¿Por qué será que las mujeres brillantes que resuelven crímenes en Estados Unidos suelen tener diagnósticos mentales complejos, mientras que las británicas son unas ídolas, sin más?
Porque mientras Carrie de Homeland lucha contra su bipolaridad mientras cuida a su retoño hijo de (ex) terrorista, y Linden de The Killing es incapaz de controlar sus obsesiones o hacerse cargo de su hijo adolescente, en la isla del norte las mujeres resuelven crímenes, organizan su vida, su sexualidad y lo hacen en menos capítulos, gracias.
Si antes tuvimos el placer de conocer a la estupenda Stella Gibson (Gillian Anderson), quien en la serie The Fall partía a Belfast a atrapar al asesino más buenmozo de la historia de las series, y de paso, aplastar el machismo del departamento de policía con la simpleza de la inteligencia y el don de mando, ahora -y mientras esperamos segunda temporada- tenemos a Catherine Cawood en Happy Valley (Netflix).
Hablemos, por favor, de Catherine Cawood (Sarah Lancashire), la sargento de policía que patrulla los infames valles de Yorkshire. Porque esta no es la Gran Bretaña de fantasía y grandes cenas en palacios, aquí están los pueblos dominados por las drogas y la pobreza y donde los traficantes mueven sus productos en la misma plaza donde los niños juegan. Catherine Cawood es de esas policías no sólo honestas, sino que esforzadas -a diferencia del resto de los flojos en uniforme del lugar-, e interesadas por limpiar las calles. Catherine vive con su hermana, adicta en rehabilitación (¡la ex O'Brien de Downton Abbey!) y ya que su hija se suicidó, juntas cuidan a su conflictivo nieto de nueve años. El ex marido de Catherine, obvio, no fue capaz de manejar la muerte, ni al retoño y tiene una señora nueva y joven.
Cuando el hombre que supuestamente violó a su hija vuelve a las calles de la ciudad, Catherine se obsesiona por atraparlo, y al mismo tiempo, se cruza con una entretenida trama del secuestro de la hija de uno de los empresarios más ricos de la ciudad.
En Happy Valley, los hombres son torpes, o simplemente no les da para enfrentar los embates de la vida, mientras que las mujeres salen adelante, porque simplemente tienen que hacerlo. Incluso las que tienen enfermedades terminales o degenerativas: la serie está llena de mujeres que sufren, pero que parecen más enteras que sus maridos en su simple papel de testigos. En Happy Valley hay sangre y violencia, y la cara de nuestra heróina pasa por todas las emociones y golpes haciendo que cada uno de los seis capítulos, sea un dolor distinto y necesario.
Happy Valley es escrito por una mujer, y se nota: es más duro, más real y las mujeres capaces no se ven como supermodelos sin shampoo. Es una divorciada cuarentona, donde las arrugas y el pelo desordenado son el reflejo de que no tiene tiempo para las partes pequeñas de esto que es la vida.
Igual, como buena serie británica, mucho se resuelve poniendo la tetera al fuego, y esperando el té.