sentimiento de desesperanza aprendida, difícil de romper. La segunda es la estigmatización. Esto es, cuando el resto de la sociedad identifica un determinado territorio como un lugar cargado de problemas sociales, imputándole a todo aquel que habita en dichos sectores todos los problemas sociales mencionados. Sus habitantes cargan por lo tanto no solo con la realidad que viven, sino con el estigma que el resto de la sociedad les atribuye.

Por lo tanto, señalar como guetos verticales a los edificios de departamentos construidos en Estación Central y otras comunas del centro de la ciudad es poco acertado. Primero porque no existe tal cosa como una concentración excesiva de pobreza. Más bien en su mayoría son hogares de estrato medio y medio-bajo que con esfuerzo han optado por vivir en espacios más pequeños a fin de contar con los beneficios de una mejor localización (probablemente sus familiares, amigos o ellos mismos ya experimentaron la decepción de la casa propia en la periferia). Y segundo, porque al hacerlo, se estigmatiza sin ninguna base a todos sus residentes, y sabemos de sobra cuán complejo y lento es cambiar el parecer de las personas cuando éstas ya se ha hecho una idea, un juicio o una imagen, aún cuando éstas sean equívocas (ver carta de Rodolfo Fuente, uno de los residentes de estos edificios dirigida al intendente Orrego).

El aumento radical en las densidades, el deficiente diseño arquitectónico y rápida obsolescencia urbana de los edificios construidos, sumada a la falta de equipamiento y de obras de mitigación y, la nula contribución al entorno de este tipo de proyectos residenciales, puede fácilmente calificarse como negligencia pública. La causa: falta de planificación a nivel comunal y regional y, un muy obsoleto set de herramientas de regulación, negociación y de financiamiento urbano con el que cuenta los gobiernos locales y regionales. Afortunadamente las propuestas de políticas de suelo para la integración social desarrolladas por el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano y los avances hacia un empoderamiento de los gobiernos regionales y metropolitanos, colaborarán en corregir las actuales deficiencias. Ojalá la centralidad que ha adquirido este tema en las últimas semanas sirva para acelerar tanto la implementación de las medidas sugeridas por el CNDU como la aprobación de la Ley de transferencia de competencias en discusión desde el año 2005 en el Congreso.

No estigmaticemos a quienes optaron por vivir en el centro. Que el caso de Estación Central sirva para acelerar los cambios necesarios y fortalecer los instrumentos de regulación, planificación y gestión del desarrollo urbano de manera que la densificación sea de calidad, sustentable en el tiempo y pueda seguir acogiendo a familias de orígenes sociales, étnicos y económicos diversos, esencial a la vida urbana.