Como miembro del equipo programático de Sebastián Piñera, muchos me han preguntado por qué la ciudad no aparece como tema en los debates presidenciales, siendo que el 90% de los chilenos vivimos en ellas y encarnan parte importante de las demandas por mejor calidad de vida. Ahora que las posiciones se polarizan entre las pensiones o gratuidad en la educación, mi hipótesis es que en ciudad y vivienda al menos existe un diagnóstico compartido.
Ese consenso es fruto de la Política Nacional de Desarrollo Urbano promulgada por el presidente Piñera y validada en un proceso transversal por todos los sectores, al punto que fue recogida por la presidenta Bachelet en su programa de gobierno. Pese a lo anterior, la actual administración concentró sus esfuerzos en los exitosos proyectos de integración social y programas de parques urbanos, descuidando los temas de ciudad y desatendiendo a los campamentos, cuyo número ha aumentado en el último tiempo.
En este sentido invito a revisar y comparar las propuestas de ciudad de los candidatos. Si bien ambos parten de un diagnóstico común, las diferencias son evidentes:
Mientras Piñera propone implementar en forma inmediata una serie de "Planes de Ciudad" en los principales centros urbanos, que terminen con la fragmentación por comunas y permitan coordinar la planificación de la ciudad, sus espacios públicos y transporte como un todo, promoviendo la densificación a lo largo de corredores de transporte y generando sistemas de parques lineales en cauces urbanos y bordes costeros; Guillier descansa en que los problemas urbanos se resolverán con la panacea de una Nueva Constitución, o en base a una serie de proyectos de ley de incierta tramitación; desde uno que pretende capturar plusvalías -desconociendo la existencia de las contribuciones de bienes raíces-, hasta un proyecto de ley donde el burócrata de turno determinará el diseño y tamaño de las viviendas en altura, inhibiendo la innovación necesaria para encontrar diseños que promuevan la densidad sin hacinamiento y reconozcan nuevas dinámicas domésticas como la cohabitación.
Más allá de las expectativas o pragmatismo, lo que marca la diferencia finalmente está en el compromiso y establecimiento de metas claras. Aquí, Piñera vuelve a jugarse con plazos, tal como lo hizo al fijar cuatro años para la reconstrucción el 2010. En su programa hoy se compromete a reducir a la mitad el déficit habitacional en seis años, terminar todos los procesos pendientes de reconstrucción, e implementar el programa "Chile sin Campamentos". Guillier por su parte, hace una tibia referencia a los campamentos, compromete perfeccionar una serie de programas existentes y termina cuantificando el número de soluciones o familias eventualmente beneficiadas, sin fijar metas o plazos claros.
En momentos en que nuestras ciudades se ven desafiadas por dramáticos cambios sociales y tecnológicos; y compartiendo un diagnóstico claro, más que legislación lo que se requiere son autoridades con determinación, enfocados a la acción y comprometidos con implementar hoy las soluciones que nuestras ciudades necesitan. Es por ello que antes que la retórica estatista o plazos indefinidos exhibidos por Guillier, personalmente votaré por el sentido de urgencia y establecimiento de metas claras propuestos por Piñera.